Descendientes de las represaliadas cierran las Jornadas de Memoria Democrática de Grado: “Tenían que tener un espacio específico porque suelen ser las mayores olvidadas”
Ángela Rodríguez /
“Las olvidadas, las que jamás volvieron a ver correr a sus hijas. Hoy las nombramos para que su llama nunca se extinga”. Con la voz registrada de Pedro Pastor y la melodía de su canción “Las Olvidadas” comenzó el acto de homenaje a las mujeres represaliadas durante la Guerra Civil y el franquismo en Grado. Una jornada «especialmente especial», confesó la concejala María José Miranda, por recuperar y honrar las historias de las mosconas que sufrieron la peor parte de la represión.
“Las mujeres desempeñaron un papel muy importante en la República y sufrieron una represión brutal durante la guerra y el franquismo. La violencia sexual es propia de cualquier guerra y en esta no fue una excepción. Viudas sin recursos y con hijos a cargo, cargaron además con la humillación de ser las perdedoras. Representaban al bando vencido y el bando culpable”, recordó Carlos León, presidente de la Asociación Memorialista de Grado Carlos Barredo y organizador de las jornadas.
Con el pelo recogido para el recuento de las 8.00 horas, prohibido cantar y, por supuesto, hablar euskera. Escuchar de algunas supervivientes del penal de Saturrarán las torturas y penurias que también padecieron sus antepasadas no fue fácil para Pili Tarrazo, Conchi Guisasola, Victoria Fernández. Algunas no pudieron contener las lágrimas y, con el nudo en la garganta, compartieron sus reflexiones en la mesa redonda tras la proyección del documental “Prohibido recordar”, de Josu Martínez y Txaber Larreategi.
“Yo jugaba de pequeña en la galería y constantemente oía Saturrarán, pero no sabía lo que era. Cuando ya fuí mayor y me explicó lo que era… fue un horror. Estaban divididas en pabellones y no estaban juntas”, recordaba Conchi Guisasola, con la voz entrecortada. Cinco mujeres de su familia, entre ellas su abuela, pasaron por el penal vasco. Una de las prisiones de mujeres, antes balneario, más grande de la época franquista. En ella padecieron unas 1.500 mujeres, murieron más de cien y más de cincuenta menores.
“Mi madre tenía 18 años, vivía en San Pelayo, la denunciaron y se la llevaron a Saturrarán. Dormía con las madreñas de almohada, hasta que le mandaron una caja y una boroña, que ya cuando llegó estaba mohosa”, relató Victoria Fernández, en memoria de su madre, Julia Rosa “La Tambora”. Durante una mesa redonda que completaron Ileana Peláez, investigadora sin parentesco de víctimas como Belarmina Estrada, y la periodista Patricia Martínez.
Desde los 17 años de María Teresa Huerta Fernández a los 61 años de Carmen Guisasola Pedregal, las doce mosconas presas en Saturrarán estuvieron unos cinco años en el penal. “Las condenaron en dos juicios, y los cargos eran irrisorios. Cosas como haber acudido a manifestaciones o ser costureras en el taller de milicianos haciendo uniformes…”, detalla León. De las doce, hubo una que no volvió: Marina Tarrazo. “Mi tía ingresó con 18 años, en marzo y murió el 26 de julio, tres meses después de haber ingresado. La cogieron aquí en Grado por la calle, la llevaron al chalé del campo, la violaron, le hicieron el juicio sumarísimo y se la llevaron. De Saturrarán salió con los pies por delante”, contó Pili Tarrazo, que junto a su hermana se decidió ya de mayor, a investigar su linaje.
El acto homenaje a las mosconas cerró las cuartas Jornadas de Memoria Democrática del Ayuntamiento de Grado y llenó de público la sala polivalente de la Casa de Cultura. Un público que estalló en lágrimas y en aplausos durante las varias horas de acto y que arropó a las ponentes, que continúan intentando cicatrizar el pasado.
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