Motril (Granada). Entrevista con José María Azuaga Rico, especialista en Guerrilla Antifranquista.

“Queda pendiente la identificación y recuperación de las incautaciones que los franquistas hicieron de las propiedades de quienes se les opusieron”

Política – G.P.F. – Lunes, 1 de Marzo de 2021

José María Azuaga Rico (Torrox, 1957), catedrático jubilado de instituto, es uno de los historiadores que mejor conoce la guerrilla antifranquista en Andalucía, y buena parte de España. Lleva investigándola desde hace casi cuatro décadas. Es el tema al que ha dedicado más tiempo en sus investigaciones. Junto a ella, algunos capítulos de la Guerra Civil y de la resistencia política al franquismo. Realizó su tesis doctoral sobre la guerrilla en Granada y la zona oriental de Málaga, que posteriormente publicó, ampliando algunos aspectos, en un libro titulado Tiempo de lucha. Granada-Málaga: represión, resistencia y guerrilla (1939-1952). Conoció a buena parte de las personas que se vieron implicadas en aquel fenómeno político-social al final de sus vidas. Sus textos y sus conocimientos son de consulta obligada para cualquiera que desee conocer aquel oscuro periodo de la reciente historia española. Este trabajo de investigador lo ha compaginado con su profesión, que fue, hasta su jubilación, la de profesor de instituto.

Pregunta: ¿Cuándo y por qué se interesó tan profundamente por el tema de la guerrilla antifranquista?

Respuesta: Cuando estudiaba la carrera de Geografía e Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de Málaga, entre 1974 y 1979. Allí existía un ambiente proclive al conocimiento de ese pasado, al menos en determinadas asignaturas. No es que se abordara abiertamente la historia de la guerrilla antifranquista o de la resistencia política, pero el contexto era propicio para que nos hiciéramos preguntas sobre el franquismo y la lucha contra el mismo. El ambiente era aún mayor entre los sectores de la oposición al régimen que había en esa Facultad. Fuera de la misma, conocí a militantes de la resistencia antifranquista de posguerra, relacionados con la guerrilla, como Salvador Trujillo Rueda, militante del PCE, que había sido torturado y encarcelado. Durante la guerra, había sido militar del Ejército republicano y fue una de las personas que se esforzó por evitar la violencia en la retaguardia. Yo me hacía muchas preguntas sobre ese tiempo, y quería resolverlas.

En mi interés también influyó lo que me contaba mi padre, que vivió ese tiempo en Torrox, de donde éramos naturales. Pese al silencio imperante, él me contaba cosas, así como mi madre. Solíamos pasar el verano en la casa de mis abuelos maternos, en El Morche, y mi abuelo me contaba muchas historias, sentados por la tarde en la puerta de la casa, antes incluso de que yo entrara en la Facultad, pues él murió en 1974. Yo le preguntaba también a mis tíos y a otros conocidos.

Entre las muchas cosas que me contó mi padre, deseo recordar una de ellas. Él asistía a unas clases nocturnas en 1945, con 17 años, y tres de sus maestros eran miembros de la organización clandestina del PCE. Cuando fue descubierta, a uno de ellos lo torturaron y encarcelaron; otro se marchó a la guerrilla, que era, por tanto, una salida frente a la represión y una alternativa de lucha; el otro militante pudo pasar desapercibido; se llamaba Javier Núñez Yáñez y con el tiempo fuimos grandes amigos. En otra ocasión, según me contaba, los guardias dieron muerte a un guerrillero, años después, y él, que tenía un camión, fue obligado a transportar el cadáver al cementerio. A Torrox enviaron también soldados de regulares, y mi abuelo paterno se enfrentó con uno de ellos. Allí estuvo destinado el entonces capitán Manuel Prieto López, al que otros guardias llegaron a acosar y hacer boicot pues, pese a su dureza, no aceptaba los atropellos que otros cometían y el extremo al que llegaban. Prieto era más conocido en la provincia de Granada, donde desarrolló la mayor parte de su trayectoria contra la guerrilla.

Tras acceder al sistema educativo, como profesor de instituto, trabajé en un grupo de investigación de didáctica de la Historia, a principios de los 80, y preparamos varios trabajos para llevar al aula aspectos de la Historia poco tratados, y con una pedagogía distinta. Uno de ellos fue el de la vida cotidiana en la posguerra, dentro del cual abordábamos la guerrilla. Esto acrecentó mi interés por el tema, y en 1983-84 decidí sumergirme en el mismo.

Mi deseo era aclarar una serie de aspectos que permanecían muy confusos o abiertamente silenciados: caracterizar el contexto, las dimensiones, los motivos y los objetivos de la guerrilla, los hechos concretos en que había participado y, muy especialmente, las características de la violencia desarrollada, con especial atención a los casos de ejecuciones extrajudiciales, es decir lo que se conoce como aplicación de la ley de fugas.

