Puebla de Guzmán (Huelva). ACTUALIZADO. Tras las huellas de las 15 rosas de Guzmán

El equipo cree que la zona en la que se ubicó la fosa fue “removida, vaciada y rellena con una capa de piedra de pizarra triturada”, tal vez durante las obras de 1973 y 1974

HuelvaInformación.es / E.Ll. huelva | 13.09.2015 – 05:01

 

No pudo presenciar las primeras catas. En octubre de 2014 José Domínguez Álvarez, conocido como Pedro El Sastre, ya no vivía. Pero su sufrimiento e historia, que cobró forma de libro de la mano del periodista Rafael Moreno en Perseguidos, editado por la CGT, nunca será olvidado: su historia pervive en el primer capítulo de la publicación y en el corazón de muchos familiares y vecinos.

José rescató para la historia un funesto episodio: el asesinato de 15 mujeres en el pueblo y que han pasado a la historia como Las Rosas de Guzmán, entre ellas su madre, María Blasa. Nueve mujeres secuestradas, vejadas y asesinadas en Puebla de Guzmán, a las que siguieron otras seis fusiladas en el cementerio de la localidad andevaleña sin juicio ni prueba alguna en su contra.

La lucha de Pedro y las investigaciones de Moreno contribuyeron a que el Ayuntamiento de Puebla de Guzmán, ante la petición de familiares de represaliados, apoyara una intervención en las fosas del cementerio, de cara a la localización y exhumación de los restos. Así nació un proyecto que fue presentado a la Dirección General de Memoria Democrática tras ver la luz en unas jornadas de la Amhyja (Asociación de Memoria Histórica y Justicia de Andalucía).

Tras su aprobación, dio comienzo la intervención arqueológica en el cementerio viejo. La búsqueda comenzó en octubre de 2014, con el objeto de localizar las cuatro fosas registradas en el Mapa de Fosas de Andalucía. Sin embargo, la intensiva búsqueda efectuada en toda la superficie del cementerio ha sido infructuosa y los resultados no han sido los esperados, ya que no se ha llegado a localizar ninguna de las fosas registradas.

“Estuvimos buscando con maquinaria en todo el recinto pero no apareció ningún indicio de fosa alguna en la que pudieran aparecer restos que hubieran sido ocultados o que tuvieran signos de violencia”, explica Elena Vera. ¿Qué ocurrió en el camposanto para que la memoria fuera arrasada? ¿Dónde están los restos de tantos represaliados? ¿Pudo ser arrasado de manera clandestina?

Según la arqueóloga, los trabajos fueron complicados. No en vano, el cementerio está “muy removido”, ya que a lo largo del siglo XX fue muy intensa la actividad en este pequeño camposanto en funcionamiento desde mediados del XIX. Los expertos se encontraron con superposiciones de sepulturas desde los dos metros y pico hasta la superficie, algo habitual en estos casos. Porque en los cementerios, tal y como asegura la arqueóloga, es muy complicado hacer excavaciones y separar los enterramientos de personas que pudieron haber sufrido muerte violenta de los enterramientos que están de forma normalizada.

Según el mapa y los testimonios orales recogidos en investigaciones, existía una primera fosa “bajo los nichos del muro sur y a lo largo de este, siendo la más larga, ya que se situaría entre los muros laterales”. Los testimonios aseguran que “ponían a los hombres al borde para que cayeran dentro al fusilarlos”. Así lo explica la memoria que, bajo el título La represión franquista en Puebla de Guzmán. Investigación histórica, arqueológica y antropológica. Resultados, han realizado Elena Vera, Juan Manuel Guijo y Elisabet Conlin.

Entre el número indeterminado de fusilados había al menos ocho de San Silvestre: Antonio Fortes Jiménez, Antonio Fortes Pérez, Manuel Rodríguez González (padre), Miguel Rodríguez Jiménez (hijo), Diego Rodríguez Rodríguez, Manuel Magro Sequera, Antonio Rodríguez Ortiz y Sebastián Martín Rodríguez. La única modificación que habría sufrido este espacio sería la construcción de un bloque de nichos en el rincón sureste en años del franquismo.

La segunda fosa, según el informe, estaría en la esquina noroeste del cementerio, en el espacio libre entre dos bloques de nichos donde hoy día hay un grifo con su desagüe. Se desconoce el número de personas que podría estar enterrada, tan sólo se tenía constancia de que “habría personas de Paymogo”. Inicialmente esta fosa común se localizaría en la zona externa del cementerio de 1936, junto al muro oeste que cerraba el camposanto. Tras los trabajos de sondeo, los expertos han concluido que, al encontrarse fuera del cementerio en el momento de enterrar a las personas represaliadas, la fosa podría localizarse ahora “bajo la tapia oeste en la esquina noroeste” del camposanto.

