Repasamos las investigaciones históricas más recientes que incluyen la tendencia historiográfica de poner en el foco en la gente corriente y lo que ocurrió, básicamente, es que se pasó hambre, necesidades y miedo
Foto: Grupo de Milicianos de Albacete en Madrid
“Por fortuna, el triunfo de las tropas nacionales ha puesto fin a la tragedia de esta capital, que hoy se dedica a vitorear incansablemente al caudillo y al ejército salvador cuando pergeñamos estas desordenadas notas”, escribía un corresponsal anónimo el 1 de abril de 1939 desde Albacete, “la capital del hampa internacional”, como se titulaba en la crónica difundida en el periódico Solidaridad Nacional. Este es, posiblemente, el primer texto periodístico, inédito hasta ahora, sobre la ciudad castellanomanchega difundido tras la derrota republicana.
Todo lo que ocurrió justo antes de este momento sigue dando mucho que hablar. Décadas después, aún resuena el drama de la guerra civil. A finales de 2023, acercamos los trazos principales de varias investigaciones históricas que siguen desvelando cómo se vivió el terrible acontecimiento en Albacete. Una ciudad que se convirtió en el epicentro para las Brigadas Internacionales y que durante un periodo de tiempo fue, en la práctica, la capital de la República. Es más, puede decirse que Albacete fue el principio del fin de la guerra. En la Reunión de Los Llanos de febrero de 1939, el entonces presidente del gobierno, Juan Negrín, certificó la pérdida de sus apoyos militares y el inminente fracaso. Ahora lo veremos, antes leemos a Alba Nueda.
“Muchas veces cuando hablamos de Historia, en mayúsculas, nos centramos en las grandes instituciones y en los nombres propios y nos olvidamos de que quienes verdaderamente construyen, viven y sufren la historia son personas anónimas que no tienen rostros conocidos”, cuenta la historiadora por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). La profesional de Villarrobledo está centrada en la historia social y en el estudio de la vida cotidiana durante la guerra civil y el franquismo. Su tesis doctoral aborda, concretamente, el abastecimiento y las estrategias de supervivencia en la retaguardia republicana durante el conflicto. Y lo que ocurrió, básicamente, es que la gente pasó hambre, necesidades y miedo.
En breve, el Instituto de Estudios Albacetenses ‘Don Juan Manuel’ va a publicar un libro de Alba Nueda donde se recoge parte de esta tesis doctoral. Eligió Albacete como “toma de tierra” y como señala, también por “el interés personal, ya que investigar tu propia provincia siempre aporta un vínculo con el trabajo”.
Por otra parte, “la provincia de Albacete es al mismo tiempo un ejemplo modélico de la retaguardia y un caso de extraordinaria excepción. Se mantuvo durante toda la guerra – a excepción de la primera semana – en la lealtad al gobierno; fue un nudo de comunicación y transportes fundamental en las conexiones entre el Levante y Madrid. De hecho era denominado ‘el muro de fuerza de la retaguardia’; y fue un foco de actuación y decisión política; centro de producción y a la vez, presenta rasgos distintivos con otros territorios por el hecho de ser base de las Brigadas Internacionales y, con ello, desarrollar formas de convivencia y experiencia aún más extraordinarias que las ya impuestas por la propia guerra, en la que debían convivir civiles, militares, autóctonos, desplazados nacionales y voluntarios internacionales”.
Las Brigadas Internacionales
El 22 de febrero de 1937, el periódico CNT, órgano de la Confederación Nacional del Trabajo publicaba este ‘breve’: “Albacete, bombardeado por los criminales aviones del fascio. Numerosas víctimas y daños de consideración. Durante la noche última, y sin perseguir objetivo militar alguno, fue bombardeada con gran intensidad por la aviación enemiga, la ciudad de Albacete, causando, en el casco urbano de la misma daños de consideración y produciendo asimismo gran número de víctimas. Se han recogido 30 muertos y los heridos llegan a un centenar”.
Durante la guerra civil, Albacete fue atacada por las bombas en más de una docena ocasiones, causando más de 120 muertes. Su importancia estratégica y la presencia de los voluntarios internacionales la hicieron blanco del enemigo.
