Regresaron las pertenencias, no los dueños: el retorno de las posesiones de los presos españoles en los campos nazis.

El Archivo Arolsen, de Alemania, guarda las últimas pertenencias de algunos españoles que pasaron y fallecieron en los campos de concentración nazis. Las familias de cuatro deportados andaluces podrían recuperar los objetos personales, guardados durante más de cinco décadas.

Público / 19/12/2020 23:13 / maría serrano

Todo empezó al final de la Segunda Guerra Mundial. Cinco años después de la liberación de los campos, los aliados crearon el archivo Arolsen de Alemania en el distrito de Waldeck-Frankenberg , que inició una tarea titánica: clasificar los miles de objetos de millones de deportados de la Europa que sufrió la represión y la muerte en los campos de concentración de la Alemania nazi. Allí estuvieron españoles, muchos, más de diez mil, que dejaron en la entrada a los campos sus pertenencias, relojes, plumas, cartas, incluso llaves como la de la vivienda de Vicente Borjabad, que hoy se encuentra expuesta en el Museo del Exilio en la Jonquera (Girona). Sobrevivió y volvió a la casa. Vivió a 50 metros del museo y allí está su tumba.

Durante décadas, estas pertenencias personales fueron custodiadas en el Archivo Arolsen y en ocasiones muy contadas pudieron ser devueltas a los antiguos deportados o a sus familiares, solo gracias a que estos se ponían en contacto con el archivo para solicitar documentación. Fue solo hace unos años que el Archivo decidió buscar activamente a los propietarios de los objetos o sus familiares, recurriendo a la ayuda de voluntarios. En España, Antonio Muñoz , historiador, ha sido uno de los más activos en los últimos tiempos. Según  cuenta, “hallar 75 años después a familias de estos descendientes es una tarea compleja”. Aún así, desde 2018 la búsqueda ha dado sus frutos: “Cuando comencé, había más de sesenta objetos por devolver. Con la colaboración de mucha gente se han podido devolver unos treinta. Del resto de objetos, unos quince se ha donado a diversos museos en España, y unos diez continúan en Arolsen”, asegura.

Con su campaña #Stolenmemory, el Archivo de Arolsen ha logrado localizar a centenares de familias de los deportados y entregarles los objetos robados por los agentes de la Schutzstaffel (conocidas como las SS) durante aquellos años. Los más de 2.000 objetos proceden en gran parte del campo de concentración de Neuengamme, en Hamburgo. Allí fueron deportados más de 100.000 hombres y mujeres de toda Europa, entre ellos más de 500 españoles. De este campo se conservó muy poca documentación. Básicamente, las fichas de los presos que, al contrario que en otros campos, no consignan el nombre de la persona, sino datos variados como la procedencia, el estado civil y la profesión.

Una implicación emocional que no es siempre es fácil de digerir

La búsqueda de familiares conlleva una implicación emocional que no siempre es fácil de digerir. “Una voluntaria de Murcia llamó a un hombre de 89 años para comunicarle que Arolsen custodiaba los objetos de su hermano, deportado a Neuengamme. El señor no sabía absolutamente nada de que su hermano había muerto en Alemania. Creía que había caído combatiendo en la guerra civil. Fue tal el trauma, que no quiere saber nada más de nosotros ni del objeto. Casos como este hace que te cuestiones si no está fuera de lugar irrumpir así en la intimidad de las personas y cambiarles el relato que ellos mismos se han hecho de su vida y de su familia”, apunta Muñoz.

Ante la inactividad del Gobierno central, algunas regiones se han implicado en la campaña de #stolenmemory. La más activa ha sido Catalunya, que incluso ha organizado un exposición sobre los objetos que actualmente se puede ver en el Museu del Exili en La Jonquera.

La búsqueda en cada zona, siempre comienza a partir de una carta abierta. Estos días llega para Andalucía, donde se pide a las asociaciones, municipios, ayuntamientos, registros, algún intento de encontrar a allegados de los deportados, desaparecidos o asesinados como son Fidel Ramos Valera, de Riotinto (Huelva); Vicente Díaz, de Sevilla; Manuel García, de Vélez Blanco (Almería) y Francisco Nieto, de quien no se sabe con certeza si era de Cádiz o de Orihuela (Alicante). De algunos no se sabe nada en absoluto, mientras que de otros conocemos algo de su biografía.

La memoria de nuestros deportados sigue viva en aquellos objetos. Como en el reloj de Fidel Ramos, que se paró para siempre a las 10:30 de algún día de 1944. Gracias al investigador Jesús Ramírez Copeiro sabemos que Fidel Ramos nació en la aldea de La Naya el 23 de marzo de 1919 y era hijo de un cargador de hornos de la fundición minera. Tras residir un tiempo en Alájar emigró con su familia a Francia. Durante la segunda guerra mundial colaboró con la resistencia y fue deportado al campo a Neuengamme, donde le asignaron el número 31.659. Consta su liberación el 2 de mayo de 1945, tras la que se pierde su rastro.