La tercera fosa, según los testimonios, sería muy profunda, de tres metros de ancho y bastante larga, situada en el centro del cementerio. “El antiguo enterrador comentaba que había excavado tumbas de hasta 1,75 metros de profundidad en esa zona sin hallar nada. Sin embargo, notaba que la arena había sido removida”, especifica el documento. Se decía que en esta fosa se hallaban personas de Puebla de Guzmán, al menos 27 hombres fusilados en la Curva de la Muerte y, quizás, las 15 mujeres que fueron fusiladas dentro de la población. El único cambio que ha sufrido esta zona el cementerio ha sido “la continua realización de sepulturas en tierra, por lo que no se sabe hasta qué punto pudieron afectar a los restos de represaliados de la Guerra Civil”.

Con respecto a esta fosa, segúnTras la huella de las 15 Rosas deGuzmán recuerdan los expertos, se da una contradicción, ya que otros testimonios aseguran que las Rosas de Guzmán fueron enterradas “entrando en el cementerio a la izquierda, bajo uno de los dos pandos de nichos construidos en 1973 o bajo la calle que separa ambas construcciones”. De esta forma, los testimonios mencionarían cinco fosas y no cuatro, tal y como consta en el Mapa de Fosas.

Aunque los resultados obtenidos en este caso también han sido negativos, la memoria indica que el registro llevado a cabo en los sondeos mecánicos realizados permite establecer que la fosa que podría contener los restos de las 15 mujeres asesinadas en la calle de la Peña y en el callejón de la Fuente Vieja “sí podría haber estado situada en el lugar donde recordaban muchos vecinos de Puebla”.

En el patio IV, en el sector noreste, entrando en la zona izquierda del cementerio, junto al panteón de la familia Gómez, era el lugar donde, según los testimonios orales y la documentación existente se ubicaba, pero allí no se ha encontrado ningún resto que pudiera permitir identificar la fosa de las mujeres. “La zona había sido removida, vaciada y rellena con una capa de piedra de pizarra triturada, vaciado que pudieron llevar a cabo en las obras realizadas en los años de 1973 y 1974 para la construcción de los pandos de nichos nuevos”, concluye el informe.

Tras la huella de las 15 Rosas de Guzmán
“Nosotros pensamos que los movimientos de principios de los 70, antes de la Transición, arrasaron con las fosas. No tenemos ni idea de qué pasó con esos restos. Hay constancia de la obra que se hizo, pero no de remodelaciones de tierra ni de lo que se hizo con los restos que pudieron encontrar”, explica la arqueóloga.

Por último, en una zona baldía sin ningún elemento construido encima, localizada en la esquina sureste del cementerio, se ubicaría la cuarta fosa. Al parecer no se conocían más datos sobre las víctimas pertenecientes a esta fosa, aunque se suponía que eran “de otros pueblos del entorno”. Tampoco en este caso los expertos localizaron el enterramiento.

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+info:

Identifican en el cementerio de La Puebla los restos de tres fusilados en el año 1938

Tras ser ejecutados por Consejo de Guerra, los enterraron el 27 de abril de forma normalizada y por el rito católico Los expertos creen que podrían ser Esteban Rodríguez, Lucas Barba y José Rodríguez

Huelvainformacion.es/Elena Llompart huelva | Actualizado 13.09.2015 – 05:01

 

Los puebleños Esteban Rodríguez Pérez y Lucas Barba Fernández, y el tharsileño José Rodríguez Macho fueron condenados, asesinados mediante jurisdicción militar y enterrados en el antiguo cementerio municipal de Puebla de Guzmán el 27 de abril de 1938. Los primeros tenían 45 y 30 años, aunque la edad del tercero se desconoce.

Así consta en el Libro de Actas de Enterramientos Municipal de 1936 a 1940. Ellos fueron tres de los nueve ejecutados en aquel cruento mes y a los que posteriormente se les dio sepultura en el cementerio municipal, de forma normalizada y atendiendo al ritual católico. Catorce días antes lo fueron otros seis hombres, cinco de nacionalidad portuguesa -José Acedo Bresonia, Enrique José Acedo Palma, Jacinto Corrunca Candea, José Acedo Palma y Manuel Alonso- y una persona residente en Puebla de Guzmán, Ángel Peña Miranda.

En el libro fueron anotadas estas nueve inhumaciones, aunque el registro de datos fue parcial y no consta ni el día de fallecimiento ni la causa de muerte, aunque sí quedó escrito que “intervino el Juzgado Militar”. Todo esto lo explica la exhaustiva memoria que las arqueólogas Elena Vera Cruz, Elisabet Conlin Hayes y el antropólogo Juan Manuel Guijo Mauri han realizado sobre la investigación y los posteriores trabajos que han llevado a cabo en el camposanto viejo de la Puebla de Guzmán.

Los expertos exhumaron los días 20 y 21 del pasado mes de julio los restos de tres personas que, en palabras de Vera, “probablemente se identifican” con Lucas, José y Esteban. Los restos ya han sido analizados (están bajo custodia del Consistorio puebleño) y se recogieron las correspondientes muestras genéticas, a la espera de que haya familiares que los reclamen y soliciten la realización de pruebas de ADN para confirmar que se trata de estas tres personas, tal y como indican desde la Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía.

