Carlos Cuerda Gutiérrez, militar y abogado[1]. Nace en Torrubia del Campo (Cuenca) en 1901. Ingresa en la Academia de Infantería de Toledo en 1916[2] y diez años más tarde ya es capitán. Masón, pertenece a la Logia Fe y Democracia nº 22, dependiente de la Gran Logia Española, en la cual también encontramos a Pedro Vallina (CNT) o a Justo Feria (Partido Republicano Democrático Federal)[3].
Agitador durante las huelgas de 1930 en Sevilla. Proclamada la Segunda República el 14 de abril de 1931, los acontecimientos de aquella misma noche culminan al día siguiente con el asalto a la cárcel sevillana del Pópulo, en que doscientos once presos políticos y comunes son liberados. Entre ellos está el socialista Cuerda, quien capitaneaba el Regimiento de Infantería de Granada al ser encarcelado. Los manifestantes, adueñándose del centro de la ciudad, lo pasean en hombros por la avenida de la Libertad y la calle Alemanes (foto de entrada). Pocas horas después es dado de baja del Ejército[4].
Secretario político de la Agrupación Socialista Independiente Andaluza, se presenta a las Constituyentes de 1931 en Sevilla, obteniendo apenas 1200 votos en toda la provincia[5]. Poco después se adhiere a la Alianza de Izquierda Republicana, a cuyo Comité local representa en diversos actos acontecidos en la capital[6]. La Alianza converge en el Partido Social Revolucionario de José Antonio Balbontín, ubicado políticamente en la extrema izquierda republicana federal, y al cual lidera Cuerda en la ciudad y alrededores, donde es habitual encontrarlo como orador en actos y reuniones.
El 17 de junio de 1932, a consecuencia de la conflictividad impulsada desde mayo por comunistas y anarquistas contra una República tibia en lo social, es detenido so pretexto de entendimiento con los comunistas[7]. Liberado 4 días después, se desvincula de los sucesos mediante una carta aparecida en la prensa local en que proclama su fidelidad a la República[8].
En agosto, sorprendentemente, es acusado de todo lo contrario por un miembro de su propio partido: connivencia con los militares golpistas. Durante la Sanjurjada, solicita al Gobernador que ponga a sus órdenes a los guardias de asalto y seguridad para, con la ayuda de los obreros revolucionarios, hacer frente a la reacción y libertar a Sevilla de los monárquicos[9]. La decisión es postergada,
… pero en la puerta del Gobierno me cierra el paso un capitán de la Guardia civil, que tiene órdenes del general Sanjurjo de conducirme a su presencia. Me resisto, pido auxilio al teniente que manda la sección de asalto, se me aconseja que me entregue, al unísono que se retira del Gobierno la Guardia de Seguridad y de asalto, señal inequívoca del sometimiento de la autoridad civil republicana: retiradas estas fuerzas, inmediatamente la Guardia civil, fusil en mano, cierra sobre mí, conduciéndome a la antigua Capitanía general, de nuevo restablecida, seguido del pueblo, que clama por mi liberación.
Me ponen frente al caudillo. Soy yo quien emprende la ofensiva.
— ¿A qué obedece esta orden? ¿No sabe usted que el movimiento ha fracasado en España?
Aquel hombre, vacilante y perplejo, no era el dictador audaz que crea el éxito de un levantamiento. Le atormentaba la duda; preveía la derrota. Y, tras dudar me dijo con voz velada:
—Le aseguro por mi honor que el movimiento es republicano.
Y como mirase yo con recelo a su alrededor, siguió:
— A pesar de las personas que me rodean, el movimiento no va contra el régimen; se lo juro.
Estas palabras, y sobre todo el tono de su voz, me demostraron el derrumbamiento del hombre que ya no tenía otra preocupación que la de justificar su alzamiento, para así aminorar su responsabilidad. De pronto, levantando la voz, me dijo:
—Le voy a poner en libertad, a condición de que diga al pueblo que el movimiento es republicano.
Le respondí que revolucionario, no condiciono mi libertad, y que al pueblo, si me era posible, le diría que el movimiento era contrario al régimen, reaccionario y antipatriótico.
Al decretar mi libertad se doblaba a la soberanía del pueblo.
Su despacho semejaba una cámara mortuoria. Entre la doble fila de oficiales retirados y personajillos aristocráticos que componen el duelo y miran con disgusto la resolución del general pasa una ráfaga de estupor: el partido social revolucionario, en manifestación, llena la calle, clama, amenaza…
Enfurecido, gritaba yo, desde arriba:
— ¡Muera Sanjurjo! ¡Abajo la dictadura!
Y no pudiendo hacerme entender, extendí varias veces el brazo hacia los campesinos, gritando:
— ¡Adelante! ¡Adelante!
Y bajé a la calle, donde unos amigos, fraternalmente me advirtieron;
—Ten presente. Cuerda, que tú serás el primero que caiga…
— ¡Estoy alerta!—les respondí.[10]
En octubre participa en un gran mitin del PSR en Sevilla, con motivo del I Congreso Regional del partido, donde analiza las causas, los móviles y las posibilidades de la revolución social española. Llega a la conclusión de que ésta sería relativamente fácil si se lograra formar un frente único de combate de todos los trabajadores. Concluye el discurso con un ¡Viva la revolución social![11]
Roto el partido por el trasvase de Balbontín y otros afiliados al Partido Comunista de España (PCE), Cuerda permanece en él junto con la mayor parte de intelectuales, médicos, abogados, ingenieros, etc.[12], y se transforman en el Partido Social Revolucionario Ibérico. Su programa, de tintes anarquizantes, es una curiosa amalgama de socializaciones, nacionalizaciones, sindicalizaciones y municipalizaciones. En Congreso extraordinario celebrado en Sevilla a comienzos de octubre de 1933, es elegido representante de Andalucía occidental y Extremadura en el Comité nacional y Secretario general de su Comité ejecutivo[13]. Con José María Piaya, ex capitán involucrado años antes en la sublevación de Jaca, Cuerda se integra en la candidatura conjunta con periodistas del diario madrileño La Tierra en las elecciones generales de noviembre de 1933.
