“Los cuerpos se han levantado con presencia de la policía judicial, se ha acordonado el terreno, los agentes se encargan de la cadena de custodia de las pruebas y hasta se ha decretado el secreto de sumario”, cuenta el presidente de Recuerdo y Dignidad sobre este caso de Soria.
Durante la Guerra Civil, que nunca llegó a la provincia de Soria tras triunfar el golpe de Estado en la zona, llamaron a Jesús Gómez Puebla al cuartelillo de la Guardia Civil. Él vivía en Deza, un pueblo de la zona y, aunque no estaba adscrito a ningún partido político, sí había votado a las izquierdas en febrero de 1936. “Acudió porque no había hecho nada malo, pero nunca volvió. Lo subieron en un camión junto a otros y lo fusilaron en Las Casas, un barrio de Soria capital”, cuenta su nieta, María Jesús Martínez. Ahora, sus restos pueden estar entre la treintena de cuerpos que la Asociación Recuerdo y Dignidad espera identificar en la fosa de Las Casas, una intervención que comenzó en mayo del año pasado y cuyos impulsores han considerado como la «primera exhumación del futuro».
“Aunque no es la primera vez que se trate de un procedimiento judicializado de principio a fin, sí que es pionera en que el caso se aborde como un asesinato actual. Los cuerpos se han levantado con presencia de la policía judicial, se ha acordonado el terreno, los agentes se encargan de la cadena de custodia de las pruebas y hasta se ha decretado el secreto de sumario”, explica sobre la particularidad de esta fosa Iván Aparicio, presidente de la asociación memorialista de Soria. Consideran que la tierra del lugar ha podido cobijar hasta un centenar de personas asesinadas hace casi un siglo sin juicio ni delito conocido alguno.
Lo primero que realizó Recuerdo y Dignidad fue comunicar al juzgado y a la Subdelegación del Gobierno que intervendrían en la zona, lo que hizo que la Policía se personara en el lugar desde el primer momento. “Tras los primeros trabajos de prospección y el hallazgo del primer resto humano con señales evidentes de violencia, paralizamos la excavación e intervino una forense”, relata Aparicio. Ante este punto, la estrategia que siguieron fue la siguiente: “Dado que solo era una prospección, pedimos al juzgado seguir con la exhumación para ver si había más niveles de enterramiento, y nos lo autorizaron. En la primera capa encontramos restos de siete personas”.
Esa autorización fue una buena noticia para la asociación, pues suponía el inicio de la apertura de una causa judicial. “Continuamos con la exhumación y, por el momento, estamos a la espera de cotejar las muestras de ADN, a ver qué resultados dan”, agrega. Actualmente, el caso está bajo secreto de sumario en el Juzgado de Instrucción número 1 de Soria.
Siguiente paso: denuncia por crímenes de lesa humanidad
Sí sufren en sus propias carnes esta espera, que siempre parece infinita, y que deja tras de sí algunos fallecimientos de los descendientes de las víctimas que buscan en Las Casas. Los tiempos de los juzgados y las pesquisas a nivel científico retrasan las cosas y, en la actualidad, los familiares tienen el corazón en un puño al aguardar que llegue su turno para que los diferentes juzgados de las localidades en las que residen los citen para la recogida de muestras de ADN.
Por el momento, Recuerdo y Dignidad prepara una denuncia por crímenes de lesa humanidad en la que documentan los crímenes acaecidos en Las Casas durante los primeros meses de la guerra y en la que remiten a los Derechos Humanos: “Acudimos al derecho internacional para constatar que estas personas siguen desaparecidas y argumentamos cómo fueron víctimas de un plan de exterminio por formar parte de un grupo de población concreto. En Soria no hubo guerra, estas personas murieron sin juicio. Las asesinaron por ser de izquierdas”, relata el presidente de la entidad sobre el texto que presentarán en el mismo juzgado.
A pesar de los logros que cuentan en su haber, desde la asociación memorialista sí remarcan que algunos archivos no han querido proporcionar información sobre determinados aspectos, y eso que la petición fue articulada por parte del Ayuntamiento de Soria. “Los archivos militares y del Ministerio de Defensa, los que más nos interesaban, no se han pronunciado”, concretiza Aparicio.
