Alberto Soler Montagud. Del golpe franquista al olvido: lo que el 18 de julio aún significa

Del golpe franquista al olvido: lo que el 18 de julio aún significa

El 18 de julio fue institucionalizado con todo el aparato propagandístico del régimen con tanta intensidad que incluso dejó una huella tan práctica como inquietante: la llamada durante la dictadura “paga del 18 de julio”.

Aquel golpe fue el inicio de una guerra civil devastadora y de una dictadura de casi cuarenta años. Pero más allá del horror de los hechos, hay algo que duele especialmente, y es el modo en que ese crimen contra la democracia fue convertido en mito fundacional del régimen franquista, celebrando a bombo y platillo esa fecha, año tras años, con rango de fiesta nacional y fecha sagrada del nacionalcatolicismo, y al mismo tiempo símbolo de “redención” para los golpistas.

Más allá del horror de los hechos, hay algo que duele especialmente, y es el modo en que ese crimen contra la democracia fue convertido en mito fundacional del régimen franquista

El 18 de julio fue institucionalizado con todo el aparato propagandístico del régimen con tanta intensidad que incluso dejó una huella tan práctica como inquietante: la llamada durante la dictadura “paga del 18 de julio”, establecida como paga extraordinaria para los asalariados en honor al “alzamiento”, una paga doble que hoy sigue como “paga de verano” sin querer recordar su origen.

Que esa paga aún exista —aunque ya sin ese nombre— es una metáfora perfecta de lo que ha sido durante décadas la relación de España con su memoria histórica: se amortiguan los símbolos, se rebautizan las huellas del franquismo, pero muchas siguen ahí, normalizadas, asumidas como parte del paisaje que día tras día construye la historia dando pie a que partidos como relativicen la dictadura, nieguen el carácter criminal del franquismo y califiquen de “ideología sectaria” cualquier intento por recuperar la memoria democrática.

El 18 de julio de 1936, más de 75.000 soldados marroquíes entraron como inmigrantes armados en la península para ayudar a derrocar un gobierno democrático. A aquellos sí se les abrió la puerta

Los nostálgicos del siniestro pasado franquista hablan de “reabrir heridas”, como si alguna vez se hubieran cerrado, y exigen que se derogue la Ley de Memoria, como si no fuera ya bastante el silencio de décadas. Algunos llegan incluso a llamar “patriotas” a quienes se levantaron contra la legalidad republicana y sembraron el país de fosas comunes.

A esa desmemoria activa se le suma la hipocresía. Hoy, los herederos ideológicos de aquel golpe —o quienes se benefician políticamente de su blanqueamiento— piden la expulsión de inmigrantes en nombre de la “seguridad” o la “identidad nacional”. Pero olvidan que, precisamente el 18 de julio de 1936, más de 75.000 soldados marroquíes entraron como inmigrantes armados en la península para ayudar a derrocar un gobierno democrático. A aquellos sí se les abrió la puerta, porque servían a un propósito reaccionario. No eran una amenaza; eran una herramienta.

Los nostálgicos del siniestro pasado franquista hablan de “reabrir heridas”, como si alguna vez se hubieran cerrado, y exigen que se derogue la Ley de Memoria, como si no fuera ya bastante el silencio de décadas

Así funciona la ley del embudo de cierta derecha: si los inmigrantes sirven para reprimir, adelante. Si llegan para vivir y trabajar, se les persigue. La ética y la solidaridad solo se invocan cuando conviene, y el resto del tiempo, se invoca la patria como excusa para levantar muros y borrar la memoria.

Es por eso importante recordar qué fue lo ocurrió tal día como hoy de 1936. No por nostalgia ni por revancha, sino por justicia democrática. Porque la democracia se defiende también con memoria, y no hay reconciliación posible sin verdad. El 18 de julio no puede seguir flotando como una fecha neutra ni envuelto en la bruma del olvido funcional. Es un símbolo del quiebre de la legalidad, de la violencia política, del miedo institucionalizado. Y también, tristemente, de cómo aún hoy arrastramos las secuelas de una dictadura que algunos se niegan a condenar.

Recordar el 18 de julio no es abrir heridas: es negarse a que se cierren en falso.

Del golpe franquista al olvido: lo que el 18 de julio aún significa

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