A pie de fosa 89 años después de la ocupación militar: “fotografía en directo de la matanza” en el Aljarafe sevillano
El trabajo arqueológico roza la veintena de víctimas en dos tumbas ilegales del cementerio de Benacazón en una comarca que suma un millar de civiles asesinados por los golpistas en una provincia sin guerra
Lo decían las personas mayores del pueblo: por la entrada antigua del cementerio, a la izquierda del pozo, están enterradas las víctimas del franquismo. Y así es. Los testimonios orales han perdurado 89 años en Benacazón (Sevilla) para guiar el trabajo arqueológico que ha localizado casi dos decenas de personas en una fosa común y otra contigua que deja entrever características similares. Toda una “fotografía en directo” del genocidio fascista en el sur de España.
“Ahí nos decían que podía estar la fosa y ya tenemos como mínimo 17 cuerpos, podría haber alguno más debajo que todavía no vemos, y queda la otra”, apunta el arqueólogo Jesús Román, director del proyecto de excavación financiado a través de la secretaría de Estado de Memoria Democrática del Gobierno de España. “Buscar en el pozo, a la izquierda”, indicaba “la gente mayor”, confirma el concejal de Memoria Democrática, Manuel Ortiz (Benacazón nos Une) del Ayuntamiento local, con alcaldía del Partido Popular.
El amasijo de huesos humanos dibuja una escena de terror que ejemplifica la matanza golpista: 50.000 civiles asesinados y 900 fosas comunes, según las cifras oficiales de la Junta de Andalucía que desveló elDiario.es Andalucía. Con una zona sin guerra como el triángulo de Cádiz, Huelva y Sevilla que suma más desaparecidos forzados que las dictaduras de Argentina y Chile juntas. Una matanza que cuenta más de 13.500 ejecutados en la provincia sevillana y un millar en la comarca del Aljarafe, donde está el municipio benacazonero, que fue ocupado el 24 de julio de 1936.
“Aquí –en Andalucía– hubo una represión especialmente brutal y se puede calificar de genocida si nos atenemos a la definición del diccionario”, explica a este periódico, a pie de fosa, el investigador José María García Márquez. El revoltijo de esqueletos “es una fotografía en directo de la matanza en el Aljarafe que no pueden hacer los historiadores, le corresponde hacerla a los arqueólogos que son los que tocan la historia con las manos”, manifiesta.
La suela del calzado, ¿una pista?
Varias decenas de personas, también familiares de víctimas, se agolpan junto a la valla que delimita el espacio de trabajo en una jornada de puertas a la que acude este medio. Las expresiones son de asombro ante el dantesco escenario. Hay quien no puede sostener las lágrimas. “Están tirados de cualquier forma, arrojados, con un grado de ensañamiento que recuerda a grupos que vimos en la fosa de Puerto Real”, en Cádiz, dice Jesús Román. Los cuerpos aparecen “en posiciones muy forzadas” y con “balística asociada” y otros “indicios de muerte violenta”.
¿Y qué nombres corresponden a esos huesos que afloran de la tierra? “Es un trabajo siempre inconcluso porque ahora quiénes son, de dónde, no hay documentación de ninguna clase que te auxilie para buscar algo, no hay más papeles, solo testimonios porque los testigos directos ya no existen”, cuestiona García Márquez. El Ayuntamiento de Benacazón “hace un llamamiento público a los posibles familiares” para “la toma de muestras de ADN” aunque la Junta de Andalucía reconoce el retraso en la identificación genética de las víctimas del franquismo, como contó este periódico.
“Dicen que traían gente de Aznalcóllar (Sevilla), pudiera ser un grupo de mineros”, enlaza el historiador. Y hay una posible pista: el calzado de los ejecutados. “El tema de las suelas nos marca un patrón que se repite en varios de los cuerpos, no en todos, que tienen el mismo modelo de calzado, con una suela de un grosor importante, el mismo dibujo… quizás correspondan a un uniforme, a una vestimenta de trabajo”, explica el arqueólogo.
