Silencios bajo la tierra

 

Cuando la Guerra Civil española estalló, Genara, espía al servicio de Gran Bretaña, fue destituida de su cargo de maestra por su filiación republicana. Intentó huir, pero fue capturada y encarcelada

30 de Diciembre de 2019/ Mauricio Hernández Cervantes

Se acaba 2019 y aún hay tantos secretos bajo la tierra. 

Eran las últimas horas de mayo. El mercurio marcaba más de 30 grados, pero lo denso del aire en el cementerio municipal de León (Castilla y León, España) sugería muchos más. Y la quietud allí no es sinónimo de paz: casi al entrar, una sepultura falangista dedica su ostento a los “Caídos por Dios y por España”; cien pasos más adelante, un monumento dedica su frialdad y modernismo a las víctimas republicanas del franquismo. Ese lugar –dicen– es un sitio para no olvidar.

El reportero que escribe estas líneas se dirigía hacia el recinto civil (donde protestantes y no bautizados son enterrados) buscando una historia particular: la de una presunta espía española al servicio de Gran Bretaña, asesinada misteriosamente durante el inicio del régimen franquista. Genara, su nombre.

En 1936, cuando la Guerra Civil española estalló, ella fue destituida de su prestigioso cargo de maestra (con grado de funcionaria) por su filiación republicana. Intentó huir (como muchos exiliados que salvaron la vida en México), pero fue capturada y encarcelada. Ya en 1939 (tras los tres años bélicos) sólo pudo trabajar como taquillera en un cine, hasta que aquel frío 16 de diciembre un hombre desconocido se le acercó y le entregó un paquete con propaganda subversiva ordenándole repartirla. Si no, “se atendría a las consecuencias”.

Genara obedeció (quizá por miedo, quizá por convicción) y eso le costó la vuelta a prisión. Pronto obtuvo un perdón judicial, pero por cuestiones nunca esclarecidas una bala militar le quitó la vida en abril de 1941.

Nadie reclamó su cuerpo. Nunca. No tenía pareja o hijos. Pero (curiosamente) sus restos fueron enterrados muy cerca de los del líder español de la red de espionaje británico en la zona. Situación sui géneris, ya que la mayoría de los fusilados solían terminar en fosas comunes, no en cementerios ni en fosas individuales como Genara (en su acta sepulcral consta un pago anónimo por esos derechos. ¿Quién le dio un entierro digno, y por qué? Todo es un misterio).

El caso fue olvidado hasta que en 2015 dos historiadores lo rescataron. Además, una periodista local publicó el año pasado un par de artículos al respecto. De hecho, ni su único sobrino (de 82 años) sabía algo sobre el pasado de su tía republicana (él sí estuvo en la exhumación de mayo, la periodista y los historiadores no).

Ahora bien, estimado lector, volvamos al cementerio de León. Fue una asociación civil (la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) quien llevó a cabo la exhumación de los restos que pueden ser los de Genara. Del suelo salió mucha tierra, madera podrida, la medalla de una virgen, huesos y una incógnita: ¿se trata de ella?

Sólo el resultado (aún pendiente) de una prueba de ADN confirmará la identidad.

De ser Genara, ¿cambia su historia?, ¿cambia la Historia?

En octubre, los restos de Francisco Franco fueron exhumados del monumental mausoleo que honraba su dictadura. Para muchos, la medida llegó tarde. Para otros, fue algo inútil. Lo cierto es que, a 80 años del fin de la Guerra Civil española, aún quedan miles de fosas comunes en ese país (se estiman que hay entre 2.000 y 3.000), y una gran polémica política sobre cada una de ellas.

Ahora, sin dejar de lado el pico y la pala, ubiquémonos en México. Según el informe Violencia y terror: hallazgos sobre fosas clandestinas en México, de la Universidad Iberoamericana y la CMDP, entre 2009 y 2014 fueron reportadas por los medios de comunicación 390 fosas clandestinas (con 1.418 cuerpos dentro). Sin embargo, ese documento advierte de la existencia de muchísimas más; sugiere mil (entre 2015 y 2016 –periodo fuera del informe– se encontraron 180). Ah, y el caso de Iguala –tampoco incluido– “merece estudiarse aparte”, dicen sus páginas.

Sin ir más lejos, México y España, en vísperas de 2020, siguen siendo grandes cementerios clandestinos. 

Sí, aquí y allí seguimos buscando historias rotas bajo la tierra. Y siguen apareciendo huesos sin nombre sepultados por el silencio y enterrados en lo más yermo del terreno humano. Sí, huesos anónimos. Miles de ellos. En México y en España. Algunos de ellos ya no tienen a alguien que los reclame. Otros, muchos, sí.

¿Cambia la Historia por cada hueso que es rescatado, y por cada otro que es  olvidado?

https://www.excelsior.com.mx/opinion/opinion-del-experto-nacional/silencios-bajo-la-tierra/1355537