Y, de nuevo, contextualiza Alba Nueda, “era una ciudadana bulliciosa que estaba viviendo una realidad tan compleja como diferente a toda su trayectoria. En la provinciana plaza del Altozano concurrían personas de diferente nacionalidad que se dirigían al Gran Hotel, donde estaba la base administrativa de las Brigadas Internacionales. O que iban al cine a ver proyecciones como la película soviética ‘Octubre’; la plaza Mayor donde estaba el mercado tenía enormes colas de mujeres como parte del paisaje. En las afueras se acumulaban comunidades de desplazados y evacuados, sobre todo, de Madrid”. Una ciudad aterrada que constantemente preparaba la construcción de elementos de defensa y refugios antiaéreos.
Hoy en día es posible visitar en Albacete uno de estos refugios. En la plaza del Altozano se abrió en 2021 esta infraestructura subterránea que ayuda a recordar el miedo que las familias tuvieron que padecer mientras la destrucción caía del cielo. En los pasillos aún se conservan las pintadas con indicaciones: “Guarde el mayor orden y serenidad posible”. Millares de albaceteños de todas las edades pasaron horas allá abajo, a expensas de que cesaran las bombas, atronados por el rugir del metal y con el frío en los huesos. Cuesta imaginar el pánico. Este es uno de los escasos espacios destinados a la memoria democrática en la ciudad de Albacete.
El profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, Damián A. González, suele comentar que “las ciudades son universos semióticos”. Hace unas semanas, durante el VII Seminario de Historia Contemporánea celebrado en la Facultad de Humanidades de Albacete, explicó que cualquier cambio público y social se ve reflejado en las calles de la ciudad. Y la guerra civil es un hecho que da mucha potencia simbólica a los lugares. Sin embargo, durante su ponencia, titulada ‘Lugares de memoria en Albacete que la ciudad recuerda, o no’, argumentó que, pese a algunos tímidos intentos y algún pequeño memorial, no hay, por ejemplo, “nada que recuerde a la cárcel o la plaza de toros como campo de concentración”. El historiador insistió en que “tenemos un reto: crear esta memoria democrática, algo que interpele y sensibilice a la ciudadanía”.
Durante este encuentro científico, los historiadores pusieron de manifiesto que existe una corriente que trata de “cambiar la memoria”. Cuando se colocan estatuas de antiguos monarcas o de conquistadores, se trabaja para esta transformación, generando una nueva memoria. Aquella visión de la historia basada en los grandes nombres y hechos. Sin embargo, existe una tendencia de la historiografía contrapuesta. Esa que pone el foco en la gente corriente. “Aunque la presión de una guerra civil no dejó a nadie al margen, recientes investigaciones rescatan del olvido las experiencias de las gentes que vivieron los conflictos como intromisiones en sus vidas, porque sus lealtades resistieron y no se ajustaron a la propaganda del respectivo bando donde les tocó enrolarse”, así lo ha escrito recientemente Juan Sisinio Pérez Garzón, profesor de la UCLM, en su libro ‘Historias de las Izquierdas en España’.
En este volumen, también deja más de un dato interesante. Explica Pérez Garzón que durante la guerra civil, los que se alistaron voluntariamente para coger las armas no pasaron de 120.000 en el bando republicano y unos 100.000 en la zona sublevada. Sin embargo, la movilización forzosa fue de 1.300.000 personas por parte del gobierno de la República y 1.200.000 entre los rebeldes. En total, dos millones y medio de personas obligadas a ir a la guerra en un país con 24,5 millones. Y sintetiza el profesor: “Son datos que no hay que olvidar para atemperar ciertas épicas de odios o de hedonismos en trincheras insalvables”.
Supervivencia
Así es. Simplemente, la mayoría luchó por la supervivencia. Y esta es la materia de estudio que interesa a Alba Nueda. La historiadora albaceteña, con el apoyo del Ministerio de Universidades, ha realizado estancias en la École de Hautes Études en Sciences Sociales de París, el King´s College de Londres y la Universidad Nova de Lisboa. Una formación complementada con la experiencia en grupos de trabajo como el ‘Proyecto Hambrun’a de la Universidad de Granada, el Catálogo de Vestigios de la Guerra Civil en Castilla-La Mancha, el Grupo de Investigación Complutense de la Guerra Civil y el Franquismo de la UCM o la Secretaría en el Plan Regional de Memoria Democrática de Castilla-La Mancha.
