Siete lugares con «memoria» que Jerez nunca debería olvidar

Una actividad del Aula Itinerante de la Memoria Histórica recorre de la mano de Francisco Cuevas la plaza de la República hasta una olvidada imprenta jerezana pasando por “la fábrica de tortas”, el antiguo cuartel de San Agustín

LA VOZ DEL SUR |  SEBASTIÁN CHILLA | 18-3-2019

Cuatro horas. Es el tiempo mínimo que cree Francisco Cuevas Noa, miembro de la CNT local y de la Asociación de Familiares y de Amigos de la Recuperación Memoria Histórica de Jerez, que tardaría en hacerse un recorrido completo por los lugares de memoria en la ciudad. “Habría que partir desde el antiguo cementerio y luego ir para la calle Ávila”, explica a los asistentes de la actividad, parte del Aula Itinerante de Memoria Histórica de la Diputación de Cádiz Carlos Perales. “Allí se encontraba una casa que era el lugar de encuentro de la clase trabajadora jerezana, propiedad de sociedades obreras de Jerez y que hasta julio de 1936 pertenecía a trece asociaciones distintas, desde toneleros a arrumbadores, a agrícolas y conductores de carros hasta el sindicato de emancipación femenina”, cuenta.

En aquella casa colectiva tenían lugares reuniones de centenares de trabajadores de la ciudad, siendo el lugar donde se centró uno de los pocos focos de resistencia al golpe sublevado del 18 de julio. En una entrevista del año 2000, una fuente oral, la de Miguel Vega Álvarez, confesó que era lo que preveían los trabajadores de la ciudad que allí se reunían antes del golpe, conocedores de que se iba a dar, pero que casi todos desistieron porque aquello era “una ratonera”. Por ese motivo, los mayores lugares de resistencia fueron algunas calles del barrio de San Pedro y de Santiago. Fue en este último donde se vivió una huelga de trabajadores nada más conocerse la noticia, cuyo artífice en la ciudad fue el comandante Salvador de Arizón y Mejías. “Tras una huelga de brazos caídos se les metió en el calabozo y al día siguiente fueron fusilados”, aclara Francisco.

La plaza de la República

Sin embargo, el recorrido de la ruta comienza en la plaza del Arenal, que durante la II República se llamó plaza de la Republica. En este céntrico emplazamiento, corazón neurálgico de la ciudad, se produjo uno de los ensayos al golpe sublevado. “El 14 de abril de 1936 la plaza se llena de obreros por la conmemoración y aparecen unos falangistas disparando a quemarropa”.

El resultado: 25 heridos entre los obreros y cinco entre los falangistas. Mientras que los primeros fueron trasladados a la casa de socorro de la calle Arcos, los segundos lo hicieron al hospital Santa Isabel de Hungría. “No querían que continuaran peleándose”, bromea el guía, que no duda de que el suceso fue utilizado para fichar a líderes obreros de la ciudad, algo similar a lo que ocurrió años atrás tras la fallida Sanjurjada. “En un periódico de derechas, Claridad, aparecen días después una exhaustiva lista de heridos, con sus nombres y los lugares donde vivían; precisamente muchos de esos 25 heridos del 14 de abril de 1936 fueron fusilados los primeros días después del 18 de julio”, narra Francisco.

En medio de la plaza, la estatua de Miguel Primo de Rivera saluda a extraños y conocidos. Pero pocos saben lo que esta contiene a sus pies. “Son figuras del colonialismo que conmemoran la Guerra del Rif, en la que se utilizaron armas químicas, ya prohibidas en aquel entonces”, explica el memorialista, que narra a la dictadura del general jerezano como “protofascista” por inspirarse en su contemporáneo Mussolini. El monumento, sin embargo, no entra dentro de lo considerado memoria histórica como tal, por ser anterior a la II República.

La casa de ‘El niño de los nardos’

En el número tres de la calle Rodrigo de León vivía Miguel García Román, apodado El niño de los nardos porque vendía nardos en la plaza de Abastos de Jerez. En su hogar familiar, hoy reconvertido en un museo-apartamento turístico, se esconde una historia poco conocida que dio a la luz hace tan solo un año y medio a raíz de su hijo y de su familia. Este militante anarquista era del sector más duro de la CNT, la Federación Anarquista Ibérica (FAI).

“Pese a ser de extracción obrera era una persona muy culta y tuvo suerte porque consiguió una beca de la Fábrica de Botellas para irse a Francia”, cuenta mientras enseña a los asistentes la obra Apuntes y estudios filosóficos sobre el anarquismo, que se editó originalmente por el comité pro presos de Jerez, quienes se dedicaban a ayudar a los presos y a sus familias. La obra, reeditada originalmente en tamaño octavilla con un prólogo del historiador José Luis Gutiérrez Molina, disertaba sobre apuntes filosóficos y teóricos del movimiento libertario. “Para el que le gusten estas historias, Miguel se enamoró de una famosa actriz del circo Prince de Madrid, Virginia Alcaraz, cuando esta visitó Jerez en los años 20”, dice entre risas de los asistentes. “Tuvieron ocho hijos”.

