‘Yo también soy víctima’. La muerte de García Caparrós y otros crímenes no resueltos de la Transición.

La periodista Olivia Carballar presenta un libro espinoso, sobre una etapa que habla de un tiempo reciente, la Transición Española. ‘Yo también soy víctima. Estampas de la impunidad en la Transición’ (editorial Atrapasueños ) relata un intenso relato periodístico. Ocho crímenes no resueltos y la necesidad de hablar de su silencio; entre ellos, la muerte del joven malagueño en una manifestación por la autonomía andaluza, de la que este martes se cumplen 41 años.

Publico/ SEVILLA / 04/12/2018 13:27/ María Serrano @marserranov

Olivia Carballar, periodista e investigadora incansable, se ha acercado a cada punto de la geografía para hablar de la muerte de Manuel José García Caparrós durante una  manifestación por la autonomía andaluza el 4 de diciembre de 1977 en Málaga, de las de Javier Fernández Quesada en Tenerife y Francisco Rodríguez Ledesma en Sevilla (entre 1977 y 1978), del caso Almería (1981), de la matanza de Vitoria (1976), de los abogados de Atocha (1977), del crimen de los Sanfermines (1978), y de la violación y asesinato de María José Bravo del Valle en San Sebastián (1980).

Son ocho crímenes no resueltos recogidos en el libro Yo también soy víctima. Estampas de la impunidad en la Transición (editorial Atrapasueños ). Se trata de  un intenso relato periodístico, la necesidad de hablar sobre el silencio que envuelve muchos de estos casos.

La impunidad de todos estos casos es atroz. “¿Quién les ha ayudado? ¿Quién les ha escuchado? ¿Quién les ha pedido perdón? ¿Cómo les ha afectado a las víctimas en su día a día?” Carballar apunta a Público que su objetivo ha sido hacer un libro sobre personas que aún reclaman reparación y justicia. “Trata de las víctimas, por supuesto. Y trata de quienes siguen luchando por ellas. Yo no viví aquellos años. Y no creo que fuera fácil. Pero no podemos contar solo que no fue fácil. Hay que contar lo que pasó”.

Asesinatos impunes, que “nunca fueron debidamente atendidos por la justicia ni honrados por la política” del momento. El periodista Antonio Avendaño prologa el libro sobre esta oscura etapa detallando que los familiares de las víctimas entrevistados por Olivia, no han tenido “el trato que merecían de una democracia plena e internacionalmente homologada”.

Sin datos aún oficiales de muertos por los “tiros al aire”

El oscurantismo de la Transición, no arroja cifras claras salvo la de aquellos historiadores que se han atrevido a detallar casos como Mariano Sánchez Soler que cifró cada asesinato en el volumen ‘La Transición sangrienta’. En torno a 591 muertes se produjeron entre 1975 y 1983, por violencia política en España. La periodista detalla que “es prácticamente una enciclopedia de lo que pasó en aquella época. Documenta las personas muertas y heridas con nombres y apellidos. Y los tiros al aire fueron demasiado frecuentes en todo el territorio nacional”.

Uno de los casos más sangrantes y que Olivia oyó habla en la facultad de periodismo, por primera vez, en los años 90 fue el caso Almería. “Conseguí conocer este caso, a través del reportero Antonio Ramos Espejo, que investigó los hechos en el mismo momento en que sucedieron”. Ante el recuerdo de aquella historia Olivia no se pudo negar al proyecto ofrecido por Joaquín Recio, y la editorial Atrapasueños, que conocía mucho sobre el franquismo y sus “coletazos”. Así comenzaría la aventura de elaborar un libro cercano de testimonios sobre aquellas víctimas olvidadas. “He intentado escucharlas mucho. Y me ha sorprendido la fuerza y la entereza con la que siguen luchando cada día, tantos años después, a pesar de los portazos”.

“El crimen no se juzgó nunca. Tampoco en casa”

Olivia empieza el libro con la historia de Zuriñe y el crimen de su tía María José Bravo del Valle. Con tan solo 16 años, Bravo fue violada y posteriormente asesinada el 8 de mayo de 1980. Carballar apunta que ha sido uno de los casos más sorprendentes en su investigación. “Me impactó cómo me lo contó su sobrina en la cafetería de la estación de autobuses de San Sebastián. Zuriñe tenía solo unos meses cuando violaron y asesinaron a su tía. Ha tenido que ir descubriéndolo poco a poco porque, en buena parte de su familia, este asunto era un tabú y lo sigue siendo”.

Este caso fue olvidado, como tantos otros. Ni siquiera juzgado. “Podemos pensar que determinadas sentencias son injustas hoy, pero ¿nos imaginamos que hoy no se juzgara una violación y un asesinato? Eso ocurrió en la Transición” concluye Carballar El crimen fue reivindicado por el grupo terrorista de ultraderecha Batallón Vasco Español. “No se juzgó nunca. Tampoco en la casa de María José se habló de él”.

El caso Almería. Un crimen organizado a sangre fría

El 7 de mayo de 1981, Luis Montero García, Luis Cobo Mier y Juan Mañas Morales iniciaron un viaje en automóvil, hacia el sur de España, para acudir a la primera comu- nión del hermano de Juan, Francisco Javier Mañas Morales en el municipio almeriense de Pechina. Nunca llegaron a su destino, siendo brutalmente asesinados cuando su vehículo fue confundido por el de un comando etarra.

Olivia ha logrado hablar con la sobrina de Juan, Lucía. También ha escuchado el testimonio de Francisco Javier, aquel niño de 8 años, hoy con 45, que reivindica que el caso Almería “no fue un trágico error, sino un crimen organizado a sangre fría”.