Sus pesquisas, por otra parte, los han llevado a saber que en Las Casas se estableció una suerte de pacto mediante el que los alzados no matarían a nadie del barrio, aunque a su maestro lo asesinaron en otro lugar. “Los vecinos tenían el encargo de, cada vez que había una saca o fusilaban a varios, enterrar los cuerpos. Hubo gente muy afectada por esas tareas tan duras de tener que ver a gente muy joven y pobre con una bala en la cabeza”, recuerda el presidente de Recuerdo y Dignidad.
Delaciones en el pueblo
Uno de esos cuerpos fue el de Jesús Gómez Puebla, a quien los falangistas asesinaron sin ningún tipo de juicio previo, según sus familiares. Ahora, Jesús vive por boca de su nieta, María Jesús Martínez: “Lo que cuenta mi tía de 96 años es que, al parecer, durante la guerra, en el frente, mataron a dos de derechas del pueblo y como venganza fueron a por los que sabían que eran de izquierdas”. Jesús acudió al cuartelillo, junto con diez personas, después de que hicieran lo propio otras cinco, todas de Deza. Ninguna volvió a pisar el pueblo.
La losa de silencio se impuso en su casa. La abuela de Martínez, Saturnina Ortega Gómez, nunca contaba nada de lo ocurrido. Armada de valentía, llegó a ir a Burgos junto con otras mujeres para saber el nombre de quienes habían delatado a sus maridos. Allí se enteró que Jesús fue calificado como “un elemento peligroso de acción, confirmado por el Ayuntamiento y dos testigos, vecinos del pueblo”, tal y como atestigua la nieta desde Bilbao. A otros como él, explican, los denunció el cura.
Por desgracia, la madre de Martínez e hija de Jesús falleció en octubre del año pasado. “Uno de sus anhelos era encontrar a su padre. Quiero que se les busque hasta las últimas consecuencias, y que lo haga el Estado para reparar todo el daño que hemos sufrido las familias”, concluye la nieta de Jesús.
Encontrar el cuerpo, limpiar su memoria
En aquel tiempo, los falangistas también asesinaron a Evaristo Forcén Calonge. Maestro del pueblo soriano de Pozalmuro, su vida se acabó en septiembre de 1936. De nuevo, es la nieta quien todavía respira por él. Ella se llama Marisa Forcén y reside en Palma de Mallorca: “Esto siempre ha sido un tema tabú, había mucho hermetismo en la época. Las consecuencias fueron devastadoras y en parte por lo que hicieron con mi abuelo, mi padre emigró a Inglaterra”, comenta.
Este autoexilio del padre de Forcén por un cúmulo de cosas entre las que se cuenta el haber perdido a un padre por sus ideas progresistas lo ha perseguido durante todos estos años. Ahora se muestra contenta, pues solo le queda que los juzgados la avisen de cuándo debe realizarse las pruebas de ADN para cotejarlas con los restos encontrados.
“Saber que ahí está mi abuelo supondría encajar una pieza de un puzle que siempre fue una tarea pendiente, durante muchos años, para toda la familia”, explica. De todas formas, su lucha no terminará ahí, pues Forcén quiere que el nombre de Evaristo, su abuelo, quede intacto, pues nunca debió mancharse: “Él llegó a estudiar en Zaragoza pero, tras la guerra, una vez ya muerto, lo depuraron, y así aparece en los expedientes. Quiero limpiar su memoria, es una manera de reparar el dolor”.
Sea como fuere, afrontar el duro pero gratificante trago de hallar los restos de tu familiar que siempre esperaron a que se abriera la fosa en la que se encontraban no es fácil. Además, las familias se han diseminado. “Una posibilidad que barajamos es dejar los restos en Las Casas, junto con aquellos que así lo decidan, y poner una placa conmemorativa con todos los nombres para identificarle y honrarle”, añade Forcén.
Por otra parte, esta funcionaria es consciente de que no en todas las exhumaciones ha sucedido una judicialización como la de este caso. De hecho, esta es más la excepción que la norma. “Hemos tenido unas facilidades que no ha tenido todo el mundo, y no sé por qué en unos casos se puede hacer así y en otros no, porque la justicia debería velar por las víctimas en cualquier lugar en el que se encuentren”, concluye la nieta de Evaristo.