Vida de una niña de la guerra: Rosario Gordón Villalba

Antecedentes

Rosario Gordón Villalba nació en Sevilla el 8 de marzo de 1928. Es hija de Modesto Gordón Muñoz, sastre de profesión, natural de Medina de las Torres (Badajoz) y de Carmen Villalba Marín, natural de Utrera (Sevilla). Tiene 82 años. Es la mayor de tres hermanos, le seguía Modesto (ya fallecido) y el pequeño, Fernando.

Su padre fue militante de Izquierda Republicana y tenía una sastrería en la calle Gran Capitán 18, esquina Federico Sánchez Bedoya número 2 de Sevilla. Su tío Julián Gordón Muñoz era militante del PCE y murió al regresar de un viaje a la Unión Soviética en 1935, víctima de la tuberculosis. Había compartido la sastrería con su hermano. El padre de Rosario se hizo cargo de la familia de Julián, su mujer y sus cuatro hijos, y mantenía en su casa también a su hermana Guillerma, soltera, y a su tío Rufino, que trabajaba en un tejar en la actual calle Asunción.

Modesto Gordón, muy querido y respetado por cuantos le conocían, compartía los beneficios de la sastrería con sus empleados. Fue detenido y fusilado en las tapias del cementerio de Utrera el 2 de agosto de 1936 por aplicación del bando de guerra. Su asesinato se refiere en el libro “Utrera 1936. Ocupación militar y represión” escrito por José Díaz Arriaza y Javier Castejón Fernández, editado en 2007.

La madre de Rosario era hermana del líder falangista local de Utrera Fernando Villalba Marín, y allí vivía toda su familia. En 1933 se mudan a Utrera y los Gordón abren allí una sastrería.

Infancia y juventud de Rosario. De 1936 a 1950

Toda la infancia de Rosario está marcada por el asesinato de su padre y condicionada por su situación familiar. Para evitar el contagio tuberculoso por el contacto mantenido con su tío Julián y ya que el hermano pequeño de Rosario también había enfermado, al comenzar el verano de 1936 envían a Rosario y a su hermano Modesto con su tía Guillerma a casa de sus tíos abuelos que residían en La Alconera (una aldea de Badajoz cercana a Zafra). Uno de sus tíos abuelos, Cándido Gordón García era maestro en esa localidad extremeña. Rosario tenía entonces 8 años y Modesto 6.

En los primeros días de agosto de 1936, los fascistas toman el pueblo de Alconera. Vienen en un coche, dan el pueblo por tomado, queman la bandera de Azaña y mandan colgar banderas blancas en las ventanas de las casas. Se retiran a Zafra. Al día siguiente, sobre media mañana, aparecieron en el pueblo desde la sierra de Burguillos todos los republicanos que se habían refugiado en el monte y al ver las casas con las enseñas blancas empezaron a tirar bombas de mano. Encerraron en la iglesia a varios miembros de la derecha local que más tarde serían liberados. La familia de Rosario, que vivía en el centro del pueblo en una casa señorial propiedad de la mujer del maestro, pidió ayuda en una taberna próxima a su casa y no quisieron alojarlos. Se vieron obligados a salir a través de la puerta trasera pensando refugiarse en una pequeña huerta de una señora lavandera conocida de la familia. Por el camino salieron tres milicianos con fusiles y los hicieron volver hacia un descampado que lindaba con el “legío”. Los obligaron a pegarse de espaldas al muro y los apuntaron con los fusiles para matarlos. Estaban en ese paredón el maestro Cándido, su hermana Victoriana, su sobrina Guillerma y los pequeños Rosario y Modesto. La tía Guillerma se puso de rodillas y les pidió por Dios que no mataran a los niños porque en esos momentos no sabían siquiera lo que había sido de sus padres (ya había sido asesinado su padre). Le levantan el mentón a Guillerma con un fusil para que se ponga de pie y le dicen que no nombrara a Dios. En ese momento, un miliciano del grupo se adelanta y dice “a don Cándido no, que es mi maestro y él nunca se ha metido en política”. A continuación cogió en brazos a los dos niños, los llevó a su casa junto con el resto de la familia, le quitó a Rosario un lazo rojo que llevaba en la cabeza y se lo puso en el ojal de la chaqueta al maestro Cándido. Les hizo tila, cogió la ropa de camilla que era granate y la colgó en la ventana.