“Existe una deuda impresionante con estas personas, con las víctimas del régimen”

Esto último estaba especialmente silenciado y mostraba, junto con otros actos de violencia, como la tortura, las violaciones, los encarcelamientos, los incendios de cortijos, etc, las verdaderas dimensiones del franquismo, su secreto más sórdido. A medida que entraba en contacto con las víctimas de estos procedimientos o con sus descendientes, cada vez veía con más claridad no solo la gran laguna historiográfica que había, sino la enorme injusticia de que no se hubiera contado la verdad de lo ocurrido, con las familias condenadas a sufrir en silencio, sin saber muchas veces dónde se encontraban los restos de sus seres queridos, y condicionadas de por vida a las consecuencias de la falta temprana de ellos: consecuencias psicológicas, económicas, culturales, etc. Es decir, este estudio no podía quedarse en el gabinete del historiador, tenía que suponer también un compromiso. Además, veía que resultaba útil para entender las causas de la situación que vivían esas personas: sus dificultades económicas, culturales o sociales han tenido mucho que ver con la represión sufrida. Pongo un ejemplo: si el padre o la madre de ellas o ellos no hubiera sido asesinado por los franquistas, su vida habría sido mejor, se habría desarrollado de otra manera. Y el franquismo no se ocupó de ellos, de ayudarles a salir adelante, más bien al contrario. Existe una deuda impresionante con estas personas, con las víctimas del régimen.

-Entre 1939 y 1952, en el caso de Andalucía Oriental, hay que distinguir varias etapas en lo que se llama “hombres de la sierra” o guerrilleros. ¿Cuáles son las características de cada una de aquellas etapas?

Por lo que he podido ver, los distintos investigadores no coinciden totalmente en la periodización. Voy a exponer la que me parece más adecuada, que he procurado basar en el contexto histórico español e internacional, así como en el desarrollo que tuvo la misma guerrilla.

La primera etapa corresponde a la Guerra Civil, que es cuando se da un doble fenómeno. Por un lado, el de los huidos, o personas que para escapar de la durísima represión franquista se esconden en la sierra, procurando sobrevivir, y que no son exactamente guerrilleros, aunque algunos llegaron a serlo. Por otro, el de los primeros guerrilleros, aquí denominados “Niños de la noche”. Estaban subordinados al Gobierno republicano, sobre todo tras la caída de Málaga y de gran parte de la provincia de Granada en febrero de 1937, con la llamada desbandá. Tuvo lugar entonces un proceso de militarización y, vinculadas al mismo, de imposición de la disciplina, la jerarquización y el mando único, no siempre logrados. Esto afectó a la lucha guerrillera, cada vez menos autónoma, como había sido hasta entonces. Por eso afirmaba que los “Niños de la noche” dependían del ejecutivo republicano. Cruzaban las líneas del frente de batalla para introducirse en la zona dominada por los sublevados. Realizaban labores de espionaje, sabotaje y atentados. Procuraron trasladar a la zona republicana a personas perseguidas, e intentaron dar un carácter guerrillero a algunos huidos. Pretendían, igualmente, que se sublevara la zona dominada, en combinación con un ataque del Ejército Popular de la República.

La segunda etapa, de 1939 a1942: corresponde a la primera posguerra que coincide con los éxitos del Eje en el campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Etapa de destrucción de la oposición antifranquista, que se reconstruye una y otra vez en la clandestinidad y que es sucesivamente descubierta y represaliada. Más que de guerrilla, que se da en pocos lugares de España, hay que hablar de predominio de los huidos, como corresponde a una época en la que es difícil otro tipo de actuación en la sierra. Las organizaciones de izquierda que pueden apoyar a la guerrilla antifranquista desde Francia se encuentran perseguidas a raíz de la invasión nazi, lo que explica también la enorme dificultad, en esos momentos, de organizar guerrillas en España.

La tercera etapa, de 1942 a 1946: corresponde a la época de los éxitos aliados en la Segunda Guerra Mundial junto con el año siguiente, en que aún no han roto entre sí esos aliados y no ha comenzado la Guerra Fría. Existe la esperanza de que la derrota nazi y fascista arrastre al franquismo, y que se produzca algún tipo de ayuda aliada, así como una insurrección popular que acaben con él. Es entonces cuando, a principios de 1946, se crea la Agrupación Guerrillera de Granada. Poco antes se había organizado la de Málaga, que se unió a la granadina, y pasaron a denominarse Agrupación Guerrillera de Granada (no Granada-Málaga). Algunos llegan de la Francia metropolitana, de sus colonias del Magreb, o de otras regiones de España. Además, actúan numerosos grupos independientes de las agrupaciones, muchos de ellos lo venían haciendo desde fases anteriores, como el de los hermanos Quero, Juan Francisco Medina “Yatero” o Juan Garrido Donaire “Ollafría”.

