Tellito, la miliciana republicana que evitó ser la ‘Decimocuarta Rosa’

Fue una feminista irreverente que, hasta su muerte, abogó por la República y promulgó la igualdad y educación entre las mujeres. En el hogar de Tellito y de su marido, el artista Ciriaco Párraga, se imprimían ejemplares de Mundo Obrero.

California / 29/02/2020 23:29 / Aitana Vargas /

El día que las fuerzas franquistas se personaron en el piso de Palmira Julia Tello Landeta, situado en el barrio madrileño de Cuatro Caminos, la miliciana republicana no había llegado aún del trabajo. Cuando la sastra de 18 años finalmente puso un pie en casa ese día, una vecina que había sido interrogada por el comisario Roberto Conesa le advirtió: “¡Tellito, Tellito, márchate corriendo que te están buscando. El comisario me ha soltado, pero me ha preguntado mucho por ti!”.

Para entonces, el régimen franquista ya había detenido a Dionisia Manzanero, gran amiga y confidente de Tellito, y una de Las Trece Rosas asesinadas por el régimen del dictador el 5 de agosto de 1939. Tellito habría sido la decimocuarta rosa. Pero por suerte, aquel día de 1939, la joven madrileña logró hacer las maletas a tiempo y huir hacia Zaragoza. Hoy, su hija Victoria Párraga, rescata la historia de esta luchadora y feminista desde su hogar en Berkeley (California), donde lleva instalada de forma permanente desde agosto de 1986.

“Nunca la detuvieron, pero su vida corrió peligro constantemente”, explica esta Licenciada en Geografía e Historia en entrevista con Público. “Mi madre siempre decía que la época de la guerra fue la más feliz de su vida, algo que ella repetía continuamente porque tenía el deseo de estudiar, de ser alguien y sabía que esa batalla le iba a dar la oportunidad de hacerlo”.

“Durante toda la guerra, recorrían los pueblos de España para sumar jóvenes afiliados en su lucha contra el franquismo”, dice Victoria

Aunque Tellito sorteó la detención, su hermana de catorce años, su madre y sus dos tías acabaron en la cárcel al día siguiente. Ninguna conocía el paradero de la adolescente. Tampoco el legado que esta feminista empedernida ya había dejado por varias comunidades españolas.

“Con catorce o quince años, mi madre se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y, junto a Dionisia, trabajó en agitación y propaganda. Durante toda la guerra, recorrían los pueblos de España para sumar jóvenes afiliados en su lucha contra el franquismo”, dice Victoria.

En octubre de 1936, la miliciana protagonizó la icónica portada del semanario español Estampa, que la inmortalizaba con el pelo corto y los brazos en alto durante un mitin político que encabezó en una plaza española. En la instantánea, Tellito llevaba un vestido negro que ella misma había confeccionado en memoria de su hermano.

“A los pocos días de empezar la guerra, mi madre se queda sin su hermano Paquito, de 17 años, que cayó en el enfrentamiento del Cuartel de la Montaña el verano de 1936”, asevera Victoria. “Afortunadamente, su hermano fue de los pocos que pudo morir en casa”.

A pesar de su juventud, Tellito y su compañera de fatigas, Dionisia Manzanero, guiaron en 1937 al batallón alemán Thälmann durante la Guerra Civil Española. La madrileña aprendió a defenderse en alemán y llegó a enamorarse de uno de los brigadistas germanos que acabó muriendo en el conflicto.

Cuando la guerra ya estaba perdida para el bando republicano, esta estoica mujer puso rumbo a la costa valenciana, tratando de coger uno de los últimos barcos que zarpaban hacia tierras extranjeras. No llegó a tiempo y regresó a Madrid con la esperanza de recuperar la carrera como costurera que había iniciado con catorce años, justo antes de la guerra.

El comisario Conesa salió a las calles de Madrid a buscarla. Pero la sagacidad de la joven le permitió siempre ir un paso por delante

Fue entonces cuando el comisario Conesa salió a las calles de Madrid a buscarla. Pero la sagacidad de la joven le permitió siempre ir un paso por delante de uno de los policías represores más temidos durante la guerra y el régimen franquista.

La red de apoyo clandestina que le había servido a Tellito para sobrevivir durante la contienda, le tendió una mano y la recibió en Zaragoza. Allí, dejó de ser Palmira Julia Tello Landeta y pasó a ser Amaya Hidalgo, una identidad que ella inventó y que mantuvo durante años.

También en Zaragoza conoció a su gran amor, el pintor Ciriaco Párraga, que había pasado por varios campos de concentración de Deusto, Santoña, Zaragoza y Valencia durante la guerra. Mientras el artista inmortalizaba sobre el lienzo al médico y a los soldados de la prisión, entre brochazos debía cumplir con su otra obligación como prisionero: cavar y enterrar en fosas comunes a los represaliados republicanos.

“De esto no se habla, pero quienes enterraban a los represaliados eran los republicanos, no los franquistas”, asevera Párraga. “Mi padre nunca me contó que lo había hecho. Lo supe al leer uno de los libros que mi hermano Gregorio escribió. Yo ya tenía más de cincuenta años y me quedé atónita”.

Los padres de Victoria eran comunistas y promulgaban el “todo debe repartirse entre todos”. Llevaron esta creencia a su máxima expresión. Tanto es así que, en el hogar familiar que crearon en Bilbao, se imprimían los ejemplares de Mundo Obrero que se repartían por el norte de España.

Cuenta Victoria que, mientras su padre retrataba en su estudio “a los burgueses que tenían dinero para pagar por un retrato”, su hermano Gregorio y su madre Tellito “giraban la manivela” en la habitación contigua para imprimir la publicación.

En el hogar familiar que crearon en Bilbao, se imprimían los ejemplares de Mundo Obrero que se repartían por el norte de España.

Por la modesta casa de la pareja desfilaban no sólo líderes políticos antifranquistas sino también intelectuales de la época. “Creo que mi nombre fue una sugerencia de Blas de Otelo”, confiesa Victoria. “Pero lo que sí recuerdo con certeza es que mi padre nos hizo retratos a mi madre, a Blas y a mí”.

En 1973, con sus dos hijos ya adultos, Tellito y Ciriaco contrajeron matrimonio. Lo hicieron en el lecho de muerte del artista, y por fin, en un documento oficial y en el libro de familia, figuró de nuevo el nombre real de la miliciana.

Tellito falleció a los 95 años el 16 de enero de 2016. Y de las muchas lecciones que le legó a sus hijos, Victoria nunca olvidará el día que su madre la sentó sobre la cama con trece años, la miró a los ojos y le dijo:

“Si quieres ser mecanógrafa, puedes serlo. Pero lo serás con un título en el bolsillo, porque así, cuando dejes de limpiar la mierda de todo el mundo, meterás la mano en el bolsillo y tendrás un título, que de algo te servirá”.