Después vino el calvario de la toma del pueblo por los golpistas. Llegaron camiones de soldados y falangistas que se alojaron en las casas. En casa de don Cándido se alojaron tres soldados y un falangista. Automáticamente empezaron a matar a los republicanos. Raparon y pelaron a algunas mujeres y las pasearon por el pueblo. Fusilaban en la pared de frente de la casa del maestro situada en la plaza del Ayuntamiento, donde estaba la Iglesia y una casa con un muro al lado que deba a un huerto. La plaza era muy pequeña y el muro fue usado por los fascistas para acabar con la vida de muchos ciudadanos de La Alconera: el secretario del Ayuntamiento entre otros, y a su madre también aunque a ella se la llevaron a las tapias del cementerio donde también continuaron matando. Después de retirar en un camión los cadáveres de la plaza echaban grava en el suelo. Disparaban indiscriminadamente. Hubo un republicano que se hizo resistente en su casa y con una escopeta de caza disparaba para defenderse del asedio. En la plaza tenían prisionero a un cuñado suyo que era sacristán de la iglesia; lo obligaron a convencerlo para que se rindiera. Lo consiguió y lo trajeron a la plaza. Le cortaron las orejas antes de matarlo y mataron también al sacristán, según ellos por traidor a la patria.

Mientras tanto, los soldados que permanecían dentro de la casa alentaron a la familia a que se asomara a ver como moría “la canalla”. Lógicamente, la familia Gordón no sólo no se asomaba sino que permanecían en una habitación rezando por los asesinados, a instancias de la tía Guillerma que era muy religiosa.

Rosario no sabe nada de sus padres hasta que en noviembre de 1936 su madre consigue llegar en burra a la Alconera a través de la sierra del Castellar de Zafra. Ya los niños sabían que su padre había muerto por una carta anterior. Estando allí, su madre recibe la noticia de la muerte de su hermano, el líder falangista de Utrera Fernando Villalba Marín, que murió en el frente de Madrid, en la Casa de Campo.

Al haberlos desposeído de todo cuanto tenían y sin recursos, Carmen Villalba se vio obligada a volver con sus hijos a casa de su madre en Utrera. Como suponía una carga y siendo muy considerada, en junio de 1937 mandó a sus dos hijos mayores a pasar el verano de nuevo con sus tíos Cándido y Guillerma a Medina de las Torres de donde procedían y donde habían vuelto tras la jubilación por imposibilidad física del maestro de la Alconera. Esto no sólo resultó traumático para ella sino para sus hijos que tuvieron que trasladarse en un tren lleno de soldados y encomendados a la Guardia Civil ya que ella no podía permitirse llevarlos personalmente.

Los niños, Rosario y Modesto, vivieron una terrible situación al ser tan pequeños y tener que viajar solos en un tren militar rodeados de soldados desconocidos y que les hacían recordar situaciones muy tristes y desagradables. Fue el día que bombardearon Tablada, a la misma hora que salía el tren de la estación de Córdoba.

Al volver en octubre de 1937 a Utrera tienen que escolarizarse. Rosario se presenta a unas pruebas de acceso escolar para cursar estudios de Bachillerato en la Universidad de Sevilla para niños huérfanos de guerra. Saca una plaza para estudiar Ingreso y 1º de Bachiller y le asignan el Colegio del Santo Ángel de Sevilla en régimen de internado. Cuando se presenta a su plaza, las religiosas que regentaban el Centro deciden, después de haberse informado que vivía en Sevilla un familiar de Rosario (su tío abuelo materno Francisco Marín Delgado), que no debe estar interna y sólo tendrá derecho a asistir a las clases. Esa decisión se toma ya a mediados de curso y Rosario vive a partir de entonces en una casa extraña donde nadie le presta la más mínima atención y asiste a clase de forma externa. La suspenden y le impiden volver al año siguiente.