El trabajo que Nueda está desarrollando le ha llevado a archivos del Reino Unido, Francia, Suiza, Portugal e incluso Moscú, donde están los papeles del Komintern. “Un tema tan transversal y abstracto como el hambre lleva a que tengamos que buscar su rastro en cualquier parte; desde los panfletos de las asociaciones de ayuda humanitaria hasta los envíos de ropa o mantas pasando por los contratos comerciales”, afirma Alba.
Y en este “viaje apasionante” lo que ha encontrado es la realidad de una tierra como Albacete “atemorizada ante un futuro incierto” y en la que, sin embargo, “el temor se combinó con la necesidad de que, pese a la guerra, la vida tuviese que continuar”. Había cine, festivales y deporte y todo ello en medio de la actividad de los traficantes del mercado negro que actuaban en el Pasaje de Lodares.
Cuesta imaginarse en 1937. Desde la ficción, a veces, resulta más fácil viajar en el tiempo. Durante el último festival Abycine se presentó un cortometraje de animación tradicional que aborda la vida en la ciudad en medio del conflicto bélico. Producido por Papagayo EA, la obra Desenfilados es un homenaje a las personas que se vieron arrastradas a una barbarie.
Mediante la mirada de un niño que tiene que madurar de golpe, descubrimos la crueldad de una época que es difícil de pensar. Como ha dicho el crítico de cine José Fidel López, es la guerra civil de los olvidados. La de la mayoría de las personas. Albaceteños sin nombre que no aparecerán en largometrajes y cuyas vicisitudes, quizá, solo resuenen en la memoria de las familias.
Relatos del conflicto hay tantos como personas que lo padecieron. Porque millones de palabras después, todavía no está todo dicho sobre la guerra civil. Porque sí. Miles de libros y estudios más tarde, sigue habiendo muchas zonas oscuras sobre los sucesos que se dieron en la contienda. Es un asunto que sigue interesando. Algo más, continúa presente en la vida pública. Según una encuesta realizada en 2019 por un diario nacional, hasta el 87% de mayores de 55 años cree que el trauma de la guerra civil aún no se ha superado. Y una cifra más: un buen número de jóvenes entre 16 y 30 años, cree que la guerra comenzó con una sublevación del pueblo contra Franco. Unas lagunas históricas alarmantes que los profesores vienen tiempo detectando y que justifican la tarea de seguir generando memoria democrática.
En el municipio albaceteño de Madrigueras encontramos otro lugar que viene a apuntalar este recuerdo dañado por los olvidos mal intencionados. El Memorial de las Brigadas Internacionales, creado hace apenas un puñado de meses por iniciativa del Centro de Estudios y Documentación de las Brigadas Internacionales (CEDOBI), Instituto de Estudios Albacetenses y el propio consistorio, puede visitarse en el antiguo matadero municipal.
En cuatro salas, perfectamente acondicionadas y acompañadas de fotografías, audiovisuales y objetos donados por antiguos brigadistas, el asistente puede hacerse una idea de lo que supuso para toda la provincia la presencia de miles de voluntarios que vinieron a España a luchar por la República. Jóvenes de hasta 35 nacionalidades que en pueblos como este de Madrigueras se alojaron y prepararon para partir hacia los frentes.
