Navarra Suma y el falso debate sobre el Monumento a los Caídos de Pamplona.

Los autores de este artículo acusan a las derechas de “cinismo y embaucamiento de la verdad” sobre la llamada ‘resignificación’ de este edificio de exaltación del franquismo.
 
nuevatribuna.es | ATENEO BASILIO LACORT 14/7/20

El debate sobre el Monumento a los Caídos en Pamplona ha vuelto de nuevo, señalando a un nuevo culpable, pero escondiendo que acusados y acusadores comparten el mismo y principal objetivo: no eliminar el Monumento.

Contra toda lógica, se viene justificando desde algunos sectores y partidos comprometidos con la Memoria, la no eliminación del mayor símbolo que glorifica la barbarie del ’36, como si los posibles usos resignificadores fueran suficientes para hacer justicia a las víctimas. Otro ejemplo de la llamada “memoria tranquila”.

¿Qué hay de nuevo? En diciembre pasado, el Tribunal Administrativo de Navarra (TAN) anuló el concurso para los Caídos y ordenó volver a valorar todas las propuestas presentadas al concurso del Ayuntamiento. En enero, los partidos municipales, Navarra Suma incluida, decidieron unánimemente recurrir el fallo del TAN, ante la posibilidad de que el Ayuntamiento pudiera continuar con el concurso.

Ya entonces, Navarra Suma expuso su idea de rehabilitar el monumento y reurbanizar el entorno, aunque, decían, “excluyendo en todo caso el derribo del edificio que sí apoyan otras formaciones”, exageración interesada porque no hay formaciones municipales que lo apoyen. Hasta aquí, nada nuevo, pues a todos los grupos municipales les une la decisión de mantener el monumento en pie. Las diferencias se expresan en cómo resignificarlo, aunque tienen los límites que plantean seis propuestas elegidas, que mantienen el edificio en pie. Así, hablar del derribo como una posibilidad real, cuando solo una propuesta lo apoya, suena a tergiversación interesada.

El supuesto debate marca distancias con Navarra Suma, que repite lo dicho en enero, y utiliza los conceptos “derribar” y “darle la vuelta totalmente”, como si fuesen equiparables. Pero “darle la vuelta”, que es lo que defienden, no es más que una metáfora que aparenta lo que no es, porque el Monumento y su cúpula seguirán donde siempre, imponiendo su misma presencia golpista. Resignificar, que así es como se ha justificado su no eliminación (en contra de lo que indica la ley y el sentido común), podrá llenarse de todos los significados y distracciones que se quiera, pero parten de la base común de mantener el símbolo en pie. Un objetivo que, desde el Barcinato, ha sido el prioritario de las derechas.

Extraña ver en estos años a ciertos partidos adoptar la misma postura inicial que las derechas de no derribar el edificio. Y sorprende más dicha identificación, tras leer las acertadas caracterizaciones fascistas que los denunciantes hacen de dicho monumento en su artículo. Así, cualquier persona que acepte el rigor causal de esas calificaciones, no lo dudaría ni un segundo: pediría la demolición del monumento sin dilación alguna.

Decir, como dice Navarra Suma, que “no existe argumento alguno para pedir su demolición” es cinismo y embaucamiento de la verdad, porque se trata de un monumento que humilla a las víctimas del golpe y exalta a los verdugos que llevaron adelante la masacre de personas afines, o no, al gobierno republicano. Y sanciona el cruel sectarismo afín al franquismo, estableciendo que unos murieron por España, y lo significa el edificio, mientras que los otros, “los hijos de Caín”, como dijo el cardenal Pla y Deniel, sigan aún enterrados en un ribazo, zanja o al pie de una tapia. ¿Cómo se puede ser tan obtuso para olvidar este tipo de verdades que hacen imposible aceptar un edificio que consagra lo peor que tuvo el franquismo y, en definitiva, el ser humano?

Mientras semejante símbolo siga en pie significará que el propósito que le dio forma sigue presente como una afrenta a las víctimas de la barbarie

Mientras semejante símbolo siga en pie significará que el propósito que le dio forma sigue presente como una afrenta a las víctimas de la barbarie. Desde luego, el grupo municipal de Navarra Suma no es tonto. De ahí que no se ande con distinciones semánticas, que solo crean complicaciones y enredos de los que es difícil salir, sin caer en la correspondiente palinodia del ridículo. Se limitan a hablar de mantener el Monumento y “recuperar su uso y reurbanizar la zona”. No hablan de resignificar el edificio, porque saben mejor que nadie que eso, además de ser un imposible semántico, se le resignifique con versos de Baudelaire o versículos de la Biblia, siempre despedirá el fétido olor del fascismo y de su exaltación, cobije o no en su cripta a militares perjuros y golpistas de la calaña de Sanjurjo o de Mola. Y es que Navarra Suma sabe que el edificio, mientras se mantenga en pie con su cúpula, dedicado a cualquiera de las menguadas resignificaciones que permitan llevarse a cabo, será siempre el símbolo de los suyos, el de quienes lo construyeron para exaltar y glorificar la masacre del 36. Mantenerlo en pie es una humillación permanente para víctimas y familiares y para quienes reclaman “Verdad, Justicia y Reparación”, completas, sin recortes.

Pedir la demolición del monumento iría contra sus esencias ideológicas, impensables sin la base doctrinal del franquismo. Una actitud comprensible que los honra, porque demuestran que en materia de evolución mental no han dado ni un paso adelante. Han seguido siendo fieles al mensaje franquista sin desmayo. Para muestra inequívoca de esa fidelidad, la hemeroteca de Diario de Navarra y las llamadas a la oración por parte de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, actuales inquilinos de la cripta por gracia del obispo.

Navarra Suma no pedirá la eliminación del monumento porque las derechas son incapaces de hacer algo simbólico por la reconciliación de esas dos Navarras que el franquismo construyó durante cuarenta años de dictadura. El monumento es ese baldón ignominioso que recuerda, precisamente, aquella voluntad inequívoca de mantener una Navarra dividida y, en este sentido, constituye un símbolo de vergüenza permanente de las derechas por haber apoyado, incluso advenida ya la democracia, dicha división entre “ellos” y “nosotros”, una distinción habitual en las páginas del periódico citado. Aducir que “no hay argumento para derribarlo en ningún caso” es una falacia, para ocultar que el derribo va directo contra la línea de flotación de su pensamiento ideológico, el de ellos y el de sus albaceas.

Saben mejor que nadie que el monumento sigue siendo lo que fue, es y lo seguirá siendo, a pesar de los afeites arquitectónicos y de uso que se le asignen. Y las derechas no harán otra cosa, porque jamás han estado a favor, ya no solo por el respeto hacia las víctimas y sus familiares represaliados, sino por una reconciliación entre navarros que nunca tuvo lugar, lo que supondría, esta vez sí, reconocer que sus ancestros, carlistas sobre todo, formaron parte de un genocidio increíble, y cuya exaltación la representa mejor que ningún otro símbolo el desdichado Monumento de “Navarra a sus muertos en la Cruzada”.


Firman este artículo: Víctor Moreno, Fernando Mikelarena, Carlos Martínez, José Ramón Urtasun, Clemente Bernad, Orreaga Oskotz, Pablo Ibáñez, Laura Pérez, Txema Aranaz.| Del Ateneo Basilio Lacort

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