Siempre estuvo marginada, la acusaban de ser “rebelde e impresionable” porque siempre tuvo la osadía de decir a los cuatro vientos que “esta gente han matado a mi padre”.

La humillaban con frecuencia llamándola marxista, en casa de su tío. No la dejaban jugar ni asomarse al cierro. No había nadie que la quisiera. “No estaba bien vista” dice Rosario.

Al año siguiente le dieron una beca en las Esclavas Concepcionistas. Entró tarde en el colegio, cuando le comunicaron la concesión de la beca, y volvió a suspender.

Su infancia estaba llena de miedos y fantasmas. Su hermano pudo entrar en los Salesianos donde recibió palizas y malos tratos.

El curso de 1939-40 ingresa en el Instituto Murillo de Sevilla. Sufrió abusos de un hombre que la siguió desde el cine Pathé e intentó con malas artes llevársela, agasajándola y después cogiéndole la mano e introduciéndola en el bolsillo de su pantalón. La forzó a caminar por la calle Gamazo hasta que, al ver gente cercana, aflojó la mano y ella pudo escapar hasta su casa de la calle Federico Sánchez Bedoya número 2, donde vivía con su tío. Durante varios días la perseguía y observaba sus movimientos por lo que, al saberlo su madre, no volvió a dejarla ir al Instituto y se la llevó con ella a Utrera.

Con 12 años entra en Utrera en las Hermanas de la Cruz para asistir a algunas clases de cultura general y de costura.

La necesidad de cuidar a los tíos abuelos mayores al dar a luz su tía Guillerma que los atendía hasta ese momento, lleva a Rosario de nuevo a Medina de las Torres y permanece allí hasta los 14 años, cuidando la casa y a las personas mayores. En esos dos años sólo recibe la formación que su tío abuelo Cándido le da en casa.

Vuelve a Utrera sin ninguna posibilidad de volver a ninguna escuela por falta de medios económicos. Y, de nuevo a Medina de las Torres al enfermar su tío Cándido al que cuidó hasta su muerte en 1946. Ese verano vuelve a Utrera y ya su madre decide que no va a moverse más. Un familiar empieza a darle clases de taquimecanografía y cultura general en su casa.

Su tío decía de ella: ¡Qué desgracia de niña, es impaciente, vehemente, impresionable!

En 1947 pudo ingresar en la Cruz Roja de Sevilla para estudiar enfermería y formar parte de la primera promoción de enfermeras que salió de esta institución. Aunque ejerció después como profesora en la escuela de enfermeras y fue muy valorada y querida por sus alumnos, siempre dice que ella no vale nada.

En 1952 se casa y tiene dos hijos. Su marido murió en accidente laboral en 1970 y con la indemnización que podría haber cobrado solicitó un estanco, que le fue denegado por ser “huérfana de un hombre que no murió por Dios y por España”, según consta en el documento de denegación.

Como no pudo conseguir el estanco, la Seguridad Social le gestionó la indemnización para administrársela de forma vitalicia. Hoy esa cantidad asciende a 345 € mensuales.

En diciembre de 1970 entra a trabajar como enfermera en el Centro de Traumatología del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, en la planta tercera y enseguida en Urgencias, donde permaneció hasta 1973 y después prestó servicios en el quirófano de Neurocirugía en el que estuvo hasta 1975 en que le ofrecieron pasar a la Escuela de Enfermeras como monitora. Posteriormente se formó por su cuenta, convalidó ATS y Diplomada en Enfermería y ejerció como profesora del Área de Enfermería Fundamental hasta su jubilación en 1992.

Tiene una gran voluntad de servicio y ha vivido siempre para servir y atender a los demás. Hay circunstancias que también le han hecho sufrir y que no quiere contar por respeto a su intimidad y a las personas que quiere. Sin duda merece un reconocimiento esta gran mujer, huérfana del sastre asesinado por los fascistas Modesto Gordón Muñoz.

Sevilla, 16 de octubre de 2010

 

 

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