La familia Cortés García estaba compuesta por el matrimonio y nueve hijos: Francisco, Carmen, José, Aurora, Jacinto, Manuel, Ángeles, Ángel y otra Carmen (nacida tras el fallecimiento de otra niña con el mismo nombre). La mayoría de los niños nacieron en Pechina (Almería) donde Francisco Cortés Borrás trabajaba como zapatero. Una vez que emigraron a Cataluña, ya establecidos en el Prat de Llobregat, Francisco siguió ejerciendo su oficio. En el Prat falleció Francisco, el mayor de los hijos.
Cuando las tropas franquistas se aproximaron a Barcelona los Cortés emprendieron el camino del exilio. La familia al completo cruzó la frontera francesa en febrero de 1939. José Cortés, amputado de una pierna tras la batalla del Ebro, fue ingresado en un hospital de Albi; el resto de la familia fue enviada directamente a la localidad de Angulema, en centro-oeste de Francia. Con el tiempo pudieron reunirse en el campo de Les Alliers (Angulema) donde permanecieron hasta su deportación el 20 de agosto de 1940. La llegada de este transporte a la estación de Mauthausen significó la separación definitiva de la familia. Quedaron internados en Mauthausen el padre y los tres hijos mayores; por su parte, Carmen García, sus hijas y el pequeño Ángel, fueron repatriados a España contra su voluntad.
Medio año después de su llegada a Mauthausen, Francisco, José y Jacinto fueron transferidos al campo anejo de Gusen. Manuel permaneció en el campo central. En Gusen la mortalidad general fue altísima para los españoles; las posibilidades de supervivencia de una persona de casi sesenta años y de un mutilado eran prácticamente nulas. José fue enviado al castillo de Hartheim el 18 de agosto de 1941, en un transporte compuesto por ochenta detenidos, enfermos e inválidos. Con toda seguridad estas personas fueron asesinadas por gas ese mismo día, aunque sus muertes quedaron registradas en otras fechas; la de José, por ejemplo, el 25 de septiembre de 1941. Francisco trabajó en las canteras de Gusen hasta su fallecimiento el día 26 de agosto de 1941.
Jacinto Cortés, plenamente consciente del destino de su padre y su hermano mayor, volvió a ser trasladado al campo central a principios de 1942. Allí pronto pasó a formar parte, junto a su hermano Manuel, del Kommando Poschacher, grupo de trabajo compuesto por unos cuarenta jóvenes españoles que trabajaron en una cantera civil propiedad del empresario Antón Poschacher. El trabajo de este grupo se desarrollaba a diario en el exterior del campo, en las inmediaciones del pueblo de Mauthausen. Jacinto aprovechó estas nuevas circunstancias para ocultar en el exterior del campo un paquete con fotografías que le había confiado Francisco Boix. Tras la liberación del campo, Jacinto se instaló en la localidad francesa de Angulema; más tarde en Perpignan donde murió en el año 2003.
Tras su deportación, Manuel Cortés vivió algunos años en Francia hasta que a principios de los cincuenta se trasladó a Polonia donde cursó estudios de ingeniería y formó una familia. En la década de los setenta se instaló en Gijón, donde murió pocos días después que su hermano Jacinto.
Un destino muy distinto tuvo la parte de la familia que, tras la separación en Mauthausen, volvieron a España. Lo habían perdido todo. Carmen García recurrió a practicar el extraperlo para poder alimentar a sus hijos. Ángeles, que sí tenía un pasado militante en la JSU, no fue represaliada; paradójicamente, Aurora, pese a su juventud, sí permaneció en prisión durante algunos meses. Los dos más pequeños, recuerdan estos años de manera muy distinta. Carmen apenas tenía cuatro años cuando realizó el trayecto Angulema-Mauthausen-España; Ángel recuerda claramente incluso la etapa vivida en Angulema y, por supuesto, el retorno a España, cuando a las dificultades materiales se unía la desolación por el alejamiento de una parte de su familia: “Cuando llegué al Prat me acordaba todos los días de mis hermanos, no había día que no llorara”.