José Álvarez Moreno

Sevilla

Esta pequeña biografía del capitán José Álvarez Moreno, extraída de documentos oficiales y de los recuerdos de sus hijos, rescata la memoria de un hombre honesto, apasionado defensor de los valores republicanos, afectuoso y valiente, que mantuvo su juramento de lealtad al pueblo y al Gobierno que lo representaba y que, por ello, fue asesinado. Es también el homenaje de sus hijos, en los que su ausencia dejó un vacío imposible de llenar, y el de sus nietos y biznietos que siempre le recordaremos.

José Álvarez Moreno nació el 2 de julio de 1897, en Jerez de la Frontera, provincia de Cádiz, en el seno de una familia típicamente militar. Su padre, Antonio Álvarez Muñoz, era teniente coronel de caballería; su hermano varón, Jesús, ingresaría en la Guardia Civil, y el que sería su cuñado, Carlos Ponce de León, llegaría a general del mismo cuerpo.

Estudió en la Escuela de Infantería de Toledo de la que salió en 1922, hacia Marruecos. En 1923, cuando estaba destinado en San Roque (Cádiz) como oficial de infantería, contrajo matrimonio con María Teresa Cruz Guerrero-Estrella. De este matrimonio nacieron seis hijos: Enrique, Antonio, Eduardo, José María, Fernando y Carlos, si bien Eduardo falleció siendo muy pequeño.

Pasó con su familia por muchos pueblos de la provincia de Cádiz y, ya como teniente, ingresó en el Cuerpo de Carabineros, siendo destinado a Las Arenas como Jefe de la ría de Bilbao.

No obstante el talante conservador de su familia, José evolucionó ideológicamente hasta identificarse plenamente con los planteamientos de Izquierda Republicana, e inscribirse en la logia masónica “Acacia” de Puerto Real, donde figuraba con el nombre simbólico de “Costa”. Por este “motivo”, María Teresa fue obligada a pagar una multa en los años cuarenta.

Es más que probable que en la evolución de sus ideas tuviera influencia su enorme afición por la lectura, era un apasionado de Galdós. De hecho, su única posesión material consistía en un gran armario lleno de libros que maravillaba a sus hijos.

En abril de 1936, por su firme adhesión a la República, se le propuso el ingreso en la Guardia de Asalto, haciéndose efectivo dicho ingreso el día 13 de ese mes con el empleo de capitán, siendo destinado a Cádiz.

Durante su estancia en esta ciudad tuvo que acudir a Jerez donde se venían produciendo incidentes callejeros provocados por grupos de “señoritos” y falangistas, e hizo detener a los hermanos Bernal, conocidos representantes de ambas categorías.

Solicitó destino en Sevilla, adonde llegó en los días previos al golpe militar.
La noche del 17 de julio, informada la Guardia de Asalto de que los falangistas tenían intención de atacar a tiros a los asistentes al cine de verano instalado en la Plaza Nueva y, a continuación, asaltar la casa del pueblo, el capitán José Álvarez rodeó la plaza con varios camiones de Asalto y mandó detener a algunos falangistas armados con pistolas.

El día 18 a las tres de la tarde fue a buscarle a casa su compañero, el capitán Justo Pérez Fernández que sería fusilado el día 23 de julio junto al Parque de María Luisa. Sus hijos Enrique y Antonio, que entonces tenían 11 y 10 años, recuerdan como ambos se subieron a un coche descapotable y como, antes de irse, su padre les hizo un gesto de despedida. Fue la última vez que lo vieron.

Esa misma tarde, en el patio del cuartel de la Guardia de Asalto en la avenida de Hércules, el capitán José Álvarez repartió unos ochenta fusiles entre los militantes obreros a petición del dirigente comunista Manuel Delicado. Se desconoce en qué momento lo detuvieron, si bien sí se sabe que casi todos los oficiales de Asalto fueron detenidos al caer el Gobierno Civil y el hotel de Inglaterra.

Su mujer recibió una carta suya fechada el día 20 de julio en la que decía: “Mi queridísima Maruja: te pongo estas letras para decirte que me encuentro en perfecto estado de salud en el Cuartel de Ingenieros, así que es preciso que estés completamente tranquila…”

José envió cuatro cartas más a María Teresa, la última el día 22 de julio. En ellas se mostraba sereno y deseoso de recibir noticias de los suyos. Escribió también dos cartas a su cuñado, que estaba destinado en Córdoba, en las que le pedía que cuidara de su mujer y de sus hijos, que estaban solos en Sevilla.

María Teresa no pudo volver a ver a su marido. El día 25 de julio, cuando se presentó con su hijo Antonio en la puerta del cuartel para hacerle llegar ropa limpia, le fue comunicado que ya no era necesaria. Se marcharon de allí, ella llorando sin consuelo y el pequeño Antonio detrás llevando el maletín con la ropa de su padre que ya nunca sería necesaria.

Cuando llegaron a casa, acudieron los vecinos y avisaron al hermano de José que confirmó la terrible noticia: el capitán José Álvarez Moreno había sido fusilado el día 24 de julio de 1936 a las cinco de la madrugada a la espalda del cementerio de San Fernando, por orden del Juez Instructor de la 2ª División Orgánica.

Se le enterró junto a varios civiles, a los que se había fusilado al mismo tiempo. A los pocos días, su cuerpo pudo ser rescatado de la fosa común y se le dio sepultura en el mismo cementerio.

Con este gran dolor y sin ningún recurso, empezaba para su viuda y sus cinco hijos, el mayor de los cuales tenía 11 años, la larga noche del franquismo.

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