La cuarta etapa, de 1947 a fines de 1949: años de mayor fortaleza de la guerrilla, debido a que coinciden en ella personas de gran experiencia y conocimiento del terreno, a que saben aplicar unos procedimientos que les dan bastante fuerza, a que la misma represión empuja a muchas personas a la misma, a que -sobre todo al principio de estos años- parece que aún no tiene claro la guerrilla que la Guerra Fría va a consolidar al franquismo y se mantiene la esperanza de que este sea derrotado. Otro motivo de que esta etapa sea de auge de la guerrilla fue que el régimen no había encontrado una estrategia útil para sus propios intereses.

Se está desarrollando en estos momentos la Agrupación Guerrillera de Granada, dirigida por “Roberto”, con una fuerte disciplina interna y unas tácticas eficaces. La represión se había incrementado con fuerza, siendo 1947 el año del auge de los fusilamientos extrajudiciales, no solo en Andalucía Oriental, sino en toda España. Esa represión acabó con la Agrupación de Almería, que actuaba, al menos, desde el año anterior, y durante estos años desaparecen varios grupos, como los antes mencionados de los Quero, “Yatero” y “Ollafría”. Pero en Granada y Málaga la Agrupación Guerrillera tendrá importantes éxitos, como ocurrió con los combates de cerro Lucero o cerro Verde, o con fuertes golpes económicos, que acabaron por generar una crisis interna en la Guardia Civil de ambas provincias, con procesos judiciales a algunos guardias, sanciones y destitución de los jefes de las dos Comandancias.

La quinta etapa, de otoño de 1949 a 1952: fase de decadencia y desaparición final. Comienza con la llegada a jefatura de la Comandancia de Granada de la Guardia Civil del teniente coronel Eulogio Limia Pérez, a raíz de la crisis interna que hubo en el Cuerpo. Tuvo la fortuna de que en uno de los primeros encuentros la Agrupación perdió a Manuel Lozano Laguna, uno de sus máximos dirigentes, muy querido por sus compañeros. Fue en Zafarraya, en diciembre de 1949. Además, se entregó Manuel Martín Vargas “Felipillo”, de Escúzar, gran conocedor de la red de enlaces, a muchos de los cuales va a entregar.

Asimismo, Limia fue muy exigente con los guardias, a algunos de los cuales expulsó del Cuerpo, acusados de incumplimientos. Y, por supuesto, también fue muy duro en la lucha antiguerrillera. Sus tácticas se pueden ver en la actuación que tuvo en Salar y Loja en agosto de 1950, donde para detener a los enlaces que habían localizado evitó ir haciéndolo de uno en uno o en pequeños grupos, lo que podía provocar que los restantes, al verse en peligro, huyeran, e incluso se unieran a la guerrilla. Rodeó a ambas localidades y los detuvo a casi todos de golpe. También se puede ver la actuación de Limia en la forma de actuar de sus contrapartidas, muy experimentadas, pues habían actuado antes con él en Toledo y Ciudad-Real, y se las trajo de allí.

La Agrupación decidió renunciar a este tipo de lucha a principios de 1951. “Roberto” se trasladó a Madrid para buscar contactos y documentación con la que salir al extranjero con los maquis, pero fue detenido y pasó a colaborar con la Guardia Civil, entregando a parte de sus compañeros. Otros, en cambio, pudieron escapar, como Antonio López Rodríguez “Justo Macho”, de Huétor-Tájar, o el grupo de seis guerrilleros que también se dirigió a Francia, y en cien días (sobre todo noches) atravesó España, sin que la Guardia Civil lograra eliminarlos. Eran Manuel Pérez Rubiño, Miguel Salado Cecilia, Francisco Martín Alonso, José Navas Navas, Enrique Urbano Sánchez y Ricardo Martín Castillo.

-Haga un retrato-robot del guerrillero de la Agrupación que actuó en Granada y Málaga, señalando sus orígenes sociales, ideología, etc.

Si tenemos en cuenta las características que se repiten con más frecuencia, el perfil del guerrillero de la Agrupación que actuó en estas provincias de Granada y Málaga era como sigue, en términos generales: un campesino pobre, procedente mayoritariamente de alguna de las localidades situadas a un lado u otro del límite de estas provincias, acostumbrado a vivir en la montaña, lo que le confería un conocimiento de la misma que le fue muy útil en este tipo de lucha. Era miembro de una familia de izquierdas que, al igual que él mismo, en el caso de que no fuese demasiado joven, con frecuencia había participado en las luchas políticas y sociales durante la Segunda República, que había defendido a la España leal durante la Guerra Civil.

Ese futuro maquis ha sufrido la represión en la guerra y en la posguerra, ha colaborado con la guerrilla antes de incorporarse a la misma y, cuando forme parte de ella, también estará allí algún pariente suyo. Al igual que ocurrió durante la República, entre los guerrilleros se encontraban quienes habían participado en la Guerra Civil y quienes no lo hicieron, sobre todo por razones de edad. Ideológicamente eran mayoritariamente comunistas, socialistas o anarquistas. La mayoría de estos guerrilleros perderá la vida violentamente o acabará en manos de sus enemigos. Solo una minoría pudo escapar al extranjero o a otros lugares de España.

