Memoria e Historia en el debate sobre la Guerra Española y la dictadura

1977 fue el año elegido. Más concretamente, coincidiendo con las elecciones del 15 de junio. Las primeras que fueron libres desde 1936 (pese a algunas restricciones para algunos partidos: los comunistas, excepto el PCE, y los republicanos tuvieron que hacerlo con nombres “camuflados”). Estando en la mar, el hombre huyó de su localidad, Conil de la Frontera, en el momento del golpe militar de julio de 1936. Lo hizo hacia la zona fiel al gobierno republicano, enrolándose como soldado de lo que acabó siendo el Ejército Popular. Combatió en varios lugares del frente sur hasta el final de la guerra. De inmediato tuvo que sufrir, como tantos soldados, la cárcel y cuantos castigos le infligieron. Cuando regresó a su lugar de origen, decidió asentarse en la localidad vecina de Barbate. Fue donde vivió largos años hasta su muerte, que no fue hace mucho. Lo hizo habiendo interiorizado el miedo que el fascismo inoculó a buena parte de la sociedad española.

El régimen tuvo muchos apoyos. Los de quienes apoyaron y participaron activamente en el golpe del 36 y lo que vino después. No faltaron los de los estómagos agradecidos. Y también de quienes treparon al abrigo de las oportunidades que se fueron presentando. Resistir era difícil. Combatir, más todavía. Mucha gente hizo una cosa y otra, arriesgando su vida. Sumirse en la resignación, para sobrevivir como fuera, lo hizo mucha gente, quizás la mayoría. Con el paso de los años la represión, el miedo, la propaganda, la emigración o las expectativas de ascenso social de los años sesenta fueron asentando un régimen que acabó durando cuatro décadas. Fue en ese magma social donde los reformistas del régimen quisieron buscar los apoyos políticos y electorales para que su maniobra tuviera éxito. La llamaron mayoría silenciosa. Silenciosa, sí, pero en una buena medida también silenciada.

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