Juan Marín

Jerez de la Frontera
Cádiz
Ruiz Carnal, Jesús

Juan Marín, maestro de Jerez de la Frontera (Cádiz) [*]

Me duele este niño hambriento

como una grandiosa espina

y su vivir ceniciento

revuelve mi alma de encina

Miguel Hernández

 

Recordado Juan Marín: Hace algo más de dos años te conocí en una reunión familiar, a la que me invitó un nieto tuyo, Luis Marín, y en la que tu hija Antonia me hizo memoria de ti, y me dejó pasar por el escáner de mi ordenador unos escritos sobre tu vida y trágico final. Yo preparaba entonces la lectura de mi tesis doctoral en la Universidad de Sevilla sobre la enseñanza y el movimiento obrero en Sevilla capital y provincia. En ella destaqué a maestros sevillanos, fusilados del franquismo, gritando honor y justicia para todos ellos. Ahora te dirijo estas líneas en reconocimiento también de la estimada honra que te mereces y no el doble crimen que cometieron contigo.

En la provincia de Sevilla y en todo el territorio ocupado por la barbarie fascista se practicó depu­ración desde 1936 en adelante a todos los maestros y maestras nacionales. En tu caso, como en el de otros muchos, no la hubo antes de ese doble crimen contigo. Solo habían llegado a tus oídos que buscaban con saña a los maestros. Unos tuvieron la suerte de sobrevivir con todos sus derechos de maestros o maestras; otros fueron asesinados como resultado de informes de curas, falangistas o guardias civiles; otros fueron suspendidos de empleo y sueldo temporalmente o de por vida; a otros suponiéndolos algo peli­grosos se les trasladó a otros pueblos; otros, como en tu caso, fueron finalmente asesinados sin juicio alguno y antes de ser depurados, aunque hicieron lo imposible para que figurasen en papeles burocráticos depuradores.

Y no fue Sevilla una excepción, ni solo quitaron la vida a quienes ejercían la profesión de la enseñanza. Mataron a médicos, policías, hombres, mujeres, albañiles, campesinos y campesinas, sindicalistas, republicanos… Franco, Queipo de Llano, Mola… al grito de ¡viva la muerte! ¡Abajo la inteligencia!, sembraron de horror y muerte los campos de España.

Y con tu muerte le llegó a tus hijas y a tu mujer el horror y lágrimas que supieron enjugar con el amor que te conservaron de por vida. Y especialmente tu hija Antonia que a sus noventa años te mantiene vivo en sus recuerdos llenos de adoración.

De esos recuerdos de tu fiel hija Antonia recojo el argumento principal para mantener que contigo se cometió un doble crimen. Dice que

Para celebrar la entrada al poder del Marqués de Estella, Miguel Primo de Rivera, se escogieron en Sevilla doce parejas de jinetes con sus gitanas a la grupa de las cuales, dos de ellas eran mis hermanas Ana y Ascensión. No sé si sería porque Don Manuel Mensaque era muy amigo de mi padre por el hecho de haberle arrendado cinco casas o porque mi padre era Somatén de Alfonso XIII, o por las dos cosas, lo cierto es que era el promotor del homenaje.

«Decían mis padres que ese tiempo fue el mejor que se vivió en España».

Era obvio que eras un hombre de derechas y a poco que te conociesen o te ignorasen totalmente, no te dieron oportunidad de defenderte ni de identificarte. Como sentenciosamente advierte tu hija:

Las malditas guerras, siempre se ensañan con el que menos tiene que ver y quitan de en medio a padres de familia, honrados trabajadores, como mi padre y tantos otros eran, que nunca se metieron en política, siempre en el campo de Jerez.

Dando rienda suelta a su apasionado afecto hacia ti, dice: «Yo me juré, que el paso que él dio para dejarles a Mamá y a Araceli con su vejez resuelta no lo iban a cortar cuatro canallas que se tomaron la justicia por su mano…».

