Valencia. “Nunca sabremos quién dio la orden de cargar que acabó en la muerte de mi hermano”

Un documental recupera la figura del sindicalista Valentín González, asesinado por un pelotazo de goma de la Policía Nacional en junio de 1979

07 abril 2016 / La Veu del PV /SERGI TARÍN (VALENCIA) //

Paqui González recuerda mucho y poco de aquel día. Tenía 17 años y su hermano Valentín 20. Ella estudiaba y él trabajaba en la colla de estibadores del mercado de Abastos de Valencia. Cargaba fruta con su padre, que llevaba allí toda la vida. El 25 de junio de 1979 la estiba había declarado la huelga tras meses sin cobrar parte del salario. Valentín estaba afiliado a la CNT y era su primera movilización. “Dame un beso por si es el último”, bromeó con su madre. La huelga estaba autorizada, pero la Policía Nacional la disolvió a golpes. “¿Es que no tenéis cojones?”, arengó un mando tras recibir la orden por la radio. Comenzaron los palos y algunos trabajadores se refugiaron en una caseta que acabó desalojada con botes de humo. A la salida, los agentes se emplearon con saña. “¡Ya está bien de pegar a mi padre!”, protestó Valentín. Y un pelotazo de goma a bocajarro le reventó el pecho.

El documental Valentín, la otra Transición, dirigido por José Asensio y producido por la CGT, se estrena este jueves, a las 19.00 horas, en los Cines Aragón, en Valencia. Paqui, hermana de Valentín, es una de sus principales protagonistas.

¿Se sabe quién dio la orden de cargar y por qué?

No hemos averiguado quién pudo dar la orden. Nos quedaremos sin saberlo. Mi padre dice que los asentadores de Abastos, los dueños de los puestos de fruta, tenían mucho poder y contactos. Cree que presionaron e influyeron en alguien para que diera esa orden.

El entierro, al que siguió una huelga en toda la ciudad, se convirtió en la mayor manifestación política en décadas, con unas 300.000 personas acompañando el féretro. ¿Qué recuerda de aquella tarde?

En la puerta del Clínico había un montón de gente, asomada por arriba, en las terrazas. No cabía un alma y todo estaba cerrado. Al pasar por Capitanía nos tiraron huevos. En la Alameda, un grupo rompió los cristales del diario Las Provincias. Luego se demostró que eran unos 12 provocadores de ultraderecha. No se vio un Policía Nacional durante todo el recorrido. Fue muy pacífico. Nos desviamos por el mercado de Abastos y allí los compañeros sacaron el ataúd del coche y lo portaron a hombros.

¿Les pidieron perdón?

De la Policía Nacional se dirigieron a nosotros lamentando el accidente, pero de pedir perdón, nada. Cuando acabó el juicio, al año siguiente, nuestro abogado dijo que habíamos ganado porque nos dieron un millón y medio de pesetas y al policía que disparó lo mandaron al norte. ¿Qué habíamos ganado?

Dicen que a ese policía lo asesinó ETA.

A los dos o tres años hubo un atentado, nos llamó el abogado y nos dijo: “Ése era”. Pero tampoco lo sabemos. En el listado de víctimas de ETA no aparece. Dicen que era joven y que vivía cerca de una tía nuestra. Cuando dijeron que lo habían matado, mi tía comentó que en el barrio hablaban que tenía dos chiquillos pequeños. Al que menos culpa le echamos es al policía. Al que más, a quien mandó cargar.

¿De qué manera afectó a su militancia? ¿Y a la familia?

Milité en el CSUT [Confederación Sindical Unificada de Trabajadores] hasta que desapareció. Fui a alguna manifestación más. No se lo decía a mis padres, que cogieron bastante miedo. Mi padre tenía aversión a la policía. Los veía y se le revolvían las tripas. En cada uno veía a quien había matado a su hijo. Siguió con su vida, trabajando. Le cambiaron a la colla del puente de Aragón. Aún hoy no le hace gracia pasar por Abastos. Sólo ha ido a un homenaje, el de los 35 años.

¿Y su madre?