La intervención de búsqueda, localización y exhumación ha sido financiada por la Diputación (12.400 euros), mientras que el Consistorio de la Puebla aportó los medios auxiliares necesarios y Memoria Democrática colaboró facilitando los permisos y realizando labores de intermediación.

Hasta llegar a la exhumación de los tres cuerpos el camino fue complejo. Porque fueron los resultados infructíferos de los trabajos de localización de las fosas comunes del camposanto -las cuatro registradas en el Mapa de Fosas andaluz y de la que hablaban los testimonios orales- los que desembocaron en la búsqueda de estos otros tres cuerpos. Familiares de los represaliados y enterrados en las cuatro fosas solicitaron la recuperación de sus antepasados, pero en octubre de 2014, tras un exhaustivo sondeo, el equipo no localizó ninguna de estas fosas.

Fue entonces cuando los especialistas iniciaron otra investigación en el Archivo Municipal, que finalmente ha permitido identificar los restos de tres personas, enterradas de forma normalizada aunque con signos de violencia. Según destaca el informe, al ser sepultados en el subsuelo, a bastante profundidad, los enterramientos realizados el 27 de abril se han conservado, mientras que las otras seis inhumaciones, realizadas en nichos, no han podido ser recuperadas, pues “ya habían sido vaciadas y desmontadas todas las estructuras emergentes antes del inicio de la intervención arqueológica”.

La ubicación exacta resulta desconocida, ya que en el registro únicamente se concreta el número de patio y de nicho, pero no se determina ni el sector ni la fila. Sin embargo, creen los expertos que, por las anotaciones realizadas el día 23 de abril, en las que se especifica la colmatación del Patio II y el inicio de entierros en el Patio III, “podrían haber ocupado los últimos nichos del sector de San Mateo en el Patio IV”.

De esta manera, el equipo optó por la búsqueda y localización de las sepulturas del suelo con la ayuda del plano en el que se refleja la organización y distribución del cementerio, realizado durante la década de los años sesenta, antes de las nuevas obras que se acometieron en los años setenta. Una vez que localizaron las dos sepulturas, redactaron un informe con los resultados obtenidos y solicitaron la exhumación de los restos óseos localizados en el subsuelo. La aprobación de la exhumación llegó mediante una orden publicada en el BOJA el 24 de Junio de 2015, procediéndose posteriormente a realizarse las labores de campo los días 20 y 21 de julio.

Según la memoria, las inhumaciones se realizaron en el Patio III y se depositaron en las primeras tumbas de las filas 4 y 5, las más alejadas de la entrada. “En la fila 5 número 1 se depositó un cuerpo que se corresponde, según registro, con Esteban Rodríguez Pérez; en la fila 4 número 1 se depositaron dos: José Rodríguez Macho y Lucas Barba Fernández, este último tiene anotado a pie de registro “Esta arriba”, de modo que se interpreta que José se depositó primero y Lucas encima”, señala el informe.

Según explica Elena Vera, el estado de conservación de los restos es bastante óptimo, especialmente si estos se comparan con los de otras exhumaciones. Y se constata, en al menos dos cuerpos, indicios de balística, mientras que en el tercero no se han encontrado claramente pero, “al tratarse de dos cuerpos que estaban juntos en la misma sepultura, consideramos que eran los mismos”.

En el informe se detalla, por lo tanto, que se constata la existencia de indicios de muerte violenta en parte de los restos encontrados en las sepulturas 1 de las filas 4 y 5 del Patio III. Identifican así los expertos una serie de evidencias, siendo la más contundente la presencia de “un orificio de entrada de proyectil en el parietal derecho del individuo 2, recuperado en la fila 4, como parte de un sujeto en desconexión anatómica, afectado por la actividad del propio cementerio pero acumulado en el extremo sur de la cista”.

Una segunda prueba se corresponde “al proyectil de Máuser recuperado de la fila 5 y asociado proximidad, sin evidencias de daños directos, a restos óseos compatibles con un sujeto masculino y por tanto compatible también con una de las personas asesinadas”, mientras que la tercera son las esquirlas de proyectil recuperadas en el interior de la bóveda craneal del mismo sujeto al que se asociaría el proyectil de Máuser. En cuanto que el cráneo está removido y el conjunto al que se asociaría se encuentra en desconexión anatómica y no presenta daños conservados de balística “cabe hablar de una correspondencia de presunción”.

Por último, entiende el equipo que existe “una correspondencia entre el sexo de las evidencias antropológicas recuperadas en las filas 4 (individuos 1 y 2) y en la fila 5 (individuo 2) con los sujetos asesinados”, si bien también dejan claro los especialistas que “cabe hablar de una prueba totalmente circunstancial basada en el diagnóstico sexual”. Tendrán que ser, por lo tanto, las pruebas de ADN las que confirmen los resultados.