Esos ‘canallas’ hicieron el primer crimen contigo por esas razones, y el segundo crimen que también cometieron contigo es el global fratricidio que cometió la España del dictador, mejor dicho, el dictador Franco, desde el 18 de julio de 1936 hasta el 27 de septiembre de 1975, segando vidas a diestro y siniestro. Y doble crimen sí que importa ya que debiste comprender que ese bando no era el tuyo, yo te creo de una derecha civilizada, que respeta la Ley y la Justicia, con mayúsculas, del «No matarás».

Tú que, con tu escaso sueldo de maestro, fuiste capaz de sentir cómo tus alumnos necesitaban el calor de un desayuno para arreglar su desmayo, dándoles el alimento que en sus casas no pudieron darle, no te contentaste con eso y solicitaste un comedor para los niños, que en Sevilla capital ya era costumbre tener y al que llamaban cantina, tú la llamas almuerzo escolar. Copia de ese documento que, de tu puño y letra, dirigiste al presidente del Consejo Escolar de Jerez lo conserva tu hija Antonia.

Por oficio de 1º de julio último, nº 21 de salida, interesaba de esa Corporación el establecimiento en esta escuela del almuerzo escolar, como se ha hecho con la normal de Tempul, explicando a una sección cálculo, el niño Alfonso Jiménez Gallego tuvo que apoyarse en dos compañeros para no caer al suelo víctima de un vahído, y al preguntarle yo la causa de su indisposición rompió a llorar manifestando que tanto él como sus hermanos Rafael y Pablo, eran las tres de la tarde, no habían ingerido alimento alguno.

Unos pedazos de pan con manteca y una taza de infusión recuperaron a los tres niños, surgieron dos competidores, los también hermanos Pablo y Manuel Morales Fernández con idéntico alegato e inmediato socorro.

Si mis escasos haberes y numerosa prole no lo impidiese tendría sumo placer en socorrer tanta necesidad como contemplo en mis pequeños alumnos, pero siéndome imposible a imitación de San Juan de Dios, yo os pido por amor al Redentor, al que sea católico y por amor a la humanidad al ateo, una limosna de pan, para mis niños famélicos, hijos de leprosos sociales que expulsados de la urbe más allá de extramuros por el tremendo delito de ser excesivamente prolíficos y esconden sus lacras sus miserias y sus hambres en alguna choza fementida o en los vanos del puente al adjuntar la matricula nominal de la escuela con la mención de los hermanos se da las que consta cada familia, reitero la petición de socorro con la urgencia de un SOS.

Viva V.G. muchos años

No puedo acabar esta carta sin lamentar que llegases al final de tu vida cayendo en manos de locos fascistas, enfermos que mataban por matar y por sembrar el terror (en realidad el fascismo es una patología), y seguro que acabaste comprendiendo cómo el poder de la subversión nacionalista y católica no merecía tu inclusión en una política monárquica que había salvado sus muebles huyendo de España.

También quiero acabar estas líneas contigo, confesándote que mi historia personal me hizo estar de acuerdo con las ideas marxistas y creer en un futuro sin fecha para una sociedad igualitaria, en la que todos los hombres sean considerados como hermanos, sin discriminación por motivos raciales, de sexo, religión, ateísmo o diversidad de pensamiento. Todo ello no obsta para que respete las personas, trabajadoras como tú, que optaron u optan por defender la dictadura de Primo de Rivera, la monarquía y cualquiera otra elección de partido de derechas, aunque no las comparta, incluso destaque y critique el engaño al que están sometidos quienes dejan constancia de adhesión a esas políticas.

Puedes descansar en paz, con la seguridad que tus descendientes siempre te recordarán como un buen padre, abuelo, bisabuelo… y un excelente maestro.

 

[*] Esta microbiografía corresponde a una de las escritas por su autor en memoria de las maestras y maestros que durante la II República impulsaron una transformación profunda desde las escuelas y el compromiso con la enseñanza y la cultura en general. Proceden de su libro Cartas a las maestras y maestros de la II República. Autoedición original de 2013 y reeditada por RMHSA en 2023.