Se apaga a los 96 años la voz libre y resistente del poeta Marcos Ana

Fue el preso político que más tiempo pasó en la cárceles franquistas: entró con 19 años y salió con 42

Se hizo poeta en el lugar más hostil para los versos, una cárcel franquista donde toda la energía se iba en sobrevivir, donde no había paisaje al que mirar. Tituló uno de sus poemas más célebres y su biografía precisamente así: Decidme cómo es un árbol. Marcos Ana, el preso político que más tiempo pasó entre rejas, ha muerto este jueves en Madrid, a los 96 años. Él habría dicho que fue a los 73 porque solía descontarse esos 23 años que habitó las prisiones de la dictadura. Cada cumpleaños hacía esa diferencia: “Tengo 90 años de edad y 67 de vida; tengo 91, es decir, 68….” Nunca aparentó, en cualquier caso, los inviernos que llevaba encima. En una ocasión, a punto de dar una charla en la Cámara de los Comunes, en Londres, le confundieron con su intérprete, un profesor inglés y cojo. Al subir al estrado nadie reaccionó. La gente solo empezó a aplaudir cuando llegó el profesor. El público interpretó que el preso que más tiempo había pasado en las frías celdas del Régimen, el que había estado condenado a muerte, el que había sido torturado… era necesariamente el que caminaba con bastón y no aquel hombre alto que se había plantado en la tribuna en dos zancadas.

Con 15 años se había afiliado, como las 13 rosas, a las Juventudes Socialistas Unificadas. Luego se hizo del Partido Comunista. Quiso ir al frente, pero le mandaron de vuelta a casa por no tener edad suficiente. Ingresó en la cárcel con 19 y salió con 42, en 1961. Le acusaban de tres asesinatos en Alcalá de Henares por los que ya habían sido fusilados otros presos. En prisión se acostó muchas noches pensando que no llegaría a ver el día porque el Régimen había cometido la ridiculez de condenarle no a una, sino a dos penas de muerte. Finalmente, a él le conmutaron la pena, pero dio el último abrazo a muchos compañeros que no tuvieron la misma suerte. Dedico sus años de libertad a rendirles un homenaje permanente. “Marcos Ana no se ha mirado complacido en el espejo. Lo ha roto en mil pedazos para que en cada fragmento se vea el rostro de sus camaradas”, dijo el premio Nobel José Saramago.

Con sus compañeros de celda creó en la cárcel un periódico clandestino llamado Juventud. Daban clases y organizaban tertulias literarias sobre los libros prohibidos, que eran casi todos. Apoyándose en la parte de abajo del plato de la comida, Marcos Ana empezó a escribir poemas. Los sacaba clandestinamente de prisión. A veces, con la ayuda de un guardia. Otras, haciendo que un preso al que quedaban días para salir en libertad, los memorizara. Y empezaron a difundirse gracias a la ayuda de poetas en el exilio como Rafael Alberti, y de los comités de solidaridad con los presos políticos. Ahí fue cuando Fernando Macarro se convirtió en Marcos Ana, el seudónimo que escogió uniendo el nombre de sus padres: Marcos Macarro, que había muerto en un bombardeo en enero de 1937 -él mismo encontró el cadáver sobre la acera-, y Ana Castillo, que falleció en la navidad de 1943, después de que a su hijo le condenaran por segunda vez a muerte.

Y con todo, para Marcos Ana lo más difícil, como explicó muchas veces, fue adaptarse a la libertad. Sus ojos sufrían con la luz. Se mareaba en los espacios abiertos. Y fue al verse en la calle cuando supo que había perdido toda su juventud. Cuando se dio cuenta de que, a los 42 años, jamás había estado con una mujer. 

Con sus mejores intenciones, un amigo le llevó una noche a un cabaré, llamó a una chica, le metió 500 pesetas en el bolsillo y le dio las instrucciones: “Para que pases la noche con mi amigo”. “Se llamaba Isabel y era morena, de ojos grandes, hermosísima…”, recordaba a este diario el verano de 2015. Fue incapaz de tocarla. Al final, decidió contarle su historia. Marcos e Isabel pasaron la noche juntos, hablando. Cuando, al volver a casa, descubrió que le había vuelto a meter las 500 pesetas en el bolsillo, Marcos deshizo corriendo el camino hasta ella. Pero antes de llegar a su pensión, decidió que si aquel día pagaba arruinaría para siempre el recuerdo de la noche anterior. Entró en una floristería y pidió 500 pesetas en flores. En la tarjeta escribió: “Para Isabel, mi primer amor”.

No volvieron a verse, pero fue al leer ese episodio de su biografía cuando Pedro Almodóvar quiso convertir la vida de Marcos Ana en una película y compró los derechos de Decidme cómo es un árbol.

