Rosa Torán. Mauthausen, tan cerca, tan lejos.

Mauthausen, tan cerca, tan lejos

Rosa Toran. Historiadora. Amical de Mauthausen y otros campos

21/05/2020

Valla de espino en el muro del campo de concentración nazi de Mauthausen, en el norte de Austria. AFP/Joe KlamarA barbed wire fence is pictured at the former Nazi concentration camp Mauthausen, northern Austria on April 28, 2015. AFP PHOTO / JOE KLAMAR (Photo by JOE KLAMAR / AFP)

El pasado 10 de mayo, centenares de personas, familiares, instituciones y asociaciones de toda España estuvimos en el campo de Mauthausen, desde la lejanía impuesta por las actuales circunstancias. Y el día anterior fue en Gusen donde recordamos, también en la distancia, aquella fecha cuando se abrieron las puertas del campo en el que perecieron la mayoría de republicanos españoles.

En Mauthausen, emblema del exterminio y la esclavitud que alcanzó todos los rincones de Austria, la ceremonia virtual adquirió un significado singular, después de una intensa preparación en la que se vieron involucradas amicales de muchos países y el Comité Internacional de Mauthausen, a pesar de que en la grabación final no quedara reflejada la amplia gama internacional de los colectivos que desfilan, año tras año y desde 1946, a lo largo de la appellplatz, en lo que se convierte en la mayor manifestación antifascista mundial.

No hace falta insistir en el significado del presente año, el 75 aniversario de la liberación, ni en los sólidos propósitos de llevar a cabo todos los actos en el mes de mayo de 2021, con la máxima participación e implicación de todos aquellos colectivos envueltos por la emoción en los días pasados. A pesar de parecer un ejercicio arriesgado, aventuremos lo que podíamos haber vivido pisando los escenarios de la peregrinación. Desde todos los rincones de España hubiéramos transitado por los espacios de dolor, depositado flores, oído palabras y compenetrado con todo el amplio abanico de las representaciones internacionales con los que hubiéramos convergido no tan sólo en el campo central de Mauthausen, sino también en Hartheim, la estación de Mauthausen, Ebensee y Gusen, donde monumentos y lápidas recuerdan a nuestros deportados republicanos desde hace décadas.

El primer recuerdo y homenaje se hubiera realizado en el castillo de Hartheim, el imponente castillo renacentista convertido en uno de los seis centros de eutanasia del Reich y donde entre las cenizas de los más de 30.000 asesinados se mezclaron las de 449 republicanos. A continuación, la estación de Mauthausen, final de trayecto para los convoyes llegados de toda Europa occidental, se hubiera convertido en espacio lleno de claveles rojos depositados ante la lápida que los ferroviarios de Austria enclavaron en sus paredes y primer espacio donde el internacionalismo hubiera mostrado su concreción solidaria, con la emotiva acogida del alcalde y del concejal de cultura de Mauthausen, desde hace años empeñados en revertir la memoria del pueblo de infausta memoria. Pocos centenares de metros nos separarían de la casa donde habitó Anna Pointner, la mujer valiente que se salvó de la infamia frente a los convecinos que cerraban puertas y ventanas ante las columnas de deportados, con su arriesgada acción de guardar los negativos robados del laboratorio fotográfico del campo por un grupo de republicanos. Y hubiera sido ante el monumento que la honra donde se hubiera rendido homenaje a aquellos hombres, justamente en coincidencia con el centenario del nacimiento de Francesc Boix Campo, que se cumple en el actual 2020.

Al día siguiente, atravesando, atónitos, una naturaleza desbordante de belleza, en la región del lago Traunsee, cuyas riberas albergan residencias de conocidas estrellas del espectáculo, hubiéramos llegado al campo de Ebensee, al sur del pueblecito del mismo nombre, ante la visión de las bien dispuestas y ornadas casitas y niños alegres jugueteando en los columpios de la urbanización, que ocupa los terrenos del antiguo campo y en una de cuyas calles se yergue su portalón de entrada, construida sobre suelo ensangrentado que, en fosas comunes, alberga miles de cadáveres de todas las nacionalidades de Europa. Nos adentraríamos, también, en el laberinto de túneles, tumba para los esclavos del nazismo, donde el Ministro de Armamento, Albert Speer, dio cumplimiento a la orden directa de Hitler de instalar una fábrica subterránea para la construcción de las armas de represalia V2. El 6 de mayo de 1945 llegaron los primeros blindados americanos al campo de Ebensee, donde el 8 de noviembre de 1943, habían sido trasladados los primeros prisioneros para enfrentarse a la ferocidad de los guardianes, que incluso planearon su encierro en las galerías para, a continuación, dinamitarlas, ante la llegada inminente de las tropas aliadas, objetivo frustrado gracias a la resistencia de los propios deportados. Mientras la ceremonia internacional transcurriría en la explanada rodeada de las estelas conmemorativas en las que no falta la de los españoles, los numerosos grupos se hubieran ido adentrado en los túneles que conforman el complejo subterráneo de Ebensee, donde resonarían voces y cantos, Bella Ciao y Canto a la Libertad, que unirían la memoria italiana y la española de los centenares que jóvenes que los entonan.

