108 nombres para la historia

Después de una semana de intensos trabajos de exhumación de las víctimas civiles en las fosas de Colmenar Viejo han aparecido once cadáveres y se vislumbran más restos humanos a solo unos días de que tenga que concluir la excavación.

La Marea / Elena Martínez /30 agosto 2022 Una lectura de 8 minutos
Aunque la historia oficial y el discurso del poder suele imponerse, a veces se cuelan voces por las grietas del sistema capaces de activar los resortes de la memoria, de llegar lejos cuando el viento sopla a favor, y los relatos silenciados en el pasado se abren paso escapando de las garras del olvido y surgiendo con fuerza.

Es lo que está pasando a pie de fosa en el cementerio de Colmenar Viejo. Afloran los recuerdos y los familiares que vienen a visitar los trabajos de exhumación no dejan de repetir los nombres de los 107 hombres y una mujer enterrados en estas dos fosas comunes.

Benita Navacerrada López, de 90 años de edad, hija de Facundo Navacerrada Perdiguero y protagonista indiscutible en los medios de comunicación, no se ha separado ni un momento del lugar con la esperanza de encontrar los restos de su padre. Ni el calor sofocante de los primeros días, ni la tensión de la espera, han conseguido que su mirada se aparte de la fosa donde se realizan los trabajos de exhumación, consciente de que quizá no se encuentren los restos de su padre. Su historia encoge el corazón. No sabe si le fusilaron o le quemaron, como dicen los rumores populares. Su hija, Gema López Navacerrada, tampoco se separa de su lado.

Y con ellas han estado, desde primera hora de la mañana, día tras día, algunos de los integrantes de la Asociación Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes, cuidando cada detalle: el agua fresca para los arqueólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, las sillas, las sombrillas, los desayunos a media mañana, los correos informando como avanzan las intervenciones. Además de entregar bolsitas de tierra extraída de la fosa, como recuerdo, a las familias de las víctimas que pasan por allí estos días.

La atmósfera que se respira en este lugar no solo sabe a polvo y sudor, caben las lágrimas y las palabras, el relato y los nombres en voz alta de aquellos que sufrieron la represión franquista una vez terminada la guerra civil.

El viernes 26 de agosto por la mañana la lluvia caía como bálsamo refrescando el ambiente y la música y la poesía de Ximena Villaro, cantautora argentina, emocionaba a los presentes con canciones propias y ajenas. La voz dulce y melodiosa de esta mujer entonando letras tan hermosas como el poema del poeta argentino Piero soy pan, soy paz ha sido un regalo que todos resaltaban. “Hay que sacarlo todo afuera, como la primavera”, dice uno de sus versos.

Tanto las compañeras y compañeros de la Asociación Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes como las personas que integran la Sociedad de Ciencias Aranzadi que se ocupan de los trabajos de exhumación empiezan a acusar el cansancio. Después de siete días de intenso trabajo, más de 60 toneladas de tierra extraída, el hallazgo de once cuerpos, seis de ellos ya exhumados y en cajas para llevar al laboratorio, algunos con signos claros de traumas compatibles con el paso de un proyectil de arma de fuego, y otros objetos tan significativos, como una bala de las que usaba la guardia civil en la época para dar el tiro de gracia, se sacan fuerzas de flaqueza.

También la ilusión, la compañía de los voluntarios que se suman a coger las palas y seguir excavando, como la gente del Equipo A de Arqueología, asociación formada por historiadores, antropólogos y arqueólogos con Fernando Colmenarejo al frente que no han dudado en bajar al interior de la fosa a echar una mano.

Permiso para llorar

Son muchos y muchas los protagonistas que se han acercado gracias a la repercusión mediática a pesar de que el pueblo de Colmenar celebra sus fiestas patronales estos días. Carmen Fernández Cabrero, hija de Diego Fernández Paredes, ambos de San Sebastián de los Reyes, nos cuenta su historia emocionada: “No me enteré de su muerte porque tenía tan solo dos años. He vivido siempre con la pena de no tener un padre. Los recuerdos que tengo son los que me contaba mi hermana mayor. Mi madre no nos contaba nada”. El miedo, las dificultades, no había tiempo, ni permiso para llorar. “Ayer lo escuchamos por la radio y hemos venido corriendo. He recordado muchas cosas. No dejo de pensar cómo se sentiría mi padre pensando que dejaba siete hijos y que le iban a matar sin ningún motivo. Quiero agradecer a todos el gran esfuerzo que se ha hecho, sobre todo para que la verdad se sepa”.

