Medardo Muñiz Fernández

Traseira, Felipe

En el II Congreso de Escritores Extremeños (Badajoz, 16-18 abril 1982) presenté la ponencia ‘Felipe Trigo: erotismo y reformismo fin de siglo’, que en septiembre de dicho año aparecería –rehecha– en el artículo Felipe Trigo, padre de la novela erótica española, en la revista ‘Los Cuadernos del Norte’, dirigida por Juan Cueto Alas, nieto del gran Clarín. Durante el Congreso observé que, en los descansos, había un señor mayor, pulcra y sencillamente vestido, de semblante reflexivo, con gafas de concha negra de astigmatismo, sentado en un sofá, solitario. Era Medardo Muñiz, uno de los padres del ensayismo moderno extremeño. Me acerqué a saludarle y me invitó a acompañarle. Hablamos de muchas cosas (entiéndase, él hablaba y yo le escuchaba), no faltando abundantes referencias a su maestro Ortega y Gasset.

Nació don Medardo en 1903 en Castilblanco, en la Siberia extremeña, en una familia humilde y de izquierdas. Estudió magisterio mientras trabajaba. Inició en Madrid estudios superiores en el caserón de San Bernardo, frecuentando los ambientes progresistas republicanos/socialistas, siendo nombrado vicepresidente del Ateneo, donde conoció al filósofo Ortega y Gasset. Siempre desde la independencia política. «De mí puedo decir que no estaba comprometido con ningún dogma político», confesará. Colaboró en ‘La Libertad’ y ‘Despertad’, de Madrid, y en ‘La Región’, de Asturias.

Impartió la docencia en Zalamea de la Serena, donde conoció a su mujer, Amalia Dávida Tamayo. Aquí le sorprende la guerra, incorporándose a la misma en labores administrativas en el VII Cuerpo de Ejército. Al final de la contienda, rechaza la oferta de escapar a México, como muchos hicieron. Su honradez e ingenuidad le impidieron comprender que esa hubiera sido su salvación y la manera en que hubiera podido realizarse mejor, como tantos intelectuales de la diáspora. Tras permanecer oculto los primeros momentos de confusión, en que proliferaron los célebres y temibles paseos, fue condenado en sentencia firme a doce años y un día, de los que cumplió cinco años. Pero tras los años de cárcel, vendría la inhabilitación para el ejercicio de la docencia nada menos que durante 37 años. Por eso se vio obligado a abrir una Academia de enseñanza en Villanueva de la Serena. Finalizando la dictadura, comenzó a colaborar en ‘ABC’ y en ‘HOY’. El director del HOY de entonces, Antonio José González-Conejero, tuvo el acierto de abrirle sus páginas.

La represión/inhabilitación le desviaron de su vocación literaria. Tuvo que ganarse la vida en la agotadora práctica docente, desatendiendo la escritura. Será ya en el tardofranquismo cuando, de la mano del periodista y poeta de Granja de Torrehermosa, Santiago Castelo, sea rehabilitado públicamente. Pero ya era tarde para rehacer sus sueños juveniles de gloria literaria. «Lo único que me duele es el tiempo perdido. Todo es recuperable: la salud, el dinero…, pero el tiempo no. El tiempo es implacable», le dirá a su casi hijo Santiago Castelo. Pero nunca vivió amargado por su aislamiento. Recordando a este gran hombre, esta columna desea a sus lectores Feliz Navidad.

Fuente: https://www.hoy.es/opinion/felipe-traseira-medardo-muniz-20231221072515-nt.html