En París conoció a Vida Sender, hija de unos anarquistas aragoneses y futura madre de su hijo, Marcos. “La cárcel la viví como un militante, y hasta que no conocí el amor no me di cuenta de lo que me habían quitado. Cuando la vi pensé: ‘Para esto he salido yo de prisión, para esto estoy yo en el mundo”, explicaba en la misma entrevista. La convivencia no fue fácil. “Era como un toro”, recordaba ella. Un día le sentó y le dijo: “No quiero ser una segunda cárcel para ti”. “Me regaló otra vez la libertad”, explicaba él. El amor dio paso a una amistad que les acompañó toda la vida. Les gustaba bajar a una terraza cerca de la casa de Marcos donde el poeta practicaba uno de sus pasatiempos favoritos: ver pasar a la gente e imaginar qué problemas tenían, en qué cosas irían pensando.

Obra y premios

De su etapa en prisión son los libros Poemas desde la cárcelLas soledades del muro. 

En 2007 publicó su biografía, Decidme cómo es un árbol (Umbriel-Tabla rasa).

En 2009, el Gobierno le concedió la medalla de oro al mérito en el Trabajo.

En 2011, obtuvo la medalla de oro al mérito en las Bellas Artes y publicó Poemas de la prisión y de la vida.

En 2013 publicó Vale la pena luchar, un libro escrito en el contexto de la crisis económica. Se lo dedicó “a la juventud”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/11/24/actualidad/1480013634_960319.html

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Cuéntenles a sus hijos quién es Marcos Ana

Se apaga la memoria de un siglo de lucha antifascista y por la libertad

Isaac Rosa 24/11/2016 – 21:54h

 

 Cuéntenles a sus hijas e hijos quién es Marcos Ana. Porque de lo contrario, salvo que hayan tenido la suerte de conocerlo en alguna de sus visitas a colegios e institutos, es probable que no sepan quién es. Pese a algunos homenajes y reconocimientos recientes, este jueves eran muchos los que buscaban en Google quién es ese tal Marcos Ana. Y esa ignorancia da la medida de los agujeros que sigue teniendo la memoria colectiva de este país, sobre todo con los antifascistas, y más con los comunistas.

Y si sus hijos no saben quién es Marcos Ana, quizás tampoco sepan que hace ochenta años hubo mujeres y hombres que lucharon contra el fascismo, algunos casi niños, como él. Y que decenas de miles fueron condenados a muerte, fusilados, pasados a garrote. A punto estuvo Ana, condenado a muerte dos veces. Quizás sus hijos han oído algo de la dictadura, pero no conocen cómo eran las durísimas cárceles de la posguerra, donde Marcos Ana se dejó 23 años. Porlier, Ocaña, Burgos. Repítanles la cifra a sus hijos: 23 años. Toda la juventud, entrar adolescente y salir adulto.

Si tienen edad para ello, cuéntenles también cómo torturaba el franquismo, las palizas que Ana y tantos antifascistas se llevaron en esas cárceles o en la Puerta del Sol madrileña, donde sigue sin haber una placa que los recuerde.

Cuéntenles a sus hijas e hijos quién es Marcos Ana, denles a leer sus memorias, para que conozcan cómo trabajadoras y trabajadores de todo el mundo fueron solidarios con los presos españoles y contra la dictadura. Todos esos países donde acogieron a Ana en los quince años que pasó llevando por el mundo la lucha por la libertad y los derechos humanos en España.

Aunque quizás sus hijas, sus hijos, les sorprenden: claro que saben quién es Marcos Ana. El revolucionario, el comunista, el poeta. Lo conocieron en Sol, cuando el 15M. Lo han visto en manifestaciones, en concentraciones, en huelgas, en actos solidarios. Puede que hasta hayan ido a su casa, su piso en Retiro que siempre ha estado abierto, donde si vas coincides siempre con varias visitas a la vez, jóvenes sobre todo. La casa abierta de quien estuvo 23 años encerrado y decidió que “si salgo un día a la vida / mi casa no tendrá llaves”.

No solo a sus hijos: cuenten a todo el mundo quién es Marcos Ana, porque vamos a necesitar mucha gente para mantener viva toda la memoria que llevaba encima. La suya, la de sus padres, Marcos y Ana. La de sus camaradas caídos. La de tantas mujeres y hombres que conoció en la guerra, en la ratonera trágica del puerto de Alicante, en el terrible Campo de los Almendros, en las cárceles donde había sacas diarias y frío, hambre, enfermedad y palizas; en el exilio del que muchos ya no tuvieron tiempo para volver.

De todos es memoria Marcos Ana, de todos lleva décadas hablando en plural, siendo “nosotros”, leal y generoso. Hoy ha muerto, ya no podrá seguir recuperando los años que le quitó la cárcel. Y vamos a necesitar mucha gente buena para mantener viva su resistencia, que es la de miles de mujeres y hombres desde hace un siglo.

http://www.eldiario.es/zonacritica/Marcos_Ana_6_583801661.html