Túnez. Kasserine, el cementerio africano en el que yacen olvidados veinte republicanos españoles

El patio trasero de una casa en Kasserine (Túnez) esconde el único cementerio de exiliados republicanos: una veintena de tumbas, seis profanadas

Ahora la necrópolis es apenas un corral para aves donde las gallinas comparten espacio con la familia de su único guardián, Salah Saadly

Unos 4.000 marineros y soldados huyeron al final de la guerra civil, la mitad regresó a España y más de 900 quedaron en tierras tunecinas

Juan Miguel Baquero /28/05/2019 /eldiario.es

El patio trasero de una casa en Kasserine huele a desmemoria. Ahí está escondido el único cementerio de exiliados republicanos españoles en Túnez. Hay veinte tumbas alineadas. Seis profanadas. Un viejo somier metálico y oxidado luce como toda portezuela. Y unas cuantas gallinas picotean entre las lápidas.

Un documental, Morir en el exilio, morir en el olvido, rescata esta porción perdida de la memoria colectiva. “Un fragmento extraviado de la guerra civil española”, dice el autor del reportaje publicado por la Agencia EFE, Javier Martín.
La obra cuenta la travesía de la flota republicana que arribó a la costa africana en marzo de 1939. Pero no solo. El trabajo saca a la luz imágenes archivadas de aquellos barcos. Y revela el periplo de 4.000 exiliados que pusieron rumbo a Túnez o cómo la mitad regresa ante el reclamo de la “amnistía” de Franco. Todo, con la pátina argumental de uno de los refugiados: Marcelino Llano Cotrofe, anarquista de la CNT.

Las autoridades tunecinas ya tienen un acuerdo con Salah Saadly, dueño del patio. Y la embajada española en Túnez “está implicada”, adelanta Javier Martín, delegado de EFE en el norte de África. Falta –continúa– que el nuevo Gobierno de España, una vez constituido, remate el plan a través del Ministerio de Justicia. Que “vuelva a funcionar la Memoria Histórica” y acabe rehabilitado el cementerio donde yacen 20 soldados españoles abandonados por la historia. “Apenas se necesitan unos 5.000 euros”, dice.

Españoles en camposanto africano

La suciedad, el descuido, reinan en el pequeño camposanto africano. La veintena de exiliados españoles falleció entre los años 41 y 45. El documental ha rescatado una historia presa de la desmemoria y, además, ha propiciado el proyecto de recomponer el exilio olvidado en la tierra de Kassarine.

“La prioridad ahora es recuperar la memoria y la dignidad de los allí enterrados”, entiende Javier Martín. “Adecentar el cementerio, sacar las gallinas, recuperar de alguna manera las tumbas, colocar una puerta y una placa conmemorativa”, enumera. Sacar esta memoria, de una vez, “del patio de atrás de la historia”, subraya.

La mayoría de tumbas conserva los nombres de quienes están allí enterrados. Hay 12: Eligio, Fernando, José, Marcelino… Y otros dos que aparecen el día de la visita de los reporteros al remover el barro que cubría la piedra.

Los nombres en las tumbas tunecinas

14 lápidas tienen nombres y fechas reconocibles: Francois Ficher, Fernando Fuilla, Antonio Sánchez Serna, Fernando Sánchez Idez, Eligio Casal, Antonio Rodríguez Fernández, Ambrosio Martínez, Francisco Puig Suárez, José Bravo Collazo, Marcelino Llano Cotrofe, Antonio Bouza Martínez y Antonio Álvarez San Pedro.

En Kasserine existen otros cementerios con extranjeros. Asociados a la Segunda Guerra Mundial, “a la Commonwealth e incluso nazis”, y están “en perfecto estado de conservación”. Porque, como sentencia Javier Martín, “un país que no deja hablar a sus muertos tampoco es capaz de dar voz a los vivos”.

El custodio del exilio tunecino

Descuidado, colmado de excrementos, suciedad y aves de corral. Así describe al cementerio español de Kasserine el trabajo de la Agencia EFE. Las veinte sepulturas están repartidas entre la grava. Bajo la sombra acaso de un exiguo ciprés. Un lugar abandonado con un único custodio, Salah Saadly.

“Vivo aquí desde hace 32 años, cuando llegué ellos ya estaban”, explica en el documental. “Hay veinte tumbas. Las hemos contado. El terreno que ves es el original del cementerio”, continúa. La nieta de Saadly corretea entre las lápidas. Algunas abiertas. Rotas. “Se dice que están enterrados en este lugar desde la Segunda Guerra Mundial”, advierte.