El niño de los nardos es uno de esos más de 400 asesinados en julio de 1936. Tras esconderse durante una semana en las casas de los vecinos de la calle Rodrigo de León, fue apresado y asesinado. “En aquella época había muchos vínculos de apoyo mutuo en el bario de San Miguel y es por eso que aguantó tanto tiempo sin ser encontrado en la misma calle”, cree Francisco. Sin embargo, el desenlace fue como el de muchos de sus compañeros. “Es lo que solía ocurrir, un chivatazo hizo que los falangistas lo descubrieran”.

La “fábrica de tortas”

Mientras camina hacia el recientemente rehabilitado cuartel de San Agustín, el guía recueda el testimonio de varios familiares de represaliados en San Miguel. “Hubo familias que tuvieron que cambiarle el nombre a sus hijas, porque se llamaban Armonía o Libertad, para luego pasarse a llamarse Consolación”, dice bajo la sorpresa de los presentes. Llegando a la calle Puerto, se gira. “Eso era la fábrica de tortas”, le recuerda Amaro de la Calle, del colectivo de familiares de las víctimas. “La fábrica de tortas o de galletas, como también se le decía”, añade Francisco.

El cuartel de la Guardia Civil fue otro de los sitios señalados para la represión en la ciudad, siendo el escenario de una polémica proyección en redes sociales, que según el memorialista sembró urticarias. “Hace poco aparecieron imágenes de mandos nazis con sus insignias en la puerta de este cuartel, parte del archivo de RTVE y del Nodo”, explica. “Hay gente a quien le ha molestado mucho, porque aún no reconoce la connivencia de los sublevados y el apoyo que recibieron del fascismo y del nazismo”.

Un paredón de fusilamiento llamado Alcázar

Junto a la Trocha, el cementerio de Santo Domingo o el pozo de la víbora, el Alcázar fue uno de los lugares de fusilamiento, albergando en su interior una cárcel de apresamiento. “Un monumento recuerda a las víctimas por aquí”, comenta el memorialista, que reconoce que no es el de los mejor de los homenajes, tanto por su configuración como diseño y conservación.

El teatro de los mítines

El teatro cine Eslava, donde hoy se concentra el grupo de artistas pintores del Eslava, fue otro de los puntos de concentración del movimiento obrero en la ciudad, más allá de la propia casa colectiva de la calle Ávila. “Fue uno de los puntos de agitación social y política, donde se hicieron grandes mitines antes de la Guerra”, explica. En este lugar se concentraron movilizaciones de la CNT, de la UGT o de Unión Republicana, tal y como atestiguan documentos del archivo municipal.

La escuela donde enseñaba “el diablo”

Camino de la calle Cruces, Francisco Cuevas hace una parada en la calle Visitación para hablar de la redacción de La Voz del Campesino. La Voz del Campesino, un periódico libertario que se editaba en Jerez y que se vendía por toda España. Precisamente el líder de este periódico, Sebastián Oliva, albergaba en su propia casa una escuela donde enseñaba a leer y a escribir a los más necesitados.

Justo detrás del Beaterio, un colegio de monjas que por aquel entonces ya existía, en lo que es la calle de las Cruces, el guía se detiene para observar la fachada de la vivienda de este reconocido activista libertario de Jerez. “Hoy la bandera nacional cuelga por sus balcones”, dice con sarcasmo una de las asistentes. “La familia cuenta que a cualquiera que venía le decía: ponte ahí. Los sentaba en una mesa grande y a hacer tareas”. Sobre la cercana escuela religiosa, Francisco cuenta una anécdota recogida también por testimonios orales: “Las monjas les decía a las niñas que no se equivocaran al ir a la escuela que ahí abajo estaba el diablo”.

La imprenta del católico que lo dejaba “arreglaíto

Por el Arroyo y hacia José Luis Díez, Francisco Cuevas no puede ilustrar visualmente en esta ocasión lo que cuenta. “Justo en este número se encontraba una casa grande que era la imprenta de Manuel Martín”, dice señalando al centro de salud de San Dionisio, conocido popularmente como ambulatorio. “Fue el epicentro a nivel de publicaciones del movimiento obrero, si miráis todo tipo de revistas, folletos, libritos se editaban aquí”, cuenta.

Sin embargo, e incide en ello, Manuel Martín, más conocido como M. Martín en todas las publicaciones que editaba, no era precisamente un revolucionario. “Tenía una profunda amistad por ejemplo con Sebastián Oliva pero era un hombre católico y no era un hombre de izquierdas”, ríe. Una fuente familiar precisamente lo recalca. “Nos lo dejaban muy arreglaíto, nos llegaron a decir sobre el precio y las tiradas”. Una circunstancia que se refleja en el antes y después de la Guerra, pese a todo. “Cuando matan a Sebastián Oliva, Manuel Martín mete a sus dos hijos a trabajar en la imprenta, lo cual nos habla de un sistema de protección a la familia por afinidad personal, que no ideológica”, concluye. Una realidad manifiesta y oculta de la intrahistoria jerezana que a duras penas ve la luz más de 80 años después.

Este sábado 23, Francisco Cuevas repetirá la ruta de la memoria histórica de Jerez, dentro del programa del Aula Itinerante de la Memoria Histórica. La cita tendrá lugar a las 12.00h en las puertas del edificio de Sindicatos de la plaza del Arenal.

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