Aunque nadie lo sepa en Vitoria ha habido una masacre

Carballar ha desgranado también la masacre ocurrida en la iglesia de San Francisco de Asís de Vitoria, epicentro del crimen en Vitoria, el 3 de marzo de 1976. Dentro de esa iglesia, Olivia señala que “la Policía lanzó gases lacrimógenos, golpes y disparos que se saldaron con cinco muertos y dos fallecidos días más tarde en protestas solidarias”.Los que quedaron vivos fueron las otras víctimas, heridos con secuelas. Carballar habla en su libro con los supervivientes. “Santiago Durán sufre, a día de hoy, insuficiencia respiratoria. Norberto Múgica fue herido de bala. Agustín Plaza tuvo una lesión ocular”. Antoni Txasko fue uno de los que sufrieron los peores daños. Perdió un ojo un día después tras una brutal paliza de la Policía. Todos tienen hoy más de 60 años y han llevado el caso hasta la Querella Argentina para que la juega Servini investigue los hechos.

 

Carballar ha rescatado en su libro el testimonio del último superviviente de la matanza de Atocha, ocurrida el 24 d enero de 1977. Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell. De aquellos días, aquella víctima recuerda cómo la vida le cambió radicalmente. Y para siempre. “Un atentado muy bestia, brutal y los cuatro que sobrevivimos, de los que ya han muerto tres, hemos tenido por desgracia la sensación de que nos salvamos puramente por azar” de la matanza cometida.

Crímenes por tiros al aire sin resolver

El caso de Germán Rodríguez, fallecido en los Sanfermines de 1978 es paradójicamente parecido al del joven García Caparros. “Dos tiros de la Transición que no fueron juzgados. Dos tiros, de tantos y tantos otros, que siguen sin respuesta. Dos tiros indecentes, unidos cuarenta años después por una palabra gruesa, fea, indeseable, rastrera: se llama impunidad”, aclara Olivia.

Al hermano de Germán Rodríguez, Fermín, hoy con 63 años, “todavía le cuesta recorrer esas mismas calles que pisó su hermano y las decenas de personas que resultaron heridas frente a los fusiles y lanza pelotas y las armas de fuego de los agentes en medio de aquella fiesta”, afirma Olivia en su libro.

García Caparrós, otra radiografía de dolor

La historia de Manuel José García Caparrós es otra radiografía de dolor. Un tiro acabó con la vida de este joven de 18 años en la manifestación del 4 de diciembre de 1977 por pedir la autonomía andaluza. Puri, la hermana mayor, tenía 19 años y un hijo con tres meses. Loli, la otra hermana, era una niña de 12 años. Aquel asesinato les cambio sus vidas para siempre “Mi madre no levantó cabeza, cayó profundamente enferma y, a los tres años, con solo 45, murió ella. Nos quedamos tres hermanas solas. Mi padre tampoco estaba para nada y murió también poco después”, aclaran en uno de los capítulos del libro.

Ambas hermanas, que este martes estarán en la presentación del libro de Olivia Carballar, siguen luchando por esclarecer la verdad y buscar la documentación oficial del caso que permita conocer con detalle quién asesino a su hermano hace 41 años.

Ocho días más tarde del asesinato de Caparrós, Olivia detalle otro asesinato, es la víctima número 7 de su libro. También por disparo al aire. El 12 de diciembre de 1977 sería asesinado el joven estudiante de Biología Javier Fernández Quesada, de 22 años, a las puertas de la Universidad de La Laguna, en la isla de Tenerife.

Carballar ha rescatado la rabia que sufre su hermano Carlos Fernández Quesada. “Está claro que fue un disparo con toda la intención, nunca un francotirador, y menos un tiro al aire. No soporto toda la hipocresía y toda la mentira que se ha dado y que se da. Porque hasta el momento actual las cosas no se han dicho claramente como son”.

El último caso reflejado en el libro ‘Yo también soy víctima’ es el del albañil Francisco Rodríguez Ledesma, perpetrado el 8 de julio de 1977 en Sevilla. Otro tiro fallido de aquellos agentes de la Brigada Político Social.

Rodríguez Ledesma sufrió graves secuelas y fallecería seis meses después en el hospital en enero de 1978. Mil personas acudieron a su entierro, según las crónicas periodísticas de la época, que ya “auguraban también que aquella muerte, como la de Caparrós o la de Fernández Quesada o la de Germán Rodríguez o la de tantas otras personas, quedaría impune”.

La visita al Parlamento Europeo

Olivia tuvo la oportunidad de acudir, tras la finalización del libro, con más de 70 víctimas de la Transición hasta el Parlamento Europeo en Bruselas para pedir el esclarecimiento de cada uno de estos casos.

La unión, por primera vez de estas víctimas, en un acto conjunto ante eurodiputados de la Cámara e impulsado por la familia de Manuel José García Caparrós, ha sido un paso fundamental en su reconocimiento como víctimas de la Transición española. ”Días antes de este encuentro, el Parlamento Europeo pidió ilegalizar las fundaciones fascistas. Y, quién sabe. Estas familias están dispuestas a seguir llamando donde haga falta”, concluye Olivia a Público. “Cada caso es distinto. Pero hay algo en lo que coinciden las familias. Quieren que se conozca la verdad y que se cuente. En democracia, no reconocer estos hechos y a estas víctimas, tan víctimas como las demás, es una irresponsabilidad por parte del Estado”.

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