Cuando la pluma de Antonio Amigo llegó demasiado tarde

En Neuengamme, Fidel fue compañero de Antonio Amigo, de Cortegana, cuya familia fue una de las primeras en recuperar los objetos (una pluma y un reloj), en 2018. Hoy, su sobrino Félix y el hijo de este, Jorge Gómez, critican la falta de información después de tantos años, la sorpresa y el dolor de que haya pasado, tanto, demasiado tiempo.

Félix: “Es alegría y mucha pena por mi madre y mi abuela que se quedaron sin conocer la historia completa de mi tío”

La pista de Antonio se perdió en Burdeos, donde fue detenido por los alemanes y deportado en 1944. Su familia recibió, años después, una maleta con lo que creían que eran sus últimas pertenencias. Félix Gómez reprueba a Público que esto ha llegado demasiado tarde. “Ni mi madre, que estuvo colaborando con investigadores contando su historia, pudo ver sus objetos. Ni mi abuela, que tuvo que vivir la pérdida de sus dos hijos y tirar con una familia entera de mujeres en aquellos años tan difíciles”. Félix nunca olvidará aquella llamada en la que conoció que podía haber algún detalle más que completara la historia de su tío que vivió del contrabando de café y tuvo que huir a Francia sin haber tenido ninguna vinculación política. “Fuimos uno de las primeras familias en recibir los objetos gracias a un amigo que tenía relación con Antonio Muñoz. La sensación es muy difícil de describir. Es alegría y mucha pena por mi madre y mi abuela que se quedaron sin conocer la historia completa de mi tío”.

Manuel García Ruiz es otro de aquellos desaparecidos de Neuengamme, que dejó parado su reloj parado antes de las ocho de la mañana. El historiador almeriense Juanfra Colomina sitúa el nacimiento de García en 1913 en Vélez-Blanco. “No sabemos qué pasó con Manuel durante la guerra en España pero finalmente tuvo que marchar al exilio francés. Nada más pisar tierra gala fue conducido al campo de concentración de Argelés-sur-Mer”. La ocupación nazi marcó para siempre su vida, sin dejar nunca más rastro de los suyos. “El 24 de mayo de 1944, entraba como deportado al campo de Neuengamme con el número 30311. Nunca más se supo de él: es uno de los centenares de españoles desaparecidos en por los campos nazis”.

“Algunos no conocen nada de aquellos familiares y han rechazado los objetos”

Antonio Muñoz narra cómo la búsqueda de estos objetos se complica cuando los deportados era solteros y no tenían familia directa a la que devolver ni referencia biográfica de ellos. “A veces hay miedo o recelo de una historia que les resulta totalmente desconocida y que no quieren conocer por la dureza de estos recuerdos”. Este fue el caso de Antonio Jiménez Ramos, exiliado en Francia y deportado a Neuengamme en mayo de 1944, con 33 años. Arcángel Bedmar señala a Público que pudo encontrar a algunos sobrinos nietos en Zaragoza donde hubo una fuerte migración desde el municipio cordobés. “No sabían que su tío abuelo había fallecido en un campo nazi. Pero ellos no estaban interesados por el tema. Yo hablé con una sobrina nieta. No había vinculación emocional ni de memoria con este tema”.

En la provincia de Córdoba se ha tenido más éxito con el caso de José Cabrera Martín, donde el apoyo de los vecinos permitió dar con familiares del deportado al campo nazi de Neuengamme. Residen en Francia, y ellos mismos solicitaron a Arolsen el único objeto personal que se conserva de él: su reloj de pulsera. Un reloj de pulsera con correa de cuero marrón y marcas de estar abrochado en la última muesca, la séptima.

Otro de los encontrados fue la hija directa del ruso deportado y residente en Córdoba, André Basile Vovk. De padres rusos y nacido en 1922 en Puertollano (Ciudad Real). En 1936, se domicilió con toda su familia en Peñarroya-Pueblonuevo.

Existe una verdadera complejidad por el paso de los años de cerrar estas historias al completo. “Muchos no se podrán encontrar por las erratas en las fichas, por la pérdida de generaciones” como puede ser el caso de Vicente Díaz en Sevilla o Francisco Nieto Granero cuya procedencia está errónea en la ficha escrita por algún agente de la SS. “Las investigaciones que estamos haciendo lo sitúan en Orihuela, Alicante”, aclara.

El Comisionado de la Concordia de la Junta de Andalucía ha señalado a Público que “existe interés en que los objetos que no puedan ser devueltos se custodien en el Archivo General de Andalucía”, a la espera de una posible exposición y muestra que rememore a los miles de andaluces que desaparecieron de aquellos campos sin memoria y de que los quedan sus objetos.

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