No volvió a ser la misma. Mi hermano tenía ataques de epilepsia desde pequeño. El médico le había dado el alta y llegaron tan contentos a casa con la noticia. Y a la semana lo asesinaron. Mi madre decía: “Toda la vida peleando con él y cuando ya está bien, me lo quitan”. Tuvo una depresión cuando habían pasado unos 15 años y otra hace unos 10. A toda hora lo tiene en la cabeza. Lo habrá tenido siempre, pero aprendió a convivir con ello como lo hicimos todos. Hubo unos años que parecía que estaba mejor, que tenía más ánimo de arreglarse y no vestirse de negro, pero al hacerse más mayor le ha vuelto todo y no tiene otro pensamiento. Haces una comida y te dice: “Esto le gustaba mucho a tu hermano”. Cada Navidad la pasa peor. Ella le echaba la culpa a Adolfo Suárez. No quería ni verlo en la tele.

¿Qué piensa cuando escucha a los políticos reivindicar constantemente la Transición?

No era tan bonito como lo pintaron. Nos hacían creer que se podía reivindicar cosas, que éramos más libres, que podíamos hablar. Se tardó mucho. Y, hoy en día, ten cuidado con lo que dices.

De hecho criticar la Transición está mal visto.

A lo mejor en ese momento no se podía hacer de otra manera. Había miedo a un golpe de estado y a muchas cosas. Pero que hoy en día no se pueda decir libremente lo que a la gente le parece la Transición…

Con el tiempo el mercado de Abastos dejó de funcionar y se convirtió en un complejo municipal con un instituto y una comisaría, precisamente, de la Policía Nacional. Eso no parece decir mucho de la capacidad de memoria y sensibilidad de esta ciudad.

De sensibilidad sobre todo. Cuando pusieron la placa de mi hermano, la querían colocar en la fachada, donde pasó, pero desde el Ayuntamiento dijeron que no se podía agujerear porque era histórica. En cambio la placa de la Policía sí que está agujereando esa pared.

¿Qué espera de este documental?

Que se recuerde lo que pasó y los que no lo saben que conozcan qué sucedió. Mucha gente de mi edad no tiene ni idea. Y más jóvenes tampoco. En el instituto de Abastos preguntaron sobre la historia de esta placa y nadie sabía nada. Ningún profesor les había contado lo que allí había ocurrido.

Artículo publicado originalmente en La Veu del País Valencià

“Nunca sabremos quién dio la orden de cargar que acabó en la muerte de mi hermano”

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ANTECEDENTES.


Valentín González: Cuando la clase obrera se vistió de luto.

Dicen que algunas veces el pasado se tropieza con el presente, y es entonces cuando pedazos de la memoria histórica, son rescatados o recordados otra vez por la memoria colectiva…

Recuperar el nombre de Valentín González, es recordar aquella huelga de abastos en valencia, su muerte a manos de la policía y su impresionante repercusión social, son hechos que los trabajadores no deberían olvidar nunca.


Corría el año 1979, los trabajadores de la colla del mercado de abastos de valencia (actualmente el mercado de abastos se a convertido en un instituto, un centro deportivo y una comisaría de la policía nacional) llevaban varios meses revindicando los salarios que la patronal les debía, a pesar que el gobierno había dado orden a la patronal de que se pagaran las deudas salariales pendientes a los trabajadores, estos seguían sin cobrar, es por esto que los trabajadores de la colla de carga y descarga del mercado de abastos, en su mayoría todos afiliados al sindicato de transporte de la CNT de Valencia, deciden como ultimo recurso convocar la huelga, como forma legitima de exigir lo que se les debe por ley.

La huelga comenzaba el 25 de junio de 1979, los trabajadores se reunieron en asamblea esa misma mañana, en esa asamblea se acordó evitar cualquier tipo de enfrentamiento durante la huelga, y se recordó que ante la aparición de los grises (como se llamaba a la policía en aquellos años) los trabajadores deberían actuar con normalidad pues la huelga estaba dentro de la mas absoluta legalidad. En la reunión se acordó que en la entrada de abastos estuvieran los piquetes informativos, compuestos por los trabajadores más mayores, mientras en el interior del mercado estarían todos los demás.

La huelga de los trabajadores comenzó con total normalidad, hasta que llego un contingente de más de 50 policías (grises), un oficial de la policía se dirigió a uno de los representantes de los trabajadores, el oficial pregunto si la huelga era legal, los trabajadores respondieron que si y mandaron a un compañero a recoger los papeles correspondientes que se encontraban en el local de la colla, en la calle Historiador Diago, a pocos metros del mismo mercado.