El guardián del exilio olvidado en Túnez vive en la casa anexa. Es conductor de tanques jubilado. Tiene cuatro hijas. Y cuenta con pesar el deterioro del camposanto: “Antes la gente venía aquí para beber alcohol y correrse juergas, pero desde que estoy aquí nadie lo ha profanado”.

La huida de 4.000 republicanos

5 de marzo del 39. La flota republicana huye. Zarpan del puerto de Cartagena. Tres cruceros, ocho destructores y un submarino ponen rumbo a Bizerta, vía Orán, con 4.000 marineros y soldados y 201 civiles a bordo. Hay siete mujeres y cuatro niños.

Dos días más tarde entran en el fondeadero de Sidi Abdalah, exhaustos pero “esperanzados por haber dejado la guerra atrás”, recuerda EFE, según crónicas de la prensa tunecina de la época. “Los barcos de guerra de la República partieron apresuradamente buscando refugio en alta mar con el joven almirante Miguel Buiza al mando”, recuerda el reportaje.

“La Administración francesa, la Policía, el Ejército… todos estaban preparados para acoger a los buques y a los marinos españoles”, narra en el documental el historiador tunecino Bechir Yazidi, autor de El exilio republicano en Túnez, la única obra dedicada a este episodio excluido de la memoria de España durante décadas.

Apenas un mes después, la batalla habrá terminado. “Cautivo y desarmado el Ejército Rojo”, escribió Francisco Franco en el último parte de guerra. El propio militar golpista ya tiene un pacto secreto con Francia. Envía a Túnez al comandante Salvador Moreno para recuperar los barcos y anunciar una “amnistía” a quienes quieran regresar a España. Más de la mitad vuelve a bordo de la misma flota.

Un campo de refugiados en mitad del desierto

Muchos de los exiliados acabaron en el campo de refugiados de Mehri-Jebbes. Era una antigua mina de fosfato abandonada en medio del desierto, donde llegaron en tren, “en condiciones inhumanas”, recuerdan. Hasta 909 españoles, la mayoría gallegos, murcianos y andaluces, trabajaron en un proyecto que buscó desarrollar Kasserine, entonces una aldea de casas de adobe.

Los refugiados dejaron huella. Una memoria que seguía viva en Brahim, un anciano de 92 años que conoció a los republicanos y trabajó con ellos en la fábrica de papel, una de las más grandes del norte de África. “Los españoles trabajaban muy bien. Hay muchos que murieron aquí pero también que regresaron a España”, explica en el documental, con voz agotada y un castellano correcto.

O Ahmed Rahmouni, nacido en el año 43, que también recuerda a los refugiados. “Jairo era albañil y Laporta era chatarrero y al mismo tiempo enfermero”, rememora. Y Ramón Vázquez, que fue director de la central eléctrica y bastión del equipo de fútbol: el AS Kasserine, cuyos colores recuerdan el origen gallego de la entidad, que comparte el verde y blanco del Racing Club de Ferrol.

Uno de los exiliados que se quedó en Túnez fue Marcelino Llano Cotrofe. Anarquista de la CNT y tercer maquinista del crucero ‘Libertad’. Había sido uno de los cabecillas de la rebelión marinera que en los primeros días de la guerra impidió que los oficiales entregaran la flota a los sublevados en el norte de África”, apunta EFE.

Su familia le perdió la pista. La última noticia era una foto que Marcelino envió a su madre en junio del 39. Marcelino posa en bañador, con los brazos en jarra. Cuenta que está bien. Hasta que la historia del cementerio africano olvidado en Kasserine llega hasta su hermana Teresa, que tiene 88 años de edad.

“De mi hermano muy poquitos recuerdos”, dice en la cinta Teresa. Era la más pequeña de los Llano Cotrofe. La única viva. Localizar la tumba de su hermano “la desconcierta y alivia”. Siempre pensó que Marcelino estaría tirado en alguna fosa común del norte de África. “No es que me sorprenda, es que no sabía nada”, reconoce.

“El pobriño desapareció y nada más”. Otro de los hermanos trabajó en la fábrica de armas en A Coruña “y mi madre lloraba y decía que los hermanos estaban haciendo bombas para matar a su hermano”, recuerda entre lágrimas. Marcelino “era maravilloso”. Y ella, su hermana, “siempre oía a mi madre rabiar y llorar”.

El relato perdido del camposanto africano de Kasserine apareció “por sorpresa”, cuenta el autor del documental. De ahí, gracias “a la suerte y la intuición” periodística, debe funcionar “como un punto de arranque” para completar la historia. Porque “vinieron 4.000 personas, que se repartieron por Túnez, muchos se fueron a Argelia… y es probable que en otras zonas haya más españoles enterrados”.