Juanjo Mira y Almudena García de la Sociedad de Ciencias Aranzadi lo explicaban el sábado y el domingo, 27 y 28 de agosto a las familias que se habían acercado al cementerio parroquial: “Ha sido muy importante el trabajo previo de documentación. La intervención se está realizando en la mitad de la fosa común que se encuentra fuera del camposanto. La otra mitad y la segunda fosa, a la que llaman el paseo, que se encuentra dentro del cementerio, quedan para una segunda intervención. Se espera conseguir los correspondientes permisos del Arzobispado de Madrid y una segunda subvención para poder terminar de una vez por todas la exhumación de las dos fosas”.

“Mi abuela oyó que habían fusilado a un grupo de personas y se vino al cementerio y los vio muertos. Se fue a buscar a mi madre y juntas confirmaron la triste noticia. Hoy pensaba todo el rato que por fin se ha hecho justicia después de tantos años. Es una sensación de alivio: Ya. Por fin”, nos cuenta Olga Pereira Esteban, sobrina de Mauricio y Félix Esteban Jusdado, que no puede contener las lágrimas recordando a su madre que falleció hace algunos años sin haberlos podido encontrar. Vive en Francia, pero no ha querido perderse este acontecimiento. Su abuela era de Colmenar.

Tomás García Izquierdo, vecino de Colmenar Viejo, tiene un tío, hermano de su madre, Ceferino Izquierdo Hernán, y se lamenta también de que su madre no haya podido verlo. “Esto tenía que haberse hecho mucho antes”. Le acompaña María García Izquierdo, sobrina de Ceferino y su hijo Carlos Campayo García, historiador y arqueólogo. Él fue quien empezó a investigar hace cuatro años al encontrarse con los homenajes que se hacen en el cementerio todos los años. “Eran juicios sumarísimos, con testigos que no tienen ni pies ni cabeza, tribunales militares que prueban que era una represión sistemática por parte del régimen franquista para instaurar una dictadura salvaje. Gracias al trabajo previo y a publicaciones como La Sierra Convulsa, coordinada por Roberto Fernández, y a sus autores, que arrojaron luz y documentaron sus nombres, se ha podido conocer la historia”.

Lo que define un tribunal militar es su rapidez. No hay el planteamiento de justicia civil como podemos entenderlo en la época moderna. No hay abogados, solo militares, explica Roberto. A raíz de denuncias de otros vecinos o incluso familiares son detenidos por la guardia civil y arrestados. Colmenar Viejo era cabeza de partido judicial y por eso hay fusilados de varios pueblos de la Comunidad de Madrid: “Las cárceles de Colmenar estaban abarrotadas”.

Todos cuantos llegan a visitar los trabajos de las exhumaciones cuentan la historia de sus seres queridos y la suya propia. Aquellos años tan duros. No hicieron nada. Les mataron por sus ideales”, repiten una y otra vez. Cuentan la historia trágica de su vida, porque las familias también fueron víctimas. Pasaron hambre, humillaciones, y tuvieron que callar. Tanto silencio, tanto dolor y tanta rabia hace que ahora se afanen en que todo eso se conozca. “A mi madre le raparon el pelo”, relatan muchas de las personas que han pasado por allí.

Todos se prestan a colaborar dejando una muestra de su ADN para cotejar con los restos exhumados. Defienden que este trabajo que por fin ha comenzado debe continuarse y completarse en las dos fosas comunes que existen en el cementerio de Colmenar. Se sienten aliviados. Aunque solo uno de ellos fuera identificado. “Todos son nuestros abuelos”, dice Esther Mateo Cabrero, que tiene tres víctimas en las fosas, uno de ellos su abuelo.

En esta primera exhumación solo se ha autorizado la intervención en la mitad de la fosa común que estaba fuera del campo santo. Quedará pendiente la otra mitad y una segunda fosa en el interior del recinto parroquial, la denominada “el paseo”, un pasillo entre lápidas cubierto de una capa de cemento. Cuentan que allí yacen aquellos que quisieron confesarse, lo que en realidad suponía obtener un permiso para ver y despedirse de sus familias antes de ser fusilados.

La intervención continuará hasta el próximo miércoles 31 de agosto, pero quedará mucho trabajo por hacer. El acuerdo con el Arzobispado de Madrid es dejar todo como estaba, con lo que habrá que volcar de nuevo toda la tierra extraída a la espera de poder continuar las exhumaciones. Carmen Carreras y Luis Pérez, secretaria y presidente de la Asociación Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes lo tienen claro “vamos a dejarnos la piel para conseguir que se pueda terminar la exhumación de las dos fosas al completo y esperamos que sea lo antes posible”

Lo cierto es que entre el calor asfixiante junto a la fosa excavada y la sombra fresca y reparadora de un olmo a la entrada del cementerio de Colmenar se tejen lazos, se cuentan las historias de estos 107 hombres y una mujer asesinados y se suceden los abrazos de consuelo y los apretones de manos.

Se trata de una gota de agua entre las más de 114.000 personas fusiladas por el régimen franquista una vez terminada la guerra civil abandonadas en fosas y cunetas.

108 nombres para la historia

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