Nacido en Guadalcanal (Sevilla), 10/9/1891 – 26/5-1967
Con ocho años empezó a trabajar como ayudante de porquero guardando una piara de cerdos. Aprendió a leer sustituyendo la escuela por el campo y siendo todavía muy joven, apenas un muchacho, se afilió a la combativa CNT, sindicato que ya comenzaba a tener una fuerte implantación entre los jornaleros de los pueblos de la Sierra Norte de Sevilla. Pronto se distinguió por sus dotes de liderazgo, en especial entre los segadores que al principio de la campaña de la siega se declaraban en huelga para mejorar los salarios de hambre con los que los terratenientes compensaban agotadoras jornadas de sol a sol.
El 18 de julio de 1936 participó de manera activa en la huelga general que se declaró en Guadalcanal en defensa de la República y que hizo que no triunfara el golpe de Estado. En los primeros días de agosto, cuando ya las tropas sublevadas se acercaban al pueblo, inició con Ana, su mujer, y sus cinco hijos un penoso desplazamiento hacia zona republicana. Al término de la guerra, los vencedores dieron órdenes para que todas las familias desplazadas regresaran a sus pueblos y los hombres se presentaran en el cuartel de la Guardia Civil; José María Calero fue inmediatamente enviado a la cárcel de Sevilla. La durísima represión franquista se hacía especialmente trágica en las cárceles. Para el régimen del nacional-catolicismo los presos de la República ni siquiera tenían derecho a una comida medianamente decente y se contaban por centenares los que de hambre y enfermedades morían en prisión, aquellos a los que su familia no podía enviar algún canasto de comida. Este era el caso de Ana, que a duras penas sobrevivía en el pueblo con sus cinco hijos.
Natividad, su hija mayor, para evitar que su padre fuera una víctima más, se fue a servir a Sevilla y así, trabajando en casas que la empleaban por la comida, podía llevarle a la cárcel cada semana algo de lo que ella se privaba. Fue en estas visitas donde empezó a «comunicar» con Santiago Romero Cote, joven de Guadalcanal preso político como su padre. De esos encuentros y de las cartas que intercambiaban surgió un noviazgo que con el tiempo sería el origen de la familia Romero Calero.
Cuando llevaba José María casi tres años en prisión fue llamado un día al despacho del director, quien le comunicó que se podía marchar, estaba libre. Sin consejo de guerra, sin juicio alguno. Así era el régimen, dueños de vida y hacienda.
En Guadalcanal siguió trabajando en el campo hasta que la enfermedad lo postró en una silla. Siempre transmitió a los que se le acercaban valores de libertad y solidaridad y fue para su nieto José María Romero un inequívoco referente de luchador antifascista.