Daniel Ramos tenía solo dieciocho años cuando sufrió las consecuencias del periodo de represión franquista en Ceuta. Ahora su familia descansa sabiendo dónde están sus restos
Ana María Torres Mérida siempre ha escuchado hablar de toda la historia de su familia desde que era una niña. Lo ha hecho gracias a su madre, Ana Mérida Ramos, que tiene actualmente 91 años. Ella fue la responsable de acercarle a esta historia familiar que ha llevado a FaroTV a desplazarse hasta el monumento que recuerda a las víctimas del franquismo, en el cementerio de Santa Catalina.
Ana Mari creció con la historia de Daniel Ramos Herrera, su tío abuelo, quien desgraciadamente sufrió las consecuencias del periodo de represión franquista en Ceuta con tan solo dieciocho años. El 22 de enero de 1937, menos de un año después de la toma de Ceuta por parte de las tropas franquistas, fue fusilado sin que la familia pudiera hacer nada por salvar su vida. “Mi madre siempre me ha contado ‘flashes’ de su memoria. La verdad es que lo vivió muy de cerca. Para ella era su tío, quien había estado siempre a su lado. Tenía dieciocho años y ella siete. Siempre estaban juntos, jugaban mucho y estaban muy unidos”, comenta la hija de Ana Mérida.
Su madre, pese a ser una niña y no ser consciente de lo que estaba ocurriendo, siempre estaba con su tío, incluso en los últimos días antes de su asesinato. “Cuando ocurren todos estos hechos, mi madre recuerda que lo estaban buscando por algo. Como vivía con mis abuelos en su casa, mi abuelo Miguel lo refugió y lo guardó debajo de un escenario. Ellos vivían en lo que era el antiguo Patio Cine Luz, y allí había un escenario. Y mi madre recuerda cómo ella le llevaba la comida y se pasaba horas con él, jugando. No entendía muy bien la situación, no sabía por qué estaba allí metido. Pero bueno, con el paso de los días sí se va enterando”.
Para la familia, Daniel siempre fue un joven de dieciocho años bueno e inocente, que no había cometido ningún delito. Así que todos decidieron encubrirle y esconderle, por lo que pudiera suceder. Pero la situación se fue agravando con el paso de los días. “Poco a poco, la familia va viendo que lo están buscando de forma más intensiva. Entonces corrían el riesgo de que se llevaran a mi abuelo, que era el padre de familia. Así, en ese momento hablando con mi abuelo, Daniel decide que se va a entregar porque no tiene nada que ocultar. Siempre había dicho que no había hecho nada, por lo que se entregó. Y ahí queda en manos de la nada. Se entrega y punto. El último paso que conocemos es que lo fusilan directamente, y no tenemos ya nada más de información, ni de juicios ni nada”, lamenta Ana Mari. Como versión oficial, el joven aparecía como militante de Izquierda Republicana, algo que podría haber sido motivo de su asesinato. Sin embargo, la familia no conocía nada sobre esto e incluso pone en duda esta versión. Consideran que simplemente se pudo tomar como excusa para su fusilamiento, tal y como confiesa Ana Mari. “Él siempre mantuvo que no había hecho nada de lo que se decía, siempre. Por lo tanto, a lo largo de los años siempre ha quedado esa idea de que fue fusilado injustamente. Pero claro, como él, la mayoría. Pocos casos se pudieron confirmar que habían hecho algo realmente grave como para fusilarlo”.
La historia de Daniel es una de las más de doscientas sesenta vidas que se conoce que fueron arrebatadas a sus familias sin pruebas ni juicio. Todas ellas defienden la inocencia de los fusilados, a diferencia de lo que se daba como versión oficial.
Este monumento del cementerio es muy especial para Ana Mari. Suele visitarlo a menudo para llevarle flores a su tío abuelo, ya que defiende que una persona fallecida no desaparece de esta vida siempre que haya alguien que esté para recordarla. “Yo siempre lo he tenido en mi mente. De hecho, llevo la foto de Daniel y me gusta mucho recordarlo. Esta zona del cementerio me da mucha paz. Y vengo aquí, me pongo a leer los nombres y veo que detrás de cada nombre hay una familia, que ha sufrido lo mismo que la mía. Y leo el poema de Miguel Hernández, que me encanta. Parece que, a través de mí, cuando leo sus nombres en voz alta, siguen estando. Es como hacerles un homenaje y decirles ‘en 2020, seguís estando aquí’. Y eso me hace sentirme muy bien”.
