Alberto Jiménez Fraud

Málaga

MEMORIAL DE LA COLINA DE LOS CHOPOS

Málaga, 1883 – Ginebra, Suiza, 1964

El pedagogo malagueño fue director de la Residencia de Estudiantes, centro simbólico de la Edad de Plata, desde su creación en 1910 hasta la guerra. Es entonces cuando Jiménez Fraud sale de España y se establece en Cambridge. Desde allí comenzará a escribir para no olvidar, para no darse por vencido. Fruto de ese ejercicio de la memoria es el libro Residentes. Semblanzas y recuerdos en el que evoca los años de la Residencia. En esta crónica de un tiempo perdido, Fraud recuerda a residentes como Lorca, Buñuel, Dalí y las conferencias que dieron en la Colina de los Chopos, nombre que le pondría Juan Ramón Jiménez, personajes como Wells, Valéry o Chesterton. Fraud volverá ya jubilado a España, pero no se quedará. Morirá en Ginebra en 1964 a solas con sus recuerdos

Un día cualquiera de septiembre de 1954, Alberto Jiménez Fraud, el que fuera director de la Residencia de Estudiantes, repasa los libros de su biblioteca mutilada. «No tengo un solo libro de mi biblioteca de Madrid», pensó. Las bibliotecas de los exiliados –con su condena de vidas portátiles– tienen un pasado de volúmenes desaparecidos, saqueados, quemados, de libros asesinados, arrastrados por el horror y el olvido de la guerra. Ese mapa de libros fantasmales era el que se podía leer en aquella biblioteca de desterrado.

La biblioteca de Jiménez Fraud ya nada tenía que ver con la que había acumulado durante los años felices de la Residencia. Además, a partir de 1935 –con la muerte de su suegro, el gran Manuel Bartolomé Cossío, discípulo de don Francisco Giner de los Ríos– había aumentado considerablemente. «Espero que mis libros continúen reunidos en la Residencia», escribía en sus escritos de recuerdos.

Jiménez Fraud acaricia los lomos de los volúmenes de un color de tabaco viejo. A esa hora entra ya la débil luz de las tardes inglesas. Y echa en falta uno de los rincones de su perdida biblioteca, el lugar donde guardaba los recuerdos que dejaban los huéspedes ilustres que se alojaban en la Residencia.

Este centro, todo un símbolo para la cultura de la Edad de Plata, lo fundó la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas como un fruto más del ambiente intelectual provocado por las ideas renovadoras de la Institución Libre de Enseñanza. Ese lugar que acogió a residentes como Lorca, Buñuel, Dalí o Severo Ochoa, además de Juan Ramón Jiménez, Unamuno o Moreno Villa, era su obsesión. Había muchas cosas que en Cambridge le recordaban el centro de la calle Pinar número 3, la Colina de los Chopos, según la llamaría Juan Ramón Jiménez.

El Trasatlántico

Muchas veces se sentaba a recordar las jornadas en la Residencia y le parecía volver a recorrer aquellos largos pasillos, el pabellón central, los pabellones gemelos, el Trasatlántico, el jardín de los poetas. Pero hoy –un día de septiembre de 1954– sigue obsesionado con aquel rincón de la biblioteca. ¿Dónde habrán quedado los recuerdos?

«Allí se apretaban, unos contra otros, libros, fotografías y cartas de Paul Valéry; las obras de Paul Claudel y el manuscrito que me dedicó de un discurso pronunciado; el manuscrito de la conferencia de Bergson en la Residencia; y libros, cartas y fotos de Bruce, Woolleey, Howard Carter, Pelliot, Benda, Fernández, Beoglie, Eddington, Madame Curie, Keyserling, Falla, Ravel, Poulenc, Milhaud, Worringer, Gropius, Mendelsohn, Le Corbusier, Sforza o Baruzi», escribió en uno de los artículos que publicó durante los años de exilio en diversos periódicos hispanoamericanos y reunidos en un singular libro, Residentes. Semblanzas y recuerdos.

Con estas viñetas de época, Jiménez Fraud escogió la memoria, el contra-olvido como forma de no darse por vencido. ¿Qué podía haber más hermoso que recordar aquellos años de la Residencia?

Y entre los recuerdos hay uno muy especial dedicado al residente más brillante y desdichado: Lorca. En uno de los artículos incluidos en este libro, Jiménez Fraud rescata los diez años de la estancia del poeta granadino en la Residencia. El escrito data de 1957: «Pronto va a hacer de esto cuarenta años, y veo, sin embargo, claramente, la entrada en mi despacho de aquel joven moreno, de frente despejada, ojos soñadores y sonriente expresión, que venía a Madrid a solicitar su entrada en la Residencia».

El director de la Residencia evoca la habitación de Lorca:«La celda residencial con su gran ventana de persianas verdes que se abrían sobre el Patio de las Adelfas –tres rojas y una blanca– plantadas por Juan Ramón, y cercadas de boj traído del Escorial». Y el piano de cola de la gran sala de la Residencia. «Es imposible que haya olvidado las manos inspiradas del poeta granadino».