Una minoría de estos guerrilleros llegó procedente de fuera, sobre todo de la Francia metropolitana o de la Argelia francesa, enviados por el PCE. Estos tenían como características comunes el haber participado en la Guerra Civil, así como en la lucha contra los nazis y los franceses colaboracionistas de Pétain; habían sufrido allí la represión y, cuando actúen en la Agrupación de Granada, tendrán casi siempre un final terrible, perdiendo la vida, como ocurrió con los guerrilleros autóctonos.

-También de lo que se llamó “gente del llano”, enlaces, colaboradores, etc.

El perfil es parecido, con la importante diferencia de que entre ellos había muchas mujeres, y de que eran vecinos de la zona. Se trataba de campesinas y campesinos pobres, de izquierdas, de procedencia rural. Algunos habían participado en la guerra; otros, no. Corrían un riesgo enorme, al tener un domicilio fijo, donde muchas veces fueron localizados, y una movilidad menor que la del guerrillero. Su labor era fundamental para que la guerrilla pudiera desarrollarse: les proporcionaban alimento, medicinas, ropa, cobijo, información… Como decía Mao, eran el agua que es necesaria para que viva el pez. También fueron víctimas de la represión, en caso de ser descubiertos, y en muchas ocasiones sufrieron la tortura o las ejecuciones extrajudiciales. En el caso de las mujeres se unía a veces la violación. Los guerrilleros les tenían un gran respeto; los llamaban “patriotas” o “guerrilleros del llano”. Una parte pudo también escapar fuera de España o a otras regiones de la misma, como Cataluña, que al ser el tradicional lugar de destino de la emigración andaluza por motivos económicos, también lo será de la que deseaba huir de la represión.

-¿Cuál fue la participación de partidos políticos y sindicatos en el movimiento guerrillero andaluz. Especialmente, el papel del PCE?

Con la guerrilla andaluza y también con la española tuvieron relación las organizaciones de izquierda. Quien más se comprometió fue el PCE, que la convirtió en elemento fundamental de su lucha contra el franquismo. Concebían la guerrilla como un factor que, unida a otros, podía provocar la insurrección popular que acabara con el régimen. Y a la misma le dedicó sus mayores esfuerzos, enviando militantes desde el exilio o desde otros lugares de España para que formaran parte de ella. Pusieron en marcha las agrupaciones guerrilleras, como las de Málaga, Granada o Almería, de hegemonía comunista, aunque habían procurado que fuesen de carácter unitario.

La actividad guerrillera no era el único elemento de la estrategia del PCE, pero sí tenía una gran importancia dentro de un conjunto de medidas que, según este partido, debían tomarse, y a las que se concedía una importancia parecida o, como decían en alguno de sus documentos, mayor que a la guerrilla. Se trataba de protestas, manifestaciones, huelgas por reivindicaciones parciales, etc., que conducirían al levantamiento popular. Pero esta lucha de masas, que así era denominada, tuvo una incidencia aún menor que la lucha guerrillera, de ahí que parezca que esta última tenía más importancia para el PCE que las otras actuaciones.

La lucha por reivindicaciones parciales encerraba una terrible paradoja, como había ocurrido en etapas anteriores, y no solo en España. Constituían un ensayo para la lucha, un recurso magnífico para la adquisición de conciencia de quienes participasen en ellas, una propaganda contra el régimen, que no podía esgrimir que se vivía en paz y con el apoyo de la población. Pero suponían un fuerte riesgo, y en caso de ser eliminados (detenidos, torturados, asesinados) quienes participaran en las mismas, se debilitaba la labor que se pretendía realizar.

“Junto a él, el Movimiento Libertario (CNT, FAI y Juventudes Libertarias). Tuvo un importante compromiso con la guerrilla, pero en menor medida que el PCE, al sufrir una fuerte división en 1945, que dañó profundamente su organización, y al optar el sector más moderado y posibilista, que era mayoritario en el interior de España, por renunciar a este tipo de lucha a partir de 1947”

Junto a él, el Movimiento Libertario (CNT, FAI y Juventudes Libertarias). Tuvo un importante compromiso con la guerrilla, pero en menor medida que el PCE, al sufrir una fuerte división en 1945, que dañó profundamente su organización, y al optar el sector más moderado y posibilista, que era mayoritario en el interior de España, por renunciar a este tipo de lucha a partir de 1947. A partir de este año pusieron en marcha una red de evasión, apoyada por el Comité Regional de la CNT, que cayó en 1949 (en ese marco, se produjeron en Granada los sucesos de calle La Paz). En cambio, el sector ortodoxo de este movimiento, mayoritario en el exilio, apoyó la lucha guerrillera durante más tiempo, hasta principios de los 50, como hacía el PCE, pero su incidencia era menor en Andalucía y en la mayor parte de España. Los libertarios conferían a la guerrilla el mismo papel de catalizador que le otorgaba el PCE, pero, salvo excepciones, eran reacios a entenderse con el Partido Comunista, al que acusaron de comportamiento autoritario y de promover la eliminación de algunos guerrilleros de otras tendencias.

