Fue concejal por el Frente Popular en la Corporación que se constituyó el 21 de febrero de 1936, tras la desaparición de las causas que habían motivado la suspensión de la toma de posesión de los concejales vencedores tras las últimas elecciones municipales.
Forma parte de aquella corporación, encabezada por Don Antonio Gallego Visglerio, cuyos componentes en un número muy significativo serían fusilados. Recordemos los nombres de Andrés Jobacho Benítez, 2º Teniente alcalde; Domingo Ortega de la Corte; José Sandoval Moreno; Manuel Fernández Romero. Completaban la corporación los siguientes concejales: Juan Delgado Barroso; Antonio Barea Medina; Rodrigo Delgado Salas; Fernando Valle Ortega; Francisco Barrera Archidona; Gaspar Muñoz Márquez; Sebastián Tizón del Puerto y Francisco Domínguez López.
Tras el Golpe de Estado, el día 22 de julio, en sesión extraordinaria y urgente y presidida por el Teniente de la Guardia Civil y Delegado especial del Gobierno Civil, Don Manuel Martínez Pedré, se constituye la Comisión Gestora, encabezada por Don José Fernández Montes de Oca, como Presidente y los señores Don Luis Ahumada Vázquez, Don Andrés Márquez Álvarez, Don Domingo Puerto Gómez, como tenientes de Alcaldes y como síndico, Don Miguel Blanco Sánchez.
Entre los días 18 y 22 se producen las primeras detenciones del alcalde, algunos concejales, el interventor, fundamentalmente. Todos estos como ya conocemos serían fusilados, además de otros ciudadanos.
José Pizarro Torres, junto a su suegro, un anciano octogenario, se esconde durante estos primeros días en una huerta cercana a Alcalá. Según testimonio recogido de su propio hijo Antonio, un indeseable, de quien no quiso decir su nombre y que está ya muerto, denunció a su abuelo como comunista. Los motivos de la denuncia, cualquier asunto hubiera sido válido, en esta caso, parece ser un juicio que perdió sobre una vaca, solo demuestran la bajeza y la miseria humana, a las que el golpe de estado amparó y potenció.
El abuelo de Antonio no tenía relación, ni responsabilidades políticas, ni sindicales de ningún tipo. A Antonio Pizarro Montes de Oca, hijo de José Pizarro Torres, lo conocí personalmente hace muy poco tiempo, gracias a Mari Santo Delgado, quien me lo presentó e hizo posible que recogiera sus testimonios.
Con casi sesenta años, Antonio, se enteró que su padre había sido fusilado, que había sido concejal de Alcalá de los Gazules. Se lo contaba su hermano, quizás porque estando gravemente enfermo sentía la necesidad de contar “aquel secreto a su hermano”. Algo parecido debió suceder. Nunca se había hablado de su padre, de su muerte, de las circunstancias de su muerte. Me contaba Antonio este momento con lágrimas en los ojos, con una tristeza acumulada por su hermano muerto, su padre, su vida y la ignorancia y el olvido obligados en el que había vivido durante más de sesenta años.
Su testimonio me fortalece una idea aún más si cabe. La represión de la dictadura de Franco, su sistematización, su día a día, ha rozado la perfección. Testimonios, tras más de setenta años, aún van unidos al miedo y al terror. Me fortalece la idea, cada vez más extendida, de que la represión a partir de 1936 y hasta bien entrados los años sesenta fue eficazmente extraordinaria.
Me fortalece la idea de que la represión en todos sus ámbitos fue “bestial”. Y, afortunadamente, para bien de las generaciones venideras, se va conociendo en profundidad. No sólo fusilados, ejecutados, desaparecidos, cárcel, batallones de castigos, presos esclavos, humillaciones, hambre, miseria… negación de los derechos más básicos de las personas por ser o haber sido familiar o simplemente amigos de los considerados como rojos: hijos, madres, viudas, hermanos, novias, amigos…
Antonio Pizarro Montes de Oca, hijo de fusilado, nieto de encarcelado, sufrió junto al resto de su familia una buena parte de esta represión.
Tras estar escondidos algunos días y viendo la situación como se estaba presentando, José Pizarro Torres opta por la marcha hacia la Sauceda. Acompañado por sus ancianos suegros, su mujer e hijos se marcha. El mayor de los hijos, Pepe, con unos doce años; Manuel, con seis y Juan, con tres. Antonio, aún no había nacido. Su madre hizo el camino de la marcha estando embarazada de él.
