Un grito feminista de la memoria histórica.

Un grito feminista de la memoria histórica

Los testimonios de mujeres que lucharon contra el fascismo componen ‘Partisanas’, un libro escrito por la periodista austriaca Ingrid Strobl que acaba de ser reeditado por Virus Editorial.

03 febrero 2016 /  / 
“No le conté a nadie que iba a la guerra. Si no, no me lo hubiesen permitido. La gente con la que vivía no me hubiese dejado ir nunca sin el permiso de mi padre. Me lo hubiesen impedido con todos los medios. Y a las otras les sucedía lo mismo. Los camiones partían con unos minutos de retraso, y algunas daban prisa al conductor: corre, arranca ya, que si no, todavía va a venir mi madre y me va a tirar de las orejas”. Es Fidela Fernández de Velasco Pérez, alias Fifí, una de las milicianas de la Guerra Civil española. Su testimonio y el de numerosas mujeres que lucharon contra el fascismo componen Partisanas, un libro escrito por la periodista austriaca Ingrid Strobl que acaba de ser reeditado por Virus Editorial. 

“Cuando la encontramos, Fifí estaba subida en una escalera plegable, con herramientas en la mano. Estaba reparando el tejado. La casita, construida con sus propias manos, aparecía solitaria entre las rocas, a unos quince minutos a pie del pueblo […] Fifí puso vino encima de la mesa y permaneció en silencio. No le gustó que hubiese llevado un magnetófono, pero, a pesar de todo, me permitió sacarlo de la bolsa […] Ella quería saber por qué nos interesaba tanto [su vida como miliciana]. A nadie le había preocupado todo eso hasta ahora”. Strobl escribió el libro en la cárcel, en los años 80, donde permaneció dos años y medio acusada de apoyo a organización criminal.

En España, la primera edición se publicó en 1996 y volvió a editarse en 2002. Ahora, la tercera edición vuelve a rescatar a estas mujeres en un momento en el que, independientemente de los logros o fracasos, el debate de la memoria histórica está presente en la sociedad. “Mientras que en el momento en el que se publicó el libro por primera vez era, probablemente, una aportación a una memoria histórica que en nuestro país brillaba por su ausencia, en este caso va un poco más allá. En el contexto actual, consideramos que es una contribución a una memoria histórica feminista, ya que hasta la historia y la memoria de la resistencia antifascista han tenido hasta hoy un corte patriarcal al ocultar a estas luchadoras”, explica Miguel Martín, coeditor de Virus.

¿Quién es Rosario Sánchez Mora? Conocida como La Dinamitera, fue la única mujer experta en bombas en la Guerra Civil, según la autora. “Tenías miedo a fracasar, quizás a dormirte, miedo a que por tu culpa se perdiera la guerra, a que atacaran a los compañeros y los asesinaran. Es increíble lo que una se puede llegar a imaginar en dos horas. En mi caso se añadía el hecho de que era una mujer, y por eso todavía me podía permitir menos fracasar”, cuenta La Dinamitera en el libro.

Julia Manzanal dejó la escuela a los 11 años para trabajar en una fábrica de cemento. Hizo sombreros, fue modista, bordadora… A los 17 decidió irse al frente. Apodada como Chico, fue nombrada comisaria política del batallón municipal de Madrid. Le dieron un fusil y un revólver del 38 Messerschmitt. Quería que los hombres la respetasen, pero no pudo evitar situaciones en las que se sintió humillada. “Bueno, ahora demuestra que lo aguantas todo. Ahora nos vamos de putas”, cuenta Strobl que le dijeron. Julia –o Chico– subió al burdel y aguantó tras un periódico y un puro. “No era simplemente uno más, como siempre recalcaba. Las mujeres en el frente constantemente tenían que mostrarse el doble de valientes que sus camaradas masculinos”, añade Strobl.

Hay muchísimas más, como Sima Perston, de 12 años, que condujo a gente del gueto de Minsk (Bielorrusia) hasta los partisanos del bosque por caminos clandestinos. “No tengas miedo, que no me cogerán con vida”, les decía, según Strobl, a quienes le preguntaban qué iba a hacer en caso de ser sorprendida. Marie-Madeleine Fourcade, jefa de la organización de espionaje Alliance, fue la única mujer que dirigió una unidad importante en la resistencia gaullista. “Los alemanes no supieron hasta el último momento que el febrilmente buscado cabecilla de la banda era una mujer. Ni siquiera sus superiores británicos sabían, al principio, que no trataban con un hombre”, sostiene la autora.

Strobl incide, por ello, en la necesidad de una nueva edición: “Hoy en día [tanto a las que habían luchado con un arma en la mano como a las que no], se las cubre con el manto del silencio. La resistencia contra la ocupación alemana y la participación en la Guerra Civil española apenas si merecen la atención de nadie. La gente joven apenas sabe nada sobre estos hechos. Muchas veces no saben ni que hay algo que saber, ¡y mucho menos sobre las mujeres!”.

Miguel Martín pone el acento, además, en las dificultades de las pequeñas editoriales para mantener vivos estos libros. ¿Vende la memoria? Según Martín se ha producido un cambio cualitativo: “Hemos pasado de un desierto en este terreno durante todo el periodo posfranquista a lo que fue hasta hace poco un auge cultural y editorial de la memoria, donde, por otra parte, muchos de los títulos publicados iban más destinados a cubrir un nicho de mercado –el creciente interés de mucha gente por una historia negada y ocultada– que a aportar trabajos realmente valiosos”.

La memoria vende, concluye Martín. “Otra cuestión es qué memoria es la que se vende, y eso en general depende demasiado de los mismos factores de los que dependen otros géneros: el poderío de la gran industria cultural y mediática. Paradójicamente, es muy probable que buena parte de los libros más vendidos sean los del revisionismo histórico de derecha o ultraderecha, que, viendo amenazado su propio relato de la historia, se encaramó al boom de la memoria, en muchos casos haciendo meros refritos de la pseudohistoriografía del franquismo”.

Un grito feminista de la memoria histórica