De las dos corrientes en que está dividido el PSOE en la posguerra prevaleció la que aglutinaba a los antiguos seguidores de Besteiro, Prieto y Largo Caballero, frente a la de los partidarios de Juan Negrín. Esta última, más cercana a los comunistas, era proclive a la lucha armada, pero tenía muy pocos seguidores en el interior de España.

Había socialistas, que a título personal y colaborando en ocasiones con otras fuerzas, se incorporaron a la guerrilla, pero la dirección del Partido Socialista en el exilio no se comprometió abiertamente con la misma, y con el paso de los años, a medida que se desarrollaba la Guerra Fría, sus reservas iniciales se convirtieron en un alejamiento cada vez mayor. Optaba por buscar, sobre todo, la presión de otros países para acabar con el régimen. Y prefería preservar a su militancia y a su gente cercana, como ocurrió en algunos momentos anteriores de su historia. Respecto a la UGT puede decirse algo parecido, al estar muy vinculada al PSOE, aunque hay que tener en cuenta que en ese tiempo había ugetistas que eran del PCE, más proclives, por tanto, a la guerrilla.

-¿Quiénes fueron los jefes más importantes de los grupos guerrilleros en la zona de Granada?

Juan Francisco Medina “Yatero” y Juan Garrido Donaire “Ollafría”, que consiguieron alcanzar el exilio. Los de la Agrupación Guerrillera de Granada eran José Merediz Víctores, Francisco Rodríguez Sevilla y José Muñoz Lozano “Roberto”. Otros dirigentes importantes fueron Ricardo Beneyto Sapena, jefe del Ejército Guerrillero de Andalucía y, en la AGG, Ramiro Fuente Ochoa, Manuel Lozano Laguna, Manuel Jurado Martín y Francisco Sánchez Girón. Sin olvidar a Ramón Vía Fernández y a Joaquín Centurión Centurión, que dirigen la Agrupación de Málaga, pero que actúan también, aunque en menor medida, en la provincia de Granada. Ramón Vía, por ejemplo, resultó herido de disparos de bala en Fornes.

-En la guerra civil hubo mujeres en los frentes, sin embargo no aparecen mujeres guerrilleras. ¿Cuál fue el papel de la mujer andaluza en el movimiento guerrillero?

Dado que fue una guerrilla eminentemente rural, conviene referirse a la situación de la mujer en ese medio. En el caso de Granada, la historiadora Mercedes Yusta se ha hecho eco de la impresión que tuvo María Lejárraga, diputada socialista tras las elecciones de 1933, cuando recorrió la provincia, y constató la invisibilidad femenina. En las zonas rurales, los avances emancipatorios estaban siendo menores. Hubo mujeres que formaron parte de los grupos de huidos, durante la guerra y en la posguerra, pero, en lo que se refiere a la Agrupación Guerrillera de Granada, se había tomado la decisión de que no se integraran mujeres en la misma.

Se debía, a mi juicio, a una concepción patriarcal de esta actividad. Pero, pese a ello, hubo alguna mujer, como fue el caso de Carmen Díaz García, que formó parte del Comité Regional del PCE y que se relacionó con la guerrilla, en la sierra, en un plano de superioridad jerárquica. Parece, por tanto, que los avances emancipatorios que se producen en la República y en la guerra no se pierden del todo en esta lucha antifranquista.

El papel como enlace y en la resistencia política fue muy importante. Se puede decir que, gracias a la mujer, se mantuvo la guerrilla, pues le proporcionaba información, alimentos, alojamiento, medicinas. Hubo mujeres que intervinieron en actividades de denuncia de la represión, de fomento de la movilización popular, que se auto-organizaron en colectivos como Mujeres Antifascistas. Hacían hincapié en que se debía de romper con la pasividad, y en que las mujeres participaran activamente en la lucha contra el franquismo. También solicitaban la rebelión contra la carestía, el hambre y la falta de escuelas. Denunciaban la represión y proponían la organización a partir de los centros de trabajo y de los lugares de vecindad, así como la colaboración con la guerrilla, con quienes estaban en la prisión por motivos políticos y con sus familias.

En cambio, la visión que tenían sus enemigos de estas mujeres incorporadas a la lucha era abiertamente machista: agresiva contra la mujer, a la que consideraba corruptora de hombres, como Eva en el paraíso, en la línea de lo que muchas veces había transmitido la Iglesia católica. Así lo indican ciertos testimonios, como la afirmación del guardia Francisco Aguado Sánchez, quien escribía lo siguiente: “`Roberto´ […] con una gran experiencia como atracador y terrorista […] y no menos énfasis y entusiasmo, en el que, dicho sea de paso, le anima su novia apodada `La Tangerina´”. La verdad era bien distinta: Ana Gutiérrez entró en contacto con “Roberto” cuando decidió abandonar la sierra, y colaboró con en su intento de organizar la salida de la misma tanto de él como de los demás guerrilleros. No lo animó en lo que decía Aguado.

