Sevilla. ‘La memoria invicta’, pintura basada en las vivencias de Ceija Stojka en los campos de exterminio nazi.

Factoría Cultural acoge la exposición de la que fue una escritora, pintora y música austriaca de etnia gitana que sobrevivió al Holocausto

Exposición de dibujos ‘La memoria invicta’, de Ceija Stojka, en Factoría Cultural. / M. G.

S. V./  31 Enero, 2022 – 12:39h

Factoría Cultural acoge la exposición La memoria invicta, una muestra de reproducciones de dibujos autobiográficos de la artista gitana Ceija Stojka con la que se conmemora el Día Internacional de recuerdo a las víctimas del Holocausto y que podrá visitarse hasta el 27 de febrero.

En concreto, se exponen 33 obras seleccionadas por Moritz Pankok, director de la galería berlinesa Kai Dikhas, e inspiradas en las vivencias de Stojka en los campos de exterminio nazi. En ellos predomina el color negro, las influencias expresionistas y las pautas del diseño de alfombras, oficio familiar que impregnó la forma de organizar los dibujos de la creadora.

Ceija Stojka fue una escritora, pintora y música austríaca de etnia romaní lovara que sobrevivió al Holocausto. Con la anexión nazi de Austria vio truncado su mundo de caminos, caballos o encuentros familiares de su infancia y comenzó un calvario por los campos de Auschwitz, Ravensbrück y Bergen-Belsen. Durante casi cuarenta años esas vivencias formaron parte del espacio íntimo y familiar, pero ya en su madurez, la artista fue capaz de asimilar y plasmar estos recuerdos a través de la pintura y la escritura.

La recuperación de la memoria personal, en este caso de Stojka, ha sido clave para fortalecer la reivindicación de los gitanos como víctimas del genocidio perpetrado por los nazis, ya que hasta los 80 ó 90 no fueron considerados como tal. En esta línea, la exposición pretende concienciar sobre el racismo hacia los gitanos, recuperar la memoria del Holocausto, así como reflexionar sobre el papel del arte como herramienta para la superación de experiencias traumáticas.

Horarios de visita de la exposición ‘La memoria invicta’

La memoria invicta permanecerá abierta hasta el 27 de febrero, de lunes a viernes de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00; sábados, de 10:00 a 14:00, en Factoría Cultural (C/ Luis Ortiz Muñoz, s/n, esquina con C/Arquitecto José Galnares).

Se organizarán visitas guiadas que pueden solicitarse escribiendo a culturaymediacion@gmail.com.

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+ Información

Ceija Stojka, la artista que sobrevivió a tres campos de concentración en la Alemania nazi

Hasta el 23 de marzo, el Museo Reina Sofía nos acerca a su obra y a su historia, que es la de las víctimas del genocidio del pueblo gitano por el gobierno de Hitler.

Por Ianko López /  30 de noviembre de 2019

Ceija Stojka la artista que sobrevivió a tres campos de concentración en la Alemania nazi

© Christa Schnepf

Hay historias que deben ser contadas a toda costa y por el medio que sea. Una de esas historias es la de Ceija Stojka (Kraubath, Austria, 1933-Viena, Austria, 2013), y en esta ocasión el medio es una exposición de pintura. De su pintura, porque Stojka -mujer gitana, austriaca, superviviente de los campos de concentración nazis-, era artista. Hasta el 23 de marzo, el Museo Reina Sofía nos acerca a su obra y a su historia, que es la de las víctimas del genocidio del pueblo gitano por el gobierno de Hitler. Y, por extensión, la de todas las víctimas de la irracionalidad y la intolerancia que habitan en el ser humano.

Ceija Sotjka nació en Karubath an der Mur, localidad de la región austriaca de Estiria. Fue la quinta de los seis hijos de Karl Horvath y Maria Sidonie Rig Stojka, pareja de romaníes, gitanos procedentes del este de Europa. Los Stojka descendían de un linaje de comerciantes húngaros de caballos, y a esa misma actividad se dedicaban los padres de Ceija. Cuando en 1938 Alemania invadió Austria y Hitler proclamó el Anchluss, comenzaron a aplicarse en el país las leyes raciales nazis que, además de a los judíos, perseguían otros grupos sociales y étnicos como los gitanos: en Alemania, ya en 1936 los niños y niñas romaníes habían sido excluidos de toda escolarización. Dos años después empezarían las deportaciones.

