Enrique Rodríguez Rodríguez

Carmona
Sevilla

Enrique Rodríguez Rodríguez tenía 31 años cuando participó en la defensa de su pueblo, Carmona, frente al avance de las tropas fascistas, que intentaban tomar Sevilla y su provincia. Nació el 20 de julio de 1905 en Carmona y era conocido por el mote de su padre, “el cubero”. Hijo de Juan Rodriguez Tirado, su padre fue fusilado en Agosto del 36 en las tapias del cementerio de Carmona, en la aplicación del temido “Bando de Guerra”, un mes después de que Enrique y su hermano Pascual huyeran de Carmona. Era mi tío- abuelo y hoy sus biznietas queremos recuperar el nombre y la dignidad de este hombre, cuya vida fue trágicamente marcada por la Guerra Civil española.

Miliciano anarquista (en los documentos de su expediente jurídico-militar lo acusan también de comunista), cuando los fascistas entraron en su pueblo huyó junto con su hermano Pascual y otros de su pueblo a defender la República por Brenes, Cantillana, El Pedroso y Constantina. Poco después se unió a la Brigada 77, que marchó a la defensa de Madrid, con un tal “Savín” a la cabeza, compañero de andanzas de su pueblo. Allí participó en la batalla del Jarana. Formó parte también de la Brigada 50, que marchó a Guadalajara. Al final de la guerra vuelve a su pueblo con el compromiso de presentarse en el cuartel de la Guardia Civil para ser interrogado. No sabemos si esto pasa o no, los datos que tenemos son de su expediente, que consta en el Archivo Militar de Sevilla y estos datos dan saltos increíbles. Si sabemos, porque su hermano, que vive todavía y que tiene 88 años nos lo ha contado, que se dedicaba a amenazar de muerte al que él creía ser el instigador del asesinato de su padre y que éste personaje, lo denunció a las autoridades, que lo detienen poco después. A partir de éste momento su vida es un calvario de entradas y salidas de la cárcel de Sevilla, de juicios y condenas a destierro (no podía entrar en Carmona, algo que él incumplía continuamente) y de años de condena a trabajos forzados, en la construcción del Canal del Bajo Guadalquivir, conocido como el Canal de los Presos, en la provincia de Sevilla. Allí estuvo años, soportando junto a sus compañeros condenados como él, duras condiciones de vida, humillado como persona, vejado por su condición de preso político.

Yo conocí a mi tío-abuelo Enrique, cuando era ya muy mayor. Se presentaba en la casa de mis padres para que éstos le dieran un plato caliente de comida, lo poco en que mis padres, con cinco hijos, le podían ayudar. Recuerdo que cuando venía a casa, me daba miedo. Yo era solo una niña y él era el hombre más triste y solo del mundo, amargado y huraño, apartado de las reglas sociales, inadaptado y solitario. Murió en el año 1993, acogido en el Asilo de las Monjas de la Caridad, en su pueblo. Es para mí un orgullo haber compuesto su historia personal y lo único que lamento es que el silencio impuesto en este país por la dictadura franquista primero y por la transición después me haya impedido hacerlo antes. Vayan para él el amor y la admiración de su familia.

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