La mujer implicada en la resistencia, ya sea política, ya armada, sufrió una dura represión: torturas, ejecuciones, violaciones. Se las represaliaba por el mero hecho de estar emparentadas con los guerrilleros, aunque no hubieran notado en ellas implicación alguna con el maquis.

El estudio de su actuación está lejos todavía de recoger su realidad; la misma historiografía la ha olvidado con frecuencia. Unas veces ha sido silenciada; otras, minusvalorada.

-¿El movimiento guerrillero fue la continuación de la Guerra Civil, de manera soterrada?

Efectivamente. El dictador afirmó el uno de abril de 1939 que la guerra había terminado, pero en la práctica mantuvo una situación de persecución extrema a los vencidos. Una estrategia de terror que no se parecía en nada a la paz que proclamaba. Ese mismo mes de abril, Franco llevó a cabo una gira por Andalucía, y cuando habló desde el balcón del Ayuntamiento de Málaga se desdijo de sus anteriores palabras, llegando a afirmar que la guerra no había terminado. Como decía Manuel Ballvé, desde el punto de vista jurídico no concluyó hasta 1948, pues hasta esa fecha estuvo vigente el bando militar que declaraba el estado de guerra, de julio de 1936.

Con la guerrilla se pretendía contribuir para que acabara el estado de cosas que había originado la Guerra Civil, es decir, la dictadura de Franco. La Agrupación Guerrillera se consideraba heredera del Ejército Popular Republicano y, por tanto, estimaba que su actuación era legítima, al continuar luchando por la República democrática, como hacía éste.

Y también es cierto que esa continuación fue soterrada, sobre todo por parte del régimen de Franco, que no quería que trascendieran las dimensiones de sus represalias, ni que se supiera que aquí no se vivía en paz, como aseguraba su propaganda o que se luchaba como se hizo contra Hítler o Mussolini, pues también podía producirse una intervención extranjera.

-¿Cómo veía la sociedad granadina a los hombres de la guerrilla en sus distintas etapas?

Depende de qué parte de la sociedad. Para los que estaban vinculados al régimen, muchos de ellos de las clases altas, constituían un serio problema. Para los que deseaban la instauración de un régimen democrático, eran una esperanza. También veían muchos con inquietud que la represión estaba siendo brutal, y el régimen se esforzó por hacer creer que los responsables de la misma eran los guerrilleros, cuando era él el que la realizaba. Limia, por ejemplo, llevó a cabo una campaña, llegando a difundir octavillas en las que se culpaba a la guerrilla de las penalidades que estaban pasando.

Valore los casos de denuncias, delaciones, chivatos, colaboracionistas, etc. que aparecen en los historiales de guerrilleros, muchas de las cuales llevaron a la muerte o a la cárcel a otros compañeros.

Se trataba de una táctica del franquismo, enormemente destructiva. Fomentaba el abandono de la guerrilla o de la ayuda a la misma por parte de los enlaces. Les prometía evitar sufrir la tortura y otras vejaciones y perdonarles la vida, lo que no siempre cumplió, como puede verse en los casos de “Roberto” y de Francisco López Pérez “Polopero”. A cambio de ello se tenían que convertir en colaboradores de la Guardia Civil en la persecución de sus compañeros. Las consecuencias de esta táctica fueron catastróficas para la guerrilla y sus enlaces, pues quienes colaboraban con el enemigo solían conocer muy bien quiénes ayudaban al maquis, en qué cortijos vivían, o las rutas de paso de los guerrilleros, los lugares a los que se dirigían, quiénes eran, si iban a algún sitio de forma encubierta, como ocurrió con “Roberto”, al que un guerrillero entregado identificó en un bar de Madrid.

Otra consecuencia de este proceder fue que la guerrilla prohibió el abandono de sus filas. Aseguraban que no podían tolerar que quienes estaban entre ellos y conocían tanto se pasasen al enemigo. Era una traición. En caso de intentar abandonar la guerrilla se le podía aplicar la pena de muerte. El régimen desplegó una campaña en la que prometía respetar la vida de quienes se entregasen y dejar de acosar a sus familias. El premio sería mayor si eliminaban antes a algún guerrillero y si entregaban gente. Esta actuación constituyó una de las causas de la derrota de la Agrupación, pues hubo algunos que dieron ese paso y descubrieron a la red de enlaces. La respuesta guerrillera fue la que antes mencioné: intentar eliminar a quienes lo hicieran o a quienes tuviesen previsto hacerlo. Se trataba de una decisión muy drástica, pero en ella cifraba la guerrilla su supervivencia. La entrega y colaboración con el enemigo significaba que tanto guerrilleros como enlaces iban a ser torturados y asesinados. A mí me llegaron a decir que era inaceptable que entregaran a sus enlaces, que tanto se estaban arriesgando y sacrificando por ellos.

De los entre 14 y 20 guerrilleros de la Agrupación que eliminaron sus compañeros, la mayoría fue por este motivo.

