Balbino García de Albizu fue, junto a los ayuntamientos amescoanos, el impulsor de las exhumaciones y principal investigador de lo ocurrido. Su trabajo ha dado sus frutos
Noticias de Navarra | Cristina Solano – Javier Arizaleta | Estella – Lizarra |18-4-2015
La investigación histórica y forense ha sido fundamental para conseguir las identificaciones de seis de los siete cuerpos de desconocidos que había en la sima. García de Albizu Jiménez ha sido el coordinador de un extenso grupo de un centenar de colaboradores en el que destaca también el trabajo de Amaia Urkijo, nieta de Narciso Artola.
¿Cómo le afectó la represión a su familia?
—En el período 1936-1939 mi padre, Elías, de Izquierda Republicana, perdió a muchos de los suyos. Su hermano Luis murió a los pocos días de salir de la cárcel, de tuberculosis; su padre, Balbino, fue asesinado; su esposa huyó de San Sebastián con su hija de 2 años, estuvo en Gernika durante el bombardeo, y de Santander fue evacuada a Francia desde donde volvió a Catalunya. A su madre, Elena, le incautaron la casa. Él, en el copo de Asturias, consiguió ser hecho prisionero por tropas de la División Cóndor, que no fusilaban a los soldados republicanos y su hermano Clemente, de Izquierda Republicana, fue capturado y encarcelado en Burgos, donde murió en 1939 de tuberculosis.
¿Cómo se vive en una familia unos hechos de estas características?
—Más que miedo, había un dolor infinito por lo padecido y por cómo y por qué ocurrió. La mitad de mi padre murió entonces. Y el silencio, por su parte, fue absoluto.
¿Es un honor para usted llevar el nombre de su abuelo?
-No voy a caer en el error de creer que mi abuelo fue mejor porque lo matasen. Mi abuelo era un aldeano, con virtudes y defectos muy comunes. Pero creía que un mundo más justo era posible, aunque sabía que eso había que trabajárselo, y eso intentó, aunque le fue mal. Algo así debió contagiar, al menos, a tres de sus hijos: Luis, Clemente y Elías. Y tampoco le fue bien a ninguno. Algo de eso me ha llegado.
¿Cuándo decidió que era el momento de trabajar en conseguir las exhumaciones?
—Cuando supe, gracias a Eugenio Roa, mucho tiempo atrás que había seis o siete muertos más y que no sabía nadie quiénes eran. En 2010, me puse a la tarea de abordar lo que hicimos aquí con el 36; no la Guerra, ni lo que pasó lejos, lo de aquí. Porque había más información disponible que años antes y porque las exhumaciones iban a descubrir la barbarie propia, para que, repudiándola, evitáramos su repetición.
¿Por qué en ese momento?
—Porque había distancia suficiente como para poder ser críticos con la crueldad aplicada y cercanía suficiente como para entender el dolor causado.
¿Cómo recuerda la Semana Santa de 2013 cuando se abrió la sima?
—Debo decir que yo no estaba bien de salud, aunque asistí con mucho pragmatismo. Tenía muy clara y muy asumida una parte de lo que allí había ocurrido. Lo que me interesaba era lo que quedaba por conocer, y que el informe forense y la investigación pondrían de manifiesto.
¿Decidió entonces trabajar en las identificaciones del resto?
—En realidad ya lo tenía medio pensado. Y abrí entonces un capítulo en el libro, que lleva el nombre de El matadero de Urbasa, en el que he tratado de reconstruir los asesinatos, de los que he hallado información fiable, cometidos en Urbasa. No sólo los de esta sima. El trabajo se aceleró a partir de que Amaia Urkijo Artola, que ya tenía tarea hecha, empezase a trabajar conmigo, en marzo de 2014.
Durante estos meses, ¿han encontrado interferencias que les han dificultado el trabajo?
—La respuesta anterior es muy reveladora. Desde el 31 de marzo de 2013 hasta hoy mismo, en este asunto no ha trabajado nadie que no sea Aranzadi y nuestro equipo de proyecto. Pero han salido noticias en los medios, no emitidas por los citados y, en general, prematuras, incorrectas o inoportunas. No entorpecen mucho, pero incordian y no ayudan en absoluto.
¿Cómo ha vivido esta semana el momento de comunicar a las familias que estaban en lo cierto?
—Estábamos muy seguros de nuestras hipótesis, desde hace casi un año, y debimos transmitir esa seguridad a las familias cuando les tomamos las muestras de ADN, porque todos se han tomado esta confirmación con bastante naturalidad. Amaia ha manejado este tema con mucha soltura, porque los últimos cuatro identificados eran nacidos y/o vecinos de Etxarri Aranatz, asesinados junto a su abuelo, Narciso Artola.
Ahora, ¿cuál es el procedimiento?, ¿qué se va a hacer con los cuerpos?
—Una por una, respetar, dentro de lo legalmente previsto, los deseos de cada familia. Cinco han mostrado ya su preferencia por reinhumarlos en la propia sima. Y esa opción es avalada por razones técnicas, paisajísticas, de accesibilidad, sentimentales, etc. Parece probable, y no pretendo influir en la decisión de nadie, que la mayor parte de los restos vuelvan a la sima, que será sellada posteriormente.
¿Cree que gracias al esfuerzo voluntario de todos los que han trabajado en el proyecto se ha conseguido honrar a los asesinados?
—Creo que, en la medida en que hoy, y desde nuestra posición, es posible, estamos cumpliendo plenamente los objetivos previstos. Incluso hemos ido más allá, porque, en colaboración con Aranzadi, hemos logrado la identificación de seis de los siete cadáveres desconocidos y hay seis familias que han conseguido saber lo qué ocurrió y dónde.
¿Cuándo podremos tener su libro entre las manos?
—El libro va más allá de la Sima de El Raso y de los asesinados en Urbasa. Lo debo actualizar tras las pruebas genéticas confirmatorias de nuestras hipótesis. Y llegados a este punto, no tengo problemas en demorar todavía más su publicación. Seguiré el consejo de Cicerón, de “no decir ninguna mentira, no ocultar ninguna verdad y escribir sin ira y sin rencor”.
Las claves
«Mi abuelo creía que era posible un mundo más justo y eso intentó aunque le fue mal»
«Cinco familias han mostrado su preferencia por reinhumar los restos en la propia sima»
http://www.noticiasdenavarra.com/2015/04/18/sociedad/navarra/gracias-a-la-investigacion-las-familias-sabemos-que-ocurrio-y-donde