Hay otro recuerdo estremecedor que surge en la memoria de Jiménez Fraud al seguir contemplando su biblioteca:el álbum de su hija, Natalia Jiménez Cossío. Fue Max Jacob quien en una visita en 1926 a la Residencia de Estudiantes regaló a la niña el álbum con una dedicatoria en la primera página. En el álbum, residentes y visitantes fueron añadiendo autógrafos, dedicatorias y poemas. Moreno Villa, Orueta, Juan Ramón, Lorca, Dalí o Buñuel fueron algunos de los ‘habitantes’ de aquel álbum, que es como el testimonio de una época perdida.

El álbum de Natalia

En uno de estos artículos evocadores, Jiménez Fraud narra la salida de su hija de España en un torpedero inglés que llevaba a Francia a varios niños que huían de la Guerra Civil. «Mi hija viajaba con modestísimo equipaje:un maletín en una mano, y en la otra su álbum».

Jiménez Fraud y su esposa Natalia Cossío salieron de España en septiembre de 1936 rumbo a Marsella. La Residencia de Estudiantes, que había servido como refugio a varios intelectuales como Ortega y Gasset, se había convertido en un hospital de carabineros. «Llegamos a París con 35 céntimos en el bolsillo», cuenta en su libro. Se aloja en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria de París.

A mediados de octubre llega a Cambridge y el profesor J. B. Trend le ofrece impartir unas conferencias. «Así empezó nuestra vida de Cambridge, instalados en un pisito alto y alegre situado enfrente de la admirable Capilla del Colegio del Rey».

Jiménez Fraud sigue repasando el maravilloso álbum de su hija y se suceden los episodios imborrables de las visitas de H. G. Wells, Chesterton –que cada mañana le entregaba un dibujo al salir de su cuarto–, Einstein, Keynes, Gropius, Marie Curie, Stravinsky, Le Corbusier, Bergson, Calder, Ramón y Cajal, Paul Valéry o de residentes durante sus estancias en Madrid como Unamuno, Alfonso Reyes, Falla, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, Salinas, Blas Cabrera, Eugenio d’Ors o Rafael Alberti.

La memoria sería la salvación de Jiménez Fraud. Al jubilarse en 1963 regresó a Madrid, pero por poco tiempo. Nada quedaba ya de aquella España que él había intentado construir. Así que se marchó a Ginebra como traductor de Naciones Unidas. Es allí donde muere en 1964 sin dejar de contemplar su biblioteca y recordar todos sus libros desaparecidos.

LAS PARCAS DE LA PEÑA DE MÁLAGA

Fueron muchas las ocasiones en las que Fraud sintió el dolor por la España perdida. En Residentes no puede evitar el tono elegíaco y tristísimo por lo perdido, por esa España apenas apuntada que intentó crear. Hay un artículo en el que recuerda a Antonio Machado, que también se alojó en la Residencia, y sobre el que plantea la ucronía –lo que pudo haber sido– de una posible estancia de Machado en Cambridge gracias a la oferta del profesor J. B. Trend. «Muchas veces me he preguntado cuál hubiera sido la vida de Antonio Machado en Cambridge si la muerte no hubiera impedido una larga, serena y fructuosa estancia». Circunstancia que no pudo ser ya que la carta de Trend llegó justo en el momento en el que Machado moría.

Fraud imagina la imposible estancia inglesa del poeta sevillano y fabula con un Machado que se aloja en el Colegio de Cristo (Christ’s College) y que se sienta en el refectorio ante los enormes retratos de dos grandes Colegiales: Darwin y Milton.

Esta evocación –una de las más hermosas incluidas en el libro Residentes– surge cuando en diciembre de 1957, llega a sus manos un volumen de las Poesías completas de Machado publicado por la Residencia en 1917. Tras cuarenta años, el libro ha perdido la blancura de la cubierta de papel de hilo. Arrastra una historia de polvo y guerra, pero el emblema de la Residencia seguía heroico contra el tiempo. «Y la cabeza del atleta griego sigue empujando las letras hacia lo alto, como en bella lápida romana».

Otro de los personajes evocados por Fraud es Unamuno, que se alojaba en la Residencia cuando preparaba oposiciones o concursos. Jiménez Fraud y otros malagueños ilustres –Manuel García Morente, aunque era de Jaén, José Moreno Villa, Ricardo y Francisco de Orueta y Gutavo Jiménez– solían invitar a Unamuno a Málaga para impartir conferencias.

Aquel grupo o peña de Málaga, que celebraba conferencias y funda la revista Gibralfaro, se traslada pronto a Madrid. Fraud cuenta cómo la calle Serrano –donde vivían algunos componentes de la peña– se convirtió en una «república malagueña».

En 1908, el grupo de Málaga se hizo una fotografía en la ciudad natal. Diez años más tarde la repitieron ya en Madrid. Poco a poco los personajes de aquella fotografía de la amistad van desapareciendo:muertes prematuras, la guerra y el exilio fueron las parcas que terminaron por convertir en niebla aquella imagen del pasado.

Publicado en EL MUNDO el 26 febrero de 2007