-¿Cómo fue la violencia guerrillera?

La violencia que llevó a cabo la Agrupación Guerrillera constituyó una respuesta a la situación que vivía, a la violencia sufrida por los mismos guerrilleros o por sus personas allegadas. La insufrible presencia de la represión llevada a cabo por el franquismo está en el origen de la actuación guerrillera; sin ella no se puede entender ésta. Siempre menor que la franquista, no llegó a los extremos de ésta: la guerrilla, por ejemplo, no asesinó a familiares de los guardias, por el mero hecho de ser familiares de ellos.

Esa violencia tuvo como principales destinatarios a los delatores y, en menor medida, a los represores. El órgano de prensa de la Agrupación, denominado Por la República, en los años 1948, 1949 y 1950 publicó una relación de personas a las que habían dado muerte: al 60% los consideraba confidentes del régimen.

Luego estaba la que he mencionado anteriormente: la eliminación de los guerrilleros que pretendían desertar.

-¿Qué nos falta por saber de los maquis desaparecidos?

Dónde se encuentran. Considero que cuando hablamos de desaparecidos en la época de la guerrilla, nos referimos a las personas que fueron muertos por la Guardia Civil y sus restos no han sido localizados. Se han encontrado algunos, lo que ha supuesto un alivio para sus familiares y demás seres queridos, pero quedan muchos por localizar. Aquí es fundamental la actuación de las asociaciones memorialistas, de los historiadores e historiadoras. Pero también de Estado, comprometiéndose decididamente: si pone al servicio de esta búsqueda sus propios archivos y a la Guardia Civil, para que aporte lo que pueda mantener en su memoria.

-¿Qué opina del papel que han jugado los políticos desde la Transición hasta ahora para saldar este asunto histórico?

Durante la Transición hubo un acuerdo tácito de no abordar estos temas. Consideraban que era uno de los aspectos que, de plantearse abiertamente, podía provocar la reacción de la derecha, del Ejército y de las fuerzas policiales, en contra del proceso de democratización. No creo que hubiesen aceptado la recuperación de la memoria histórica en esos momentos, con lo que significa, entre otras cosas, de reparación y de justicia. Comprendo, aunque resulte doloroso, que fuese un tema aplazado. Como tantos otros. Pero la consolidación de este sistema, tras la victoria socialista por mayoría absoluta en octubre de 1982, creo que permitía que se recuperara la memoria de lo ocurrido con la guerrilla y con otros aspectos de nuestra historia durante la República, la guerra y el franquismo. No existía peligro de golpe de estado, pero se marginaron estos temas. Creo que hubo una falta de sensibilidad hacia quienes habían luchado por la libertad y habían sufrido la represión.

Gracias a la actuación del movimiento memorialista, hay políticos, sobre todo de izquierdas, que han reaccionado, y se están tomando iniciativas. Está por ver cómo se desarrollan.

La actitud de la derecha era y sigue siendo contraria a abordar la verdad de lo ocurrido o a que se haga justicia. Y es que, en nuestro caso, no ha roto del todo sus lazos con el franquismo. Pocas personas de derechas se opusieron al mismo, y muchos fueron los que lo apoyaron. Entre otras cosas, me parece que temen ahora que se aborde el tema de los bienes de los defensores de la República, de los que muchos de ellos se apropiaron. Es decir, un asunto económico, que, por mucho que se critique al marxismo, se encuentra, una vez más, en el origen de ciertos comportamientos.

-Y del miedo/terror que desde siempre han mostrado los familiares para hablar de lo que sucedió a sus antepasados.

Fue tanto lo que sufrió, que el miedo se hizo cuerpo en muchas personas. Es una muestra de hasta dónde había llegado la represión. Se había interiorizado. Asimismo, ocurre que mucha gente evita los recuerdos más dolorosos. Además, se temía hablar de estos temas y enfrentarse con los que detentaban, en muchos casos, el poder: no solo político, también económico o cultural.

-¿Cuál es el papel que están jugando las asociaciones memorialistas. Están suficientemente apoyadas y financiadas?

Muy positivo. Tienen sus fallos, como toda actuación humana, pero han supuesto un impulso muy importante al proceso de recuperación de la memoria. Muchos actúan ahí de forma desinteresada, y a costa de su propio tiempo, esfuerzo y recursos, lo que hace más meritoria su labor. Su labor social es impresionante: he sido testigo del agradecimiento que las familias de las víctimas les tienen por haber localizado sus restos, que a veces han sido exhumados e identificados, y se les ha podido dar una sepultura digna. Además les proporcionan información sobre ellos, y han creado un ambiente propicio a que se puedan expresar las víctimas. Vencer el miedo y poder expresarse es algo fundamental en una democracia.

Mejor que con mis palabras, lo expresaba el forense Francisco Etxeberria, que ha exhumado los restos de muchos fusilados: “No puede ser que todavía haya personas en España que cuando hablen de la Guerra Civil y de la represión lo hagan con miedo. A esa gente hay que decirle que aquello fue injusto, que les comprendemos y que les apoyamos. No puede seguir existiendo miedo”.

