Tras la pista de los restos de Blas Infante: una aguja en el pajar de la gran fosa de Pico Reja en Sevilla

la excavación en el lugar en el que se cree que está enterrado supera su ecuador con la confirmación de que es más grande, acoge más cadáveres y se utilizó durante más tiempo de lo que se creía. Sorprende la casi total ausencia de objetos cotidianos

Antonio Morente10 de agosto de 2021 22:03h

No por manida, la expresión deja de ser bastante gráfica para describir la situación: encontrar los restos mortales de Blas Infante “es como buscar una aguja en el pajar”. La afirmación la hace Juan Manuel Guijo, responsable de la excavación que se lleva a cabo en el lugar en el que se cree que puede estar enterrado, que no es otro que la gran fosa común de Pico Reja en el cementerio de San Fernando de Sevilla. Y si una misión de estas características siempre es difícil, en este caso la cuestión se complica porque se han encontrado con un escenario más grande en todos los sentidos: en las dimensiones de la fosa, en el número de fallecidos que alberga y en el periodo de utilización, que se prolongó durante más tiempo del que se creía.

 

Las previsiones apuntaban a que en Pico Reja podía haber 900 víctimas de la represión franquista y unos 250 cuerpos más procedentes de la actividad funeraria normal, pero las cifras se han disparado. Cuando se acaba de doblar el ecuador de unos trabajos que concluirán en diciembre de 2022, se han localizado ya 545 restos de represaliados y por encima de 2.500 de inhumaciones comunes y diversa procedencia como osarios, hospitales o cárceles, en todo caso “enterramientos ya prescritos y sin ningún tipo de memoria” o registro que permita seguirles la pista.

La segunda fosa más grande de Andalucía

Pico Reja es la fosa con víctimas del franquismo más grande de España de las que están abiertas en este momento, y se perfila como la más importante de las que se han excavado en Andalucía tras la de San Rafael de Málaga, donde se rescataron 2.800 restos de personas represaliadas. Con 671,34 metros de longitud (66 más que la dimensión inicialmente barajada por los historiadores) y una profundidad aproximada de cuatro metros, alcanza los 2.685 metros cúbicos. Al ritmo al que van los trabajos, y teniendo en cuenta lo que queda, los cálculos de Guijo apuntan a que en este punto del cementerio de San Fernando puede haber entre 1.300 y 1.400 víctimas junto a otros más de 4.500 cuerpos.

Estas cifras lo que hacen es diluir las posibilidades de encontrar la pista de Blas Infante… si es que está aquí. “Estará o no estará”, apunta en este sentido Juan Tomás, responsable de las políticas de Memoria Histórica en el Ayuntamiento de Sevilla, que impulsa unas exhumaciones que lleva a cabo el equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Las evidencias apuntan a que es así, pero no hay ningún registro documental y no se puede olvidar que en aquellos años de plomo no fue infrecuente el movimiento de cadáveres de un sitio a otro para dificultar que se les pudiera seguir el rastro.

El mismo trato que a las otras víctimas

“Con la cuestión de Blas Infante hay que tener una prudencia total”, apostilla Juan Manuel Guijo, que ha estado en contacto con la familia del padre del andalucismo histórico, saben de la dificultad y sólo le han transmitido que “quieren que se le dé el mismo trato que al resto de víctimas de la fosa”. Para seguirle el rastro, las tres principales referencias son que era hombre (lo cual no despeja mucho la cuestión, porque alrededor de un 95% de los cuerpos son varones), el tipo de muerte (fusilamiento, lo más común por otra parte) y su edad, 51 años, lo que permite afinar algo más pero no mucho, porque “a partir de los 40 es difícil saber la edad exacta del hueso”.

¿Qué otras pistas se pueden seguir entonces? Pues la fecha, “el 11 de agosto se enterró en el cementerio a 17 personas”, tres de las cuales eran soldados de las tropas golpistas y recibieron una sepultura normalizada. De la Carretera de Carmona, el lugar del fusilamiento de Blas Infante, llegaron cuatro cadáveres ese día y es de suponer que los enterraron a la vez, aunque para completar las cuentas quedan diez “y no sabemos si están juntos, al lado, encima, debajo…”. ¿Conclusión? “Esto es un rompecabezas”.

