El campesino Ildefonso Rodríguez Pérez presidía la CNT de Zahara de la Sierra (Cádiz) cuando la organización fue clausurada por orden gubernativa en mayo de 1933 y continuó frente a ella cuando el triunfo electoral del Frente Popular permitió su reapertura el 8 de marzo de 1936.
Cuando los golpistas dominaron el pueblo en julio de ese año, el sexagenario cenetista no escapó a la zona gubernamental, como sí hicieron otros militantes más jóvenes que, viendo peligrar sus vidas, decidieron marcharse hacia Grazalema o Ronda. Intentó adaptarse a las nuevas circunstancias. Entregó en el cuartel de Falange la escopeta que usaba para cazar cuando no tenía trabajo, dos hijos suyos se alistaron en el ejército rebelde y él mismo se ofreció a colaborar con los rebeldes. Nadie le molestó y las autoridades golpistas confiaban plenamente en él. Tanto que cuando en 1937 se devolvieron las armas incautadas el año anterior, la mayoría de las cuales pertenecían a vecinos de derechas que se habían alistado en la Guardia Cívica, el jefe de Falange, Francisco Villalba Cortés, no puso impedimento alguno para que también Ildefonso recuperase la suya:
La entrega de la escopeta de Ildefonso Rodríguez Pérez, la efectué de mutuo acuerdo con la Autoridad antes referida [el alcalde Cándido Tardío], y por tener ambos la convicción de que era incapaz de hacer uso de ella, pues a los nueve meses de iniciado el movimiento no teníamos la menor noticia de que estuviera contra nosotros, sino que por el contrario, nos parecía que podíamos tener seguridad de que estaba en manos que nos ayudaría [sic] en caso necesario, puesto que tenía dos hijos en nuestro frente, precisamente por recomendación suya sobre ellos, que hizo incrementar el patriotismo de los mismos y evitó que pudieran desviarse de él, cual a la sazón venía registrándose a diario.
Quien no encajó que al anciano anarquista se le permitiera tener una escopeta en su casa fue el guardia 2.º Miguel Romero Carvajal, que quedó como comandante militar de Zahara cuando el cabo Francisco González Cintas se ausentó temporalmente del pueblo entre agosto y noviembre de 1937. El 26 de septiembre requirió a Ildefonso Rodríguez para que llevase el arma al cuartel y dio parte de su intervención al Gobierno Militar de Cádiz con un oficio en el que indicaba que fue «hasta última hora de la CNT» y que lo consideraba «poco simpatizante» del «régimen de la Nueva España». Detrás de todo esto podía subyacer una falta de entendimiento o un desencuentro entre el nuevo comandante militar y el alcalde y el jefe de Falange, pero después de haber desencadenado el proceso que conduciría al encarcelamiento de Ildefonso Rodríguez y a la instrucción de un procedimiento sumarísimo de urgencia, el guardia dio un paso atrás y el 19 de octubre —víspera de su ingreso en la prisión provincial de Cádiz— informó en estos términos al juzgado militar:
… ha militado en la CNT y al estallar el Glorioso Movimiento Nacional, presidía dicha organización en esta localidad; no obstante sus ideas avanzadas en las izquierdas, nunca se le vio tomar parte en manifestaciones, ni que realizara actos violentos, debiendo significarle que la conducta observada por dicho individuo, no ha sido mala hasta el día de la fecha, a pesar de sus ideas izquierdistas.
Los informes y declaraciones que se incorporaron a la sumaria fueron dispares. El alcalde Cándido Tardío avaló a Ildefonso Rodríguez afirmando que jamás se le vio realizar ni inducir actos de violencia y que «brilló por su ausencia» en cuantas manifestaciones realizó la «masa proletaria» con fines políticos y sociales, y el gestor Gabriel Pérez suponía que llegó a presidente porque era de los pocos obreros que tenían instrucción. Estas opiniones contrastaban con la del secretario municipal, el falangista Rafael Colunga de los Ríos, que sostenía que era dirigente «con el beneplácito de los dirigidos» y que el hecho de que no se le hubiese visto participar en huelgas y manifestaciones no garantizaba que los desaprobase por su «condición de solapado».
Al final, Ildefonso Rodríguez fue absuelto por el Consejo de Guerra Permanente de Cádiz el 17 de noviembre de 1937, pero, eso sí, la sentencia hizo mención a la excepcionalidad de su caso, pues la «norma general» era que los dirigentes de organizaciones de izquierdas fuesen condenados por delito de inducción a la rebelión. Un mes y medio después, el 29 de diciembre, salió de la prisión provincial.
Fuente
F. Romero Romero y M. Villalba Palma: Zahara de la Sierra: Caciquismo, República y Guerra Civil. Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucia, 2019.