En las instalaciones del antiguo centro de salud de esta localidad del Medio Vinalopó los técnicos limpian los huesos, estudian los objetos personales descubiertos en las fosas, realizan un detallado estudio antropológico y extraen las muestras para que Fisabio, la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana, pueda determinar el ADN. Una tarea que en el caso del laboratorio de Aspe ya ha comenzado, aunque los resultados pueden demorarse entre ocho y doce meses debido a las numerosas exhumaciones que se están realizando en toda la Comunidad Valenciana.

De este modo el equipo que encabeza el arqueólogo Jorge García Fernández, gerente de Drakkar Consultores y director de las exhumaciones en el cementerio de Alicante, consigue averiguar la edad aproximada del represaliado, su sexo, las lesiones que presentaba o las patologías que sufrió en vida, los signos de violencia previos a la ejecución y el impacto de las balas durante el fusilamiento.

Ataúdes

Tras juicios sumarios en los que se les acusaba de “adhesión a la rebelión” eran fusilados en el cuartel de Rabasa. A continuación los cadáveres eran trasladados en camiones hasta el cementerio municipal de Alicante, donde eran inhumados en fosas comunes con una veintena de personas apelotonadas aunque de forma ordenada, todos boca arriba y sin ataduras en las manos, siguiendo un patrón para ganar espacio. Excepcionalmente también han aparecido algunos dentro de un ataúd. Los familiares que tenían el “privilegio” de conocer la fecha del fusilamiento los compraban y aguardaban todo el día, en la puerta del cementerio, para entregarlos a los sepultureros cuando llegaba “el camión de los muertos” y reconocían a su marido, padre, tío o hermano.

El ADN de la Memoria Histórica – Información (informacion.es)