Gracias al encuentro con el historiador Francisco Sánchez, Ana Mari ha descubierto que los restos de su tío abuelo están en esta fosa común, por lo que tanto ella como su madre pueden dar por finalizada esta historia.
Daniel Ramos tenía dieciocho años cuando fue tristemente asesinado, en 1937. Nació en La Línea (Cádiz), y al quedar huérfano se trasladó con sus otros tres hermanos, Pedro, Pepe y Sebastiana, además de Miguel, pareja de su hermana, a Ceuta. Era un joven alegre e inocente, con ganas de vivir y que jugaba a menudo con sus sobrinos, hijos de Miguel y Sebastiana. Ana Mérida era una de sus sobrinas. Los restos de Daniel se encuentran en la fosa común del Cementerio de Santa Catalina junto a una placa con los nombres de las víctimas del franquismo que se conocen en Ceuta.
Otras 268 personas fusiladas en Ceuta
Para comprender un poco más la situación que estaba viviendo Ceuta en esos momentos debemos echar la vista atrás hasta los comienzos de la Guerra Civil, en 1936. El 17 de julio de ese año, las tropas franquistas salen a la calle y toman la ciudad en apenas una tarde. El alcalde republicano, el doctor Sánchez Prado, y su secretario Adolfo de la Torre Guillén, trataron de mantener la legalidad de la República pese a todo, pero la ciudad estaba prácticamente tomada. Este es el comienzo de este oscuro periodo de la historia de nuestra ciudad. El historiador Francisco Sánchez detalla cómo se vivieron los inicios de la guerra. “A partir del 17 de julio de 1936 en Ceuta se puede decir que no hay guerra, sino represión. Hubo una represión brutal que, sin ningún enfrentamiento bélico, se cobró 268 víctimas, ceutíes que fueron pasados por las armas por algo tan normal hoy en día como ser fiel a la democracia y a la libertad. Las primeras ejecuciones se llevan a cabo el 22 de julio, son varios vecinos de la calle Jáudenes, y a partir de ahí ya empieza toda la represión”.
Un año después de la toma de Ceuta, llega el momento histórico del que habla Ana Mari y que tiene como uno de sus protagonistas a Daniel Ramos. “De Daniel te puedo decir que él, junto con otros cuarenta compañeros, fueron sacados de la cárcel el 21 de enero de 1937. Habría que recordar que el día anterior, el Gobierno de la República había enviado varios aviones a Ceuta para que bombardearan los acuartelamientos. Varias bombas cayeron en la calle Jáudenes, y otras en el Mercado de Abastos, donde murieron cerca de cincuenta ceutíes. Entonces, en represalia, el 21 de enero las fuerzas de civiles encuadradas en la Falange local dan una batida por los tres centros penitenciarios que había en la ciudad: la Fortaleza del Monte Hacho; la prisión del Sarchal, en la barriada; y también la prisión de García Aldave. En total fueron en torno a cuarenta, que fueron sacados de esos acuartelamientos y sus cuerpos aparecen en el depósito de cadáveres de Ceuta. Entre ellos, el del familiar Daniel Ramos, asesinado junto a sus compañeros”, explica Sánchez.
El asesinato de Daniel fue similar al de muchos otros ceutíes, como comenta este historiador. “Cualquier excusa servía para detener a cualquier persona, llevársela a uno de los centros penitenciarios. Muchas rencillas personales sirvieron para detener a muchos por el mero hecho de haberse apuntado, por ejemplo, a un baile que existía, también fueron pasados por las armas”.
Apenas existe documentación que pruebe la veracidad de las versiones familiares. Lo único que sabían era que, después de que se los llevaran, al poco tiempo aparecían sus cuerpos en el depósito de cadáveres. “La mayoría de las veces, en aquellos momentos tan trágicos, los familiares no podían ser localizados, o bien solía ocurrir que no había dinero para hacer un entierro. Entonces, cuando pasaban dos o tres días y los familiares no venían porque no se habían enterado o porque no tenían poder económico, todos estos cuerpos por los que nadie respondía iban a la fosa común. Y en la fosa común han permanecido en muy malas condiciones hasta que, ya en el 2005, se adecentó, se pusieron los nombres de todos los que están ahí y, afortunadamente, ya están los nombres en ese lugar”.
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