Cuenta Antonio, lo ha sabido tras sesenta años, que estuvieron en la Sauceda varias semanas, en el Hoyo del Moral, que allí se encontraron con otra familia que también iban hacia Málaga y que le invitaron a que marcharan juntos. No compartieron el camino, al considerar su padre, que al ir con unos ancianos, sus hijos y su mujer embarazada tendrían que ir más lentamente. Días después se encontrarían a la misma familia fusilada al pie del camino. Los habían fusilado a todos. En Marbella, el 15 de noviembre de 1936, nació Antonio. El hermano mayor enfermó. Moriría en Alcalá.
José Pizarro Torres cometería el mismo error que otras muchas personas. Una vez pasado “lo gordo” como así lo manifestaba y haciendo caso de que los que volvieran y no habían cometido delito alguno, nada les pasaría, optó por volver a Alcalá. Lo encarcelan nada más llegar a Alcalá. Su hijo Pepe iba a visitarlo a la cárcel de Alcalá, acompañando a la madre. Recordaba cómo la Guardia Civil no permitía que las mujeres lloraran. Les echaban diciéndoles que fueran a otro lugar a llorar. De ahí, al igual que muchos otros, salió para no volver jamás.
Posteriormente, hemos conocido que fue fusilado en Algeciras, en el cementerio, el viernes santo de 1937 junto a otros alcalaínos, Richarte Huertas entre ellos, tras una pantomima de juicio sumarísimo. Así es recogido en “Historia de Algeciras”, en el tomo II, correspondiente a la Historia Moderna y Contemporánea.
“…. en Algeciras se fusilaron personas avecindadas en la Comarca y en poblaciones cercanas tales como Casares, Alozaina y Alcalá de los Gazules; ese fue el caso de la docena de fusilados el Viernes Santo del 37, a las 7,30 de la tarde, con las procesiones en la calle y el viento de levante trayendo el estruendo de las descargas desde las tapias del cementerio a una población sobrecogida. Esas víctimas eran naturales de La Línea de la Concepción, Banalauría, Casares, Vejer de la Frontera, Alcalá de los Gazules y Ubrique”.
Su nombre aparece en la relación de represaliados en Algeciras durante la guerra civil y archivada en el Archivo Municipal de la citada ciudad.
Cuenta Antonio: “mi madre murió con noventa años y murió asustada. Ella nunca nos contó nada, porque temía a las represalias. Nunca nos contó nada de lo que sabía”
Viuda y huérfanos quedan en Alcalá. “La única opción que le quedaba era internarnos a todos en el orfanato, a lo que mi madre se niega. La familia y los parientes no nos ayudan. Imagínate cómo vivíamos. Mi hermano Juan con cuatro años ya estaba en los Carrascales guardando toros y yo me acuerdo que tendría unos seis añillos y estaba jugando en las calles y venía mi madre con un canasto y un escardillo y me decía que me fuera a los Carrascales a coger tagarninas para venderlas al otro día (…) Con once años ya guardaba yo animales, me fui con Pepe Reyes. Trabajé también por ahí por el pantano. Abusaban de mí. Yo tenía catorce años. Los zapatos que tenía los pagaba con el trabajo. Cuando dije que me iba tuve que dejar los zapatos y venirme descalzo para Alcalá”.
“…ni escuela ni nada, yo no fui. El único que tuvo fue el mayor. Nos fuimos a vivir a las tierrecillas que mi madre tenía. Teníamos una docenilla de cabras. Yo tendría quince años y ya arrancábamos cepas en el Búho y en el verano nos íbamos a cegar (…) Sobre el 63 nos fuimos a vivir a Ibiza. Unos años antes, mi hermano el mayor se había ido a Valencia y de allí a Ibiza. Mi hermano Pepe recordaba que a él le decían que era hijo de comunista”
“…. cuando pasaba la guardia civil por el carril, mi tío no sabía donde meterse. Todo el mundo asustado. Escondía los perros para que no ladrasen. Mi tío murió asustado. Con razón, porque le pegaron una paliza que por poco lo matan. Para que dijera donde estaba su padre (mi abuelo). No lo sabía. Casi lo matan de la paliza. Sería la falange o la guardia civil. No lo sé. Se llamaba Francisco Montes de Oca, Hermano de mi madre. Mi abuelo murió en la Isla de San Simón, preso.”