Moncho Ramos Requejo: No hay estética sin ética

La Región 22/07/2015
Carta al director
 
En 1964 José María Valverde catedrático de Estética de la Universidad de Barcelona renunció a su Cátedra en solidaridad co José Luis Aranguren, Enrique Tierno Galván y Agustín García Calvo expulsados de sus cátedras por las autoridades franquistas, al haber encabezado una manifestación de estudiantes contra el franquismo. Motivo el Dtr. Valverde su renuncia en el pensamiento sobre el que llevaba toda su vida trabajando y que lo verbalizó en el axioma: “No hay estética sin ética”.

Cada época histórica tiene sus ídolos. Se le dedican calles, monumentos y homenajes; algunas veces están motivados por razones estéticas y otras éticas. Cuando las dos motivaciones van unidas la memoria de los homenajeados perdura, pero si sólo se amparan en razones estéticas corren el riesgo de que alguien, los que ostentan el poder, traten de dar satisfacción a nuevas sensibilidades estéticas. Mientras se conserve la fidelidad a la ética nada debe perturbarnos. La historia del mundo es un cambio de estética y una profundización y ampliación en la participación de los valores éticos.

El ideal de la excelencia ética, es la liberación simbólica del individuo de sus condiciones de posibilidad, como ser humano pata elegirlas ahora como dones y como regalos, no por necesidad, sino por sobreabundancia. La apetencia de inmortalidad no debe entenderse de modo exclusivo ni siquiera principalmente religioso. La inmortalidad es el objetivo simbólico básico de todas las sociedades que en el mundo han sido, son y serán. A través de la historia los mecanismos inmortalizadores han variado mucho. La inmortalidad es lo que reclamamos de nuestros compañeros de grupo. Nada más lógico: puesto que el reconocimiento que instituye nuestra humanidad nos viene de nuestros semejantes; en ellos apoyamos también nuestro intrínseco afán de perduración indefinida. El sujeto ético se inmortaliza por su identificación voluntaria con los valores universales en los que cristalizan las duraderas formas de reconocimiento de lo humano por lo humano.

En su realización los hombres y mujeres se ven forzados a superarse a sí mismos, por la aprobación de los demás. Si únicamente tratamos de conservar los valores estéticos en perjuicio de lo ético estamos facilitando la repetición de lo más obscuro de la historia. La Ley de la Memoria Histórica se mueve en esta filosofía: honrar la conductas éticas en la historia