A Albacete se le llamó “el Babel de La Mancha”. Y aquello que suena tan romántico y utópico supuso un problema en la convivencia diaria durante la guerra. Dice Alba Nueda: “Pese a la rigurosa investigación que existe en torno a la colaboración entre internacionales y población civil, la tensión por los recursos era latente. Por una parte, las unidades voluntarias colaboraron con los trabajos de recolecta ya que durante toda la guerra la falta de mano de obra era indiscutible. Existieron muchos momentos complicados: por una parte, los brigadistas recibían más alimentos en las raciones oficiales que el resto de la población, lo que provocaba muchas quejas y bastante malestar entre la población autóctona. Por otra, los internacionales fueron centro de diana por los fraudes en los mercados, de hecho, tanto fue así que el gobernador civil tuvo que ordenar que, para acabar con el ‘bochornoso espectáculo’ que se estaba dando, todos los precios y pesos de las tiestas y puestos del mercado se publicasen en pizarras en español y francés”. En cualquier caso, la gente tenía que recurrir al mercado negro para sobrevivir. Y, como venimos diciendo, de esto apenas se ha escrito.
En este último caso, la autora cuenta con un prólogo del conocido especialista en la época, Ángel Viñas, con ascendentes familiares en La Roda. Comenta el veterano historiador en las palabras introductorias: “Hay dos grandes áreas en las que cualquier historiador puede pensar que no todo se ha escrito. Son temas relacionados con la microhistoria, es decir, la historia de las colectividades regionales, subregionales y locales. O con el comportamiento de colectivos que no dejan huella escrita acerca de la forma en que vieron y vivieron su presente. De ambas, el estudio de los comportamientos dentro de áreas limitadas es, en mi opinión, absolutamente indispensable, siempre que haya documentos y testimonios que permitan esclarecerlos al investigador”.
Paz y pan
Después de meses y meses de sufrimiento y necesidades, la población albaceteña solo deseaba que la guerra acabase. La paz era el pan, eso creían. Y aquella era la única ideología que importaba a la mayoría de los ciudadanos a comienzos del año 1939. “Lo cierto es que Albacete, que fue la primera ciudad recuperada para la República, treinta y dos meses después asiste a la agonía en la finca de Los Llanos”, relata José Deogracias Carrión. Este historiador albaceteño estudió hace años la importante reunión que tuvo lugar en esta granja.
Sin embargo, ahora, ha completado y ampliado la investigación y ha plasmado en un libro, editado por Altabán, todo lo que ocurrió aquel 16 de febrero de 1939. Afirma Carrión: “En la reunión de Los Llanos el gobierno de Negrín se enfrenta a los altos mandos militares del Ejército y queda desbordado, contribuyendo a acortar los plazos para acabar con la guerra”.
Añade el historiador que “cuando Negrín asiste a la reunión de Los Llanos es consciente de que la resistencia difícilmente se puede mantener sin una unidad de los partidos, sin el apoyo y la adhesión de los altos mandos militares y sin una mínima organización”. Tras la caída de Cataluña, el presidente del Gobierno de la República se jugaba su última baza en la capital oficiosa, Albacete. Y aquí, perdió definitivamente sus apoyos y se aceleró el fin de la guerra civil.
El autor del libro ha podido consultar nueva documentación como las dos cuartillas manuscritas por el propio Negrín para la reunión. En una de las anotaciones, el presidente ponía de manifiesto las carencias. “Medios materiales: faltan 15.000 fusiles. Los que tienen malos”. Después de cinco horas, Negrín es consciente de que no ha podido convencer a los altos mandos militares de la conveniencia de seguir resistiendo hasta que se produjese un conflicto bélico de dimensiones internacionales y pudiese garantizarse una paz sin represalias. Resume José Deogracias Carrión: “La República, que agonizó durante este mes de febrero, certificó la defunción en Los Llanos”.
Un cronista de Albacete de aquel tiempo, Francisco del Campo Aguilar, describió Albacete como una ciudad fantasmagórica, sucia, triste, llena de ancianos, mujeres y heridos de guerra. Desde el ahora, la historiadora Alba Nueda narra el final del conflicto de una manera muy descriptiva: “La población estaba exhausta, agotada y hambrienta, esperando, sobre todo, la paz y el pan. En muchos lugares quienes recibían a los vencedores con los brazos abiertos no eran otra cosa que hambrientos que esperaban el pan con los brazos anhelantes”.
Definitivamente, tras el golpe de Casado en Madrid, el 1 de abril, se leyó el último parte de guerra que certificaba no solo la victoria de Franco, sino el aplastamiento que se prolongaría durante décadas.