“Muchos factores distorsionantes”

 

“Han pasado 85 años y no podemos dar falsas esperanzas, ni a la familia de Blas Infante ni a ninguna otra”, prosigue Juan Manuel Guijo. Y aunque “siempre hay que mantener la esperanza”, lo cierto es que están encontrando restos pulverizados, “son polvo”. Algo en lo que tiene que ver no sólo el paso del tiempo, sino que se une que en la fosa se usaron productos químicos para “disolver los huesos”, que la acción del suelo es muy agresiva por su acidez, el impacto de raíces, roedores, la propia acción del hombre removiendo los restos…

 

“Hay muchos factores distorsionantes”, resume, y eso sin hablar de los traslados de cuerpos, “hay personas que se piensa que están en las fosas de Sevilla y están en otras de municipios de los alrededores”. En teoría, entre las víctimas depositadas en este enclave puede haber concejales del Ayuntamiento de Sevilla y de otras localidades próximas, así como otros cargos públicos, políticos y sindicalistas. “En Sevilla fueron asesinadas 4.000 personas, pero que estén en el cementerio ya es otra cosa”, subraya Guijo.

Enterrados desnudos de objetos

Otra dificultad añadida es la “casi total ausencia de objetos cotidianos”, como pueden ser encendedores o gafas. Lo poco que está aflorando, y “en una proporción ínfima, se reduce a botones, calzado (y no siempre), telas, alguna prótesis dentaria…”. Esto significa que estaban con lo puesto cuando los iban a fusilar o que “fueron objeto de expolio”, sentido en el que no hay que olvidar que “la famosa brigadilla de ejecuciones estaba compuesta por delincuentes que se unieron a los golpistas y que carecían de cualquier noción de respeto”.

Los trabajos que se llevan a cabo están reescribiendo la historia de la propia fosa en sí, que en teoría se abrió en 1925 y se daba por hecho que se cerró en agosto o septiembre de 1936 al colmatarse. Las dos fechas están ahora en cuestión, ya que el responsable de las excavaciones señala que hay puntos de este gran enterramiento colectivo en el que el primer cuerpo localizado es de 1936, y las evidencias también señalan que se siguió usando para depositar a represaliados hasta después de acabada la Guerra Civil y ya entrados en los años 40.

“Total desprecio a los muertos”

Los cuerpos rescatados muestran “todo el horror del catálogo del bando de guerra”, con cráneos con orificios de balas, muñecas atadas con alambres y extremidades rotas, a lo que se une que fueron arrojados a la fosa sin mayores miramientos. “La fosa se usó como un gran cubo de basura durante más de una década”, depositándose todo tipo de restos (hasta desechos de los hospitales) “sin ningún pudor y con un total desprecio a los muertos”.

Todo ello en unos años en los que “el cementerio se convierte en el escondite perfecto para ocultar cualquier actividad criminal”. “De Pico Reja están saliendo pruebas criminales una detrás de otra”, señala Guijo, que también llama la atención sobre la singularidad de que han aparecido numerosos ataúdes, lo que no es muy frecuente en una fosa, porque además en varios de ellos han encontrado a personas represaliadas con incluso las manos atadas. Junto a casos de personas al margen de la actividad represora, su interpretación es que se usaron los féretros “por una cuestión práctica por el mal estado de los cuerpos, sin descartar la influencia de algunas familias”. Sería el caso de algunos militares republicanos a los que “el único acto de honor” que se les concedió fue un ataúd.

En cualquier caso, el último paso llegará de la mano del ADN, para lo que se cuenta con muestras de 400 personas que creen tener un familiar en Pico Reja. Los técnicos de Aranzadi ya han enviado en dos tandas 362 muestras óseas de restos humanos para proceder a la identificación genética, unos trabajos que va a llevar a cabo la Universidad de Granada. 

El impacto de un descubrimiento

Si tras todo este camino acaba encontrándose la aguja del rastro de Blas Infante, Guijo admite “el gran impacto mediático” que tendría la noticia, un deseo ante el que “pones a luchar el corazón y la cabeza”, y esta última insiste en lo difícil de la cuestión. “En estos casos parece que soy un poco aguafiestas, pero es que hay que poner la verdad por delante y aquí se ha hecho de todo para que su cuerpo no aparezca”, apunta.

Juan Tomás coincide en “el gran simbolismo” que supondría dar con sus restos, al tiempo que señala que el enclave de Pico Reja se convertirá en el día de mañana en una zona ajardinada dentro del cementerio, con un columbario y un monumento que, en todo caso, se hablará con las familias cuando llegue el momento. Y Guijo apostilla que localizar a Blas Infante sería “como encontrar la conciencia de Andalucía”, de ahí la promesa que deja en el aire: “Vamos a seguir peleando”.

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