En un mitin electoral en Lora del Río, hace un llamamiento a los pequeños propietarios, víctimas de la usura, en tanto “el Partido Social Ibérico reconoce la individualidad y la exacerba en todo cuanto se manifiesta inteligente y capaz”[14]. Explica, además, su concepción de la revolución social,
… donde no se engaña a nadie con utopías. Nosotros no ofrecemos la tierra porque la tierra debe ser del común, del Municipio, y los que os la ofrecen os engañan, porque si os la dieran, y ya se ha demostrado en algunos casos, os arruinarían. Nosotros, que toda la riqueza vaya al pueblo, y el pueblo la ordene como mejor satisfaga sus necesidades y a sus economías.[15]
Unos días más tarde, en Alcolea del Río, llama a las urnas a los campesinos de la localidad para no entregar la República a las derechas trogloditas. Al decir de Cuerda:
… no es posible hacer frente en la calle a las fuerzas organizadas del capitalismo y el Estado. Hay que saltar por encima de absurdos puritanismos tácticos y emplear la única arma que imponen las circunstancias, aprovechando las elecciones para impedir la marcha de la contrarrevolución.[16]
Continúa como Secretario del PSI en el momento de su fusión con el Partido Sindicalista, el 12 de mayo de 1935[17]; de hecho, es uno de los contactos de Ángel Pestaña, mediante cartas, para lograr la unificación[18]. Medio año después, lo encontramos en el Pleno Nacional del Partido Sindicalista[19].
Cuando estalla la Guerra de España reside en Jaén (Palmas, 73), de donde es oriunda su compañera, aún en situación de capitán retirado. En verano de 1937 ingresa en el Ejército Popular con el rango de Mayor de Infantería y es destinado a la Jefatura de la 80ª Brigada Mixta[20] hasta el 20 de enero de 1938[21]. También mandará la 21ª División, situada en el frente de Andalucía, donde en mayo alcanza la categoría de Teniente Coronel por méritos de guerra[22]; y la 71ª[23], permaneciendo en el frente de Extremadura durante el resto de la contienda. De forma accidental, se hace cargo también de la Jefatura IX Cuerpo del Ejército.
Al terminar la guerra regresa a Jaén, donde es detenido por la I Bandera de la Falange de Sevilla. Habla en la tarde del 28 de marzo de 1939 ante los micrófonos de Radio Jaén para dar cuenta de la rendición. A las 10 de la noche suena el himno nacional. La guerra ha terminado; el sufrimiento, no obstante, continuará. Ingresa preso en el convento de Santa Úrsula, de donde sale el 25 de octubre para ser fusilado[24].
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* Publicado en https://serhistorico.net/2018/09/30/los-otros-republicanos-el-capitan-cuerda-1901-1939/
[1] Cobo Romero, 2004; p. 355.
[2] “Academias militares. Los alumnos con plaza”; en La Correspondencia Militar, 3-8-1916, Madrid; p. 2.
[3] Álvarez Rey, 1996; p. 274.
[4] “El general Cabanellas”; en ABC, 16-4-1931, Madrid; p. 26.
[5] Macarro Vera, 1985; p. 136.
[6] “Mitin de izquierda revolucionaria en Sevilla”; en ABC, 22-3-1932, Madrid; p. 26.
[7] “Se detiene e ingresa en la cárcel el capitán D. Carlos Cuerda “; en La Tierra, 17-6-1932, Madrid; p. 3.
[8] “Una aclaración del señor Cuerda”; en ABC, 23-6-1932, Sevilla; p. 30.
[9] “La lenidad de Valera Valverde” en La Tierra, 12-8-1932, Madrid; p. 1.
[10] “Cómo actuamos los revolucionarios el día 10 de agosto”; en La Tierra, 13-8-1932, Madrid; p. 4.
[11] “Partido Social Revolucionario. Otro grandioso mitin en Sevilla”; en La Tierra, 25-10-1932, Madrid; p. 3.
[12] Balbontín, 2007; p. 229.
[13] “Acta de las sesiones del Pleno extraordinario celebrado en Sevilla”; en La Tierra, 5-10-1933, Madrid; p. 2.
[14] “En Lora del Río”; en La Tierra, 4-11-1933, Madrid; p. 3.
[15] Idem.
[16] “Carlos Cuerda”; en La Tierra, 11-11-1933, Madrid; p. 3.
[17] “Los partidos Sindicalista y Social Ibérico se fusionan”; en La Tierra, 29-5-1935, Madrid; p.4.
[18] Santos, 2012; p. 344.
[19] “Pleno nacional del partido sindicalista”; en La Libertad, 21-1-1936, Madrid; p. 4.
[20] Ficha de Carlos Cuerda Gutiérrez. Centro Documental de la Memoria Histórica. DNSD-SECRETARIA, FICHERO, 14, C0212643.
[21] Engel, 1999, p. 78.
[22] Ficha de Carlos Cuerda Gutiérrez. Centro Documental de la Memoria Histórica. DNSD-SECRETARIA, FICHERO, 14, C0212645.
[23] Ibidem; C0212650.
[24] Cobo Romero, 2004; p. 355.