“Todos son mis muertos”
“Asesinaron a mi abuelo y a su hijo, que estaba en las Juventudes Socialistas, y uno que mataron en la guerra que estaba con ese hombre”. Manuel Vega (83 años) acompaña sus palabras con el dedo índice, que señala la sepultura, digna, con honores, de “un falangista que intervino en los asaltos aquí en el pueblo”. “Pero mi tío no sé dónde está, seguramente en el río Ebro”, denuncia.
“A mí me parece que pueden estar ahí –Manuel mira la fosa abierta–, y la gente de Aznalcóllar”. “Para mí encontrarlos sería una satisfacción tan grandísima, yo no quiero venganza ni nada, que se sepa la verdad”, continúa. “Si usted supiera lo que mi abuela sufrió, que le mataron dos hijos y a su marido, y cuando los mismos criminales del pueblo pasaban a caballo por las calles a ella, cada vez que los oía, le daba una alferecía (convulsiones y pérdida del conocimiento), que eso una película se queda corta, lo que hemos sufrido y seguimos sufriendo”.
La búsqueda eternizada de las víctimas del fascismo español recorre aquí el mapa de la comarca aljarafeña, de Sanlúcar la Mayor a Santiponce, Valencina de la Concepción… “La tierra habla y los huesos de nuestros familiares cuentan el horror”, encarna Rogelia Beltrán, nieta de Rogelio Pérez, del Colectivo de Memoria Histórica de Gines. “Para mí todos son mis muertos, en el número 8 veo a mi abuelo, en el 9 a mi bisabuelo… son sentimientos encontrados, intentaron hacerlos desaparecer y no lo consiguieron y la verdad está ahí, en esos huesos”, narra.
“Buscadores de huesos”
“Nos llamaban despectivamente buscadores de huesos y sí, me siento muy orgullosa de ser una buscadora de huesos, no solo de los míos, los de todos”, enfatiza Rogelia. Un deber de Memoria que precisa la implicación de las instituciones públicas. “Hay el compromiso de atender todas las fosas de la provincia de Sevilla, que son muchas, y no solo exhumar, también hacer que la verdad, justicia y reparación tenga su equivalente en la sociedad y eso funciona desde una pedagogía social en Derechos Humanos que es urgente”, analiza el coordinador del Observatorio Provincial de la Memoria Democrática de la Diputación de Sevilla, Manuel Lay, coordinador provincial de Izquierda Unida.
“El Observatorio está para esto”, recalca, “en Sevilla tenemos para varios años de trabajos y esperemos que el resto de las instituciones sigan haciendo el suyo”. Una tarea que en el cementerio benacazonero revela un “amasijo de personas” y“una sensación de impunidad, de algo que ha estado oculto durante tantos años”, según Lay. “Yo me esperaba un cuerpo encima de otro, pero no de esa manera, tan violentamente”, coincide el concejal Manuel Ortiz, que destaca la implicación popular: “Me para la gente por la calle y me dicen que por fin lo estamos haciendo”. El Ayuntamiento incluso ha logrado, como paso previo a la labor arqueológica, “derribar un bloque de nichos” construido sobre las tumbas ilegales.
Las dos fosas de Benacazón presentan un perfil análogo, con “unos 3 metros de largo por 1,20 de ancho”, apunta Jesús Román. La densidad de víctimas en esos enterramientos describen “un volumen bastante importante” para sepulturas colectivas “de esas dimensiones”. “Es una constante que se repite en muchos pueblos de la comarca”, en palabras de José María García Márquez.
“Esta fosa, esa imagen”, continúa, “es el claro ejemplo de lo que supuso aquella represión pura y dura, física, de eliminación de personas” en una provincia sin guerra, batallas o ejércitos enfrentados y donde “los ejecutores eran los escopeteros, derechistas, franquistas, requetés y guardias civiles que tuvieron que hacer todo ese trabajo, una matanza muy bien organizada y con un resultado terrible”, describe el historiador. Y una realidad, la del genocidio franquista en el sur de España, “que contradice la visión, digámosla así, madrileña o catalana de la historia de la guerra civil, que son dos regiones donde vivían tres millones y medio de personas y hasta el día de la fecha tienen 6.910 casos documentados de asesinados por los franquistas, tienen menos que la provincia de Huelva, que tenían 350.000 habitantes, y la mitad que Sevilla”.