Asentada en Viena, la familia interrumpió su actividad tradicional y la vida nómada que esta conllevaba. El padre y los hermanos mayores se emplearon en fábricas mientras se les permitió. Pero las cosas pronto se pusieron aún más feas, y en 1941 Karl Hovarth fue arrestado y deportado al campo de concentración de Dachau, después a Mathausen y por fin a Schloss Hartheim, donde fue asesinado junto con otras muchas víctimas. El resto de la familia sobrevivió escondida durante un tiempo, pero después fue también apresada y trasladada a la sección para los gitanos de Auschwitz-Birkenau. Ossi, el hermano menor, murió allí de tifus con solo siete años. Los supervivientes aún sufrirían distintos traslados que los separaron: Ceija pasó por Ravensbrück y Bergen-Belsen (en la Baja Sajonia), donde ella y su madre fueron liberadas por los británicos, junto con el resto de los prisioneros, en 1945. Madre e hija atravesaron entonces a pie Alemania y Checoslovaquia hasta regresar a Viena, en un trayecto que les llevó cuatro meses completar. Allí se reencontraron con los otros miembros de la familia que también habían logrado sobrevivir milagrosamente al genocidio, los hermanos Mitzi, Kathi, Hansi y Karli. Este último emigraría a los Estados Unidos unos años más tarde.

‘Deportación a un campo de exterminio, de Ceija Stojka.

Por su parte, Ceija recompuso su vida en la Austria de posguerra, un entorno que no se había vuelto mucho más acogedor. “No encontraron domicilio durante meses”, nos explica Paula Aisemberg, una de las comisarias de la exposición del Reina Sofía. “La discriminación y la marginación aún perduraban”. Allí tuvo dos hijos, Jano (músico, fallecido en 1979) y Silvie, y se ganó la vida durante décadas como vendedora ambulante de telas y alfombras. Karli, regresado a Austria a mediados de los ochenta, fue el primero de la familia en canalizar a través de la pintura el recuerdo traumático de los campos de concentración.

Pero entonces Ceija conoció a la escritora y cineasta Karin Berger, que buscaba mujeres resistentes de la II Guerra Mundial para uno de sus trabajos. Animada y asistida por ella, Stojka volcó su propia experiencia en un libro autobiográfico llamado Wir leben im Verborgenen – Erinnerungen einer Rom-Zigeunerin (“Vivimos en secreto. Recuerdos de una gitana romaní”) que se publicó en 1988. Lo había escrito siendo prácticamente analfabeta, del mismo modo que después, con 56 años y sin formación académica en Bellas Artes, comenzaría también a pintar sola y en la cocina de su casa. Aunque fue en 1991 cuando presentó en Viena su primera exposición pública, en un principio muy pocos se interesaron su obra. Una pareja de coleccionistas y galeristas vieneses, los Meier, se contaron entre los primeros compradores y promotores de sus pinturas.

A partir de ahí, como varios de sus hermanos, siguió publicando unos libros autobiográficos que constituyen un valioso testimonio de los horrores de su tiempo. Lo mismo ocurre con su obra pictórica, que convencionalmente se ha asociado al expresionismo, pero que resulta difícil de clasificar. “Su trabajo es único, muy original y muy libre formalmente porque no se apoya sobre referencias y es autodidacta”, define Paula Aisemberg. “Tiene un uso de los colores que sí nos pueden hacer pensar en el expresionismo de un Ensor o un Munch, a veces con fulgurancias abstractas y monocromas. A primera vista una cierta ingenuidad técnica la acerca al art brut, pero no lo es”.

Y añade: “La fuerza de sus obras proviene de su capacidad para darnos su interpretación de la experiencia del mal absoluto”. Como sabemos, ese mal absoluto manifiesta una recalcitrante tendencia a volver, así que siempre procede hablar sobre él. Es decir, contra él.