Posiblemente hubiéramos sufrido la lluvia y el frio, acompañantes habituales en los actos que se celebran en Gusen, conocido como el cementerio de los españoles. La naturaleza esplendorosa de Ebensee se ve sustituida por el vacío que acoge el Memorial de Gusen, al lado de una carretera transitada y edificaciones de las antiguas instalaciones del campo aprovechadas por inquilinos insensibles, como los dueños del chalé que entran en él a través del portalón del campo. Últimas noticias nos han confirmado la compra por el gobierno federal de Austria de terrenos adyacentes en vistas a la ampliación y actualización del Memorial, final feliz de las largas peticiones de las asociaciones de antiguos deportados, del Comité de Gusen y del Comité Internacional de Mauthausen; ampliación que permitirá recuperar antiguas instalaciones, como la trituradora de piedra, y dotar al antiguo campo de mayor información. En los viajes anuales, la mayoría de los visitantes han de presenciar la ceremonia con incomodidad por la estrechez del espacio y por las inclemencias del tiempo, aunque no dejan de escuchar, año tras año, los discursos pronunciados por la representación de la Amical de Mauthausen española, contemplar en silencio y con asombro las centenares de placas colocadas por familiares, ayuntamientos o instituciones en los crematorios, y sentir la compañía de otros colectivos nacionales ante la lápida del muro del recinto que reza En honor y memoria de los republicanos españoles deportados, primeros luchadores antifascistas de Europa.

El día central de los actos conmemorativos tiene lugar en domingo, y en él hubiéramos participado este 10 de mayo, después de enfilar la escondida carretera que conduce al campo de Mauthausen y de vislumbrar las murallas que lo cercan, y a medida que el recinto adquiere más visibilidad podríamos identificar las alambradas y torres de guardia hasta llegar al emotivo momento de atravesar la puerta coronada por el águila nazi. Sin embargo, los deportados entraban en un mundo que les convertía en seres miserables que no merecían ser vistos por vecindades que, sin embargo, compartían con ellos el mismo suelo de la colina erguida sobre el Danubio, y que en muchos casos mostraron su falta de sensibilidad, sacando provecho de la mano de obra allí recluida. Con la apertura simbólica de la puerta del campo, cada año dan comienzo los actos conmemorativos internacionales, a los que hubiéramos asistido en compacta comitiva enarbolando el pendón bordado por las viudas de los deportados en un ya lejano mes de mayo de1965, hasta llegar a depositar nuestras flores en el cenotafio de la appellplatz, al  oír las palabras que anuncian la representación española y que resuenan por todo el campo, no sin antes haber aplaudido al resto de naciones y haber escuchado en todas las lenguas, con la clara voz en español de nuestro representante, la renovación del juramento pronunciado el 16 de mayo de 1945. Ofrendas florales en lápidas y monumentos completarían nuestra jornada de homenaje, hasta convergir ante los vecinos monumentos de Francia y de España, unidos por la fraternidad en deportación y en las duras pruebas del exilio y preservación de su memoria después de la liberación en 1945. La jornada hubiera culminado ante el monumento a los republicanos españoles erigido por los deportados en 1962, en aquellas horas ya repleto de coronas de muchos países que a lo largo de la mañana hubieran desfilado ante él; también hubiéramos gozado de su renovado aspecto, una vez terminada su restauración impulsada por los mismos criterios con que se erigió: la subscripción popular.

Una jornada rebosante de emociones receptivas que hubieran abierto el camino al recorrido por las instalaciones, al día siguiente, con el ascenso y la bajada por la maldita escalera de los 186 peldaños, regados con sangre española, la silenciosa marcha por los espacios de la tortura y muerte, el deslizamiento de dedos en las innumerables listas contenidas en la Sala de los Nombres o el repaso histórico a través de la renovada exposición permanente.

Actos emotivos y reflexivos, con especial protagonismo de los jóvenes que a lo largo de los días hubieran captado que la lucha a favor de las libertades que muchos jóvenes como ellos emprendieron en 1936, no fue una abstracción, sino el resultado de compromisos tempranos, muchos de ellos saldados con pérdidas irreparables. El paréntesis forzado en la conmemoración anual por las circunstancias excepcionales que nos rodean no nos priva de recrear nuestro recorrido y de aunar fuerzas para seguir con el compromiso que desde 1945 está próximo a cumplir un nuevo aniversario, en el próximo año 2021.

Mauthausen, tan cerca, tan lejos