Cuando se enseño al oficial de la policía la documentación legal de la huelga, a este poco le importaba y dio tres minutos para que desalojaran los trabajadores el Mercado.

Los trabajadores, asustados ante la prepotencia policial, se refugian dentro de las casetas de vestuarios que se encontraban en la misma entrada del mercado de abastos.

En una de estas casetas se encontraban refugiados Valentín González, joven trabajador de la colla, que solo tenia 20 años, le acompañaba también su padre de 48 años, también se llamaba Valentín González, ambos como ya hemos dicho trabajadores del mercado de abastos y afiliados a la misma sindical :CNT.

La policía empezó tirando botes de humo dentro de las casetas, en pocos minutos no se podía respirar, teniendo algunos trabajadores que romper con una silla las cristaleras para poder respirar y en segundo paso salir.

Valentín y su padre consiguen salir por la puerta, es entones cuando un policía comienza a golpear al padre de Valentín, ante esta agresión a su padre, Valentín González (hijo) se dirige al policía al grito de -¡no peguéis a mi padre!. Otro de los policías que se encontraba a dos metros de distancia le dispara un pelotazo a bocajarro, Valentín González, se agarra a una valla pero recibe otro golpe en la cabeza que le hace caer definitivamente al suelo.

Con el cuerpo inmóvil de Valentín González en el suelo, aumenta la tensión y la desesperación de los trabajadores, la policía apunta con sus metralletas a los compañeros de Valentín, para que no se acerquen, finalmente lo meten en un coche de un compañero y lo trasladan rápidamente al hospital provincial, Valentín González ingreso cadáver en el hospital a causa de una hemorragia interna, el dolor de sus compañeros y familiares es mas que patente.

Por la noche y tras conocerse la noticia, los teléfonos de la CNT no paran de sonar con llamadas de trabajadores y periodistas que se interesan por lo acontecido.

Al día siguiente, los periódicos poco dicen de su muerte, los sindicalistas de la CNT, acuerdan la huelga general en toda la ciudad, a la convocatoria de la CNT se suman todas las fuerzas sindicales de entonces: CCOO-UGT-USO-CSUT-SU-SLMM. Además de la adhesión de la casi totalidad de los partidos de izquierda. Por la noche panfletos pintadas, carteles, llaman a la ciudad a la huelga general.

Al día siguiente es la despedida de Valentín González, desde el hospital clínico de valencia sale un coche fúnebre detrás lo acompañan andando los familiares y compañeros del mercado de abastos, desde primera hora de la mañana l a huelga a comenzado con un rotundo éxito, torrente queda paralizada, los carteros de valencia ese día no reparten la correspondencia, los comercios están cerrados, y en los grandes centros comerciales se realizan asambleas para sumarse a la huelga.

Mientras y como recoge la prensa de entonces (el país, levante, etc.…) unos 300.000 trabajadores acompañan el coche fúnebre hasta el cementerio de valencia, no hay presencia policial y los trabajadores gritan consignas de todo tipo:”vosotros, fascistas, sois los terroristas”, “aquí se ve la justicia de la UCD”, “Valentín hermano, no te olvidamos”. A la altura de viveros y tal como cometan algunos de los periodistas que hicieron la crónica para la ya desaparecida revista “Valencia Semanal”.

Los trabajadores de las obras de viveros salen de la obra y se unen a la marcha ahora de mas de 300.000 personas, los pocos albañiles que quedan en el andamio saludan a la manifestación con el puño levantado, a su paso por la alameda algunos grupos de manifestantes destruyen las vidrieras de la sede de el periódico Las Provincias.

Aun así la manifestación trascurre con normalidad a la altura de la Plaza de toros de valencia , las mujeres aplauden y lloran desde sus balcones, las aceras de las calles están abarrotadas, y un vendedor de cupones desde su silla de ruedas levanta el puño saludando y despidiendo el coche fúnebre que trasporta el cadáver del joven trabajador, Valentín González.

Como describe la periodista Rosa Mª Solbes: “las campanas no tocaban al muerto, pero a las tres en punto, las sirenas de los barcos del puerto habían sonado tres veces”.

El féretro de Valentín entro en volandas cubierto con la bandera de la CNT, y son sus compañeros del mercado de abastos los que llevan la pesada carga del ataúd, hasta el nicho del cementerio de valencia. Miles de ojos rojos de llorar durante horas y puños cerrados por la fuerza del dolor despiden emotivamente al compañero.