Todos los Nombres es una expresión sintética, pero su fondo es mucho más amplio. El nombre identifica a una persona, pero cualquier ser humano encierra tal complejidad que no podría reducirse a un nombre, menos a un número (hay regímenes que así lo conciben…). Detrás de esta expresión el título de una novela de José Saramago, que nos autorizó gustoso a usarlo, sabemos que hay rostros (una fotografía adquiere un valor tremendo), sentimientos, pensamientos, aspiraciones… que constituyen su personalidad. Por eso concedemos gran valor a este apartado, la «microbiografía», en la que poder reflejar con más detalle quién hay detrás de un nombre: toda una vida.
Un escrito necesariamente modesto, y sabemos que es insuficiente, pero está lleno de sentido. Cualquiera puede tomar esta iniciativa, desde familiares a gente que investigan y tienen conocimiento de alguna víctima que pueden compartir (el consentimiento familiar es siempre una buena práctica). Con enviar un correo-e es suficiente.
Es una forma de «reparación» que demanda el movimiento memorialista, dar a conocer una trayectoria vital tan llena de dificultades y esperanzas rotas, pero también una forma de romper el silencio impuesto por muchas décadas, de esta forma socializado y compartido. En fin, un reconocimiento público a una vida.