Están realizando, además, una labor pedagógica. La exigencia de retirada de símbolos que enaltecen al franquismo va en ese sentido. No se puede glorificar a los partidarios de la dictadura.

Las asociaciones memorialistas no están suficientemente apoyadas y financiadas, y es necesario que tanto la sociedad como el Estado se impliquen más con ellas. Más de una vez me ha llegado información de compañeras y compañeros muy queridos, como los del grupo “Todos (…) los Nombres”, por ejemplo, que hablan de esa falta de recursos y que a veces realizan campañas para obtenerlos.

-¿Cree que existe una herida abierta todavía en la sociedad granadina a causa de los años de guerrilla?

Sí, porque aún no se ha recuperado y difundido adecuadamente toda la verdad de lo ocurrido, no ha habido reparación, ni justicia, ni compromiso de no repetición de lo que hizo el franquismo. Es tremendo que mueran personas que no han visto alcanzados esos objetivos, uno de ellos, el de recuperar los restos de sus seres queridos. He conocido varios casos así. Me llama la atención los ataques que se producen contra el movimiento de recuperación de la memoria histórica, cuando está luchando, entre otras cosas, por la localización, exhumación e identificación de los restos de las víctimas del franquismo, para entregarlos a sus familiares y que estos puedan darles una sepultura adecuada y que no queden en cualquier lugar: en una cuneta, en una fosa común, sin nombre alguno, etc.

En otro orden de cosas, queda también pendiente la identificación y recuperación de las incautaciones que los franquistas hicieron de las propiedades de quienes se les opusieron y que muchas veces no han recuperado.

-Ud. tuvo la suerte de conocer de primera mano a guerrilleros y guardias civiles que se enfrentaron, incluso algunos retornados del exilio después de 1977. ¿Qué opiniones o recuerdos guarda de ellos?

Los recuerdos, por lo general, son muy gratos, y en algunos casos llegué a tener amistad con aquellas personas. Yo les estoy muy agradecido a quienes aceptaron que les entrevistase, dedicándome parte de su tiempo, transmitiéndome sus recuerdos, muchas veces impregnados de dolor. Aprendí mucho de ellos. El contacto solía ser muy emocionante.

De los guerrilleros, al igual que de la resistencia antifranquista en general, tengo una opinión muy positiva. Sin desdeñar a nadie, para mí han sido lo mejor de nuestro pueblo: unas personas que se han expuesto a lo peor por luchar para que acabase la dictadura. Si se hubieran dedicado a otra cosa les habría ido mejor, no habrían sufrido tanto, pero dieron el paso del compromiso. Muchas veces se trataba de antiguos enlaces que se marchaban a la sierra para evitar el zarpazo represivo, y se puede pensar que no tenían otra opción, pero eso no les resta mérito, porque el paso del compromiso ya lo habían dado anteriormente, al implicarse como enlaces, corriendo un riesgo enorme.

De los guardias civiles, pude comprobar que una parte había procurado no implicarse en la represión. No se puede decir que todos fueran iguales, pues hubo quienes se hicieron los enfermos para no intervenir en acciones de terror, o que hasta se dieron de baja en el Cuerpo. En la guerra había pasado algo parecido, con soldados que eludieron formar parte de los pelotones de ejecución. También conocí a alguno. Otros, en cambio, no tenían esas características, y participaron en torturas o ejecuciones; también conocí a alguno de ellos. Mi opinión, en este caso, es muy negativa.

-¿Puede referir alguna de sus últimas investigaciones?

Sí, la relativa al papel del fuerte de Carchuna en la posguerra. Esta investigación la he llevado a cabo con Jacqueline López Ligero, con quien he realizado varias investigaciones y estoy colaborando para otros estudios. Del fuerte de Carchuna se sabía que había sido centro de detención de unos prisioneros asturianos defensores de la República, liberados por una acción guerrillera en 1938. Pudimos demostrar que en la posguerra fue centro de detención y tortura. En su guerra sucia contra la guerrilla, el franquismo encarceló allí a personas, y a algunas de ellas las ejecutó posteriormente sin juicio previo. Pudimos entrevistar a Manuel Guerrero Navarro, de Lentegí, quien nos contó lo que ocurrió allí, siendo él uno de los represaliados. De ese lugar se llevaron a algunos a las proximidades de Castell de Ferro, donde los fusilaron. A las mujeres y hombres procedentes de Motril y Órgiva, a quienes ejecutaron de la misma forma cerca de Gualchos, también los tuvieron antes en el fuerte. Ambos casos se dieron en el verano de 1947.

https://www.elindependientedegranada.es/politica/queda-pendiente-identificacion-recuperacion-incautaciones-que-franquistas-hicieron?fbclid=IwAR2vUZbMjaA9V4N06EsOd2CwG_VMl1XVv7qG8eoWrjrDkDIzTsFxM7XqZc0