(Benacazón (Sevilla), 1912 – Saint Etienne-Vallée-Française/Montpellier (Francia), 1996)
Hace más de treinta años en el local confederal de la calle Divina Pastora de Sevilla comenzó a congregarse la militancia sevillana y vecinos mayores del Pumarejo. Se había corrido la voz de que lo visitaba Miguel Arcas, una de las leyendas del anarcosindicalismo local. El hombre de la acción directa durante los años treinta; el firmante del convenio de las 36 horas; el jefe miliciano; el comandante del Ejército Popular republicano; el exiliado; el trabajador en las minas galas; el héroe de la resistencia francesa; el vencedor de la batalla de La Madeleine; el espía aliado en la España franquista y no se sabía cuántas cosas más.
Uno de los Arcas, Juan, Julián y Miguel. Los hermanos referentes del sindicato de la construcción, la punta de lanza de la acción sindical de la CNT sevillana. El que consiguió en junio de 1936 uno de los convenios más favorables a los trabajadores que se recuerdan, entonces y hoy que superaba las fronteras de España. El de las 36 horas.[1] Originarios de la localidad de Benacazón, la familia emigró a Sevilla a fines de los años veinte y se instaló en el barrio de San Julián. Allí conocieron a Emilio Calderón, un trabajador de la madera que les introdujo en el sindicalismo.[2]
Miguel Arcas Moreda apenas tenía 20 años en 1932 y vivía en la casa familiar de la calle de Marteles en el barrio de San Julián. Para entonces ya era un conocido militante que había viajado a Madrid el año anterior para asistir al congreso que la CNT celebró en el teatro del Conservatorio. Las autoridades sevillanas lo consideraban uno de los miembros del grupo «Arcas» implicado en algunos de los hechos violentos y atentados que se cometían en la ciudad.
Fue detenido, como instigador del conflicto y haber participado en un atentado contra un contratista de obras, durante la huelga general que paralizó Sevilla en solidaridad con la huelga revolucionaria que llevaban los mineros en Sallent y en contra de las deportaciones a Canarias y las colonias del África ecuatorial de varias decenas de anarcosindicalistas. La prensa hizo un detallado retrato de su personalidad y formación.
Dijeron que era un joven simpático y de melena ondulada que le daba un aspecto de revolucionario ruso; que vestía «como un pollo pera de derechas con un abrigo “dernier crie” y pantalones “chanchullos”». Una apariencia que contrastaba con sus grandes manos llenas de callos y cortaduras por su trabajo como carpintero en las obras de construcción del Hospital Militar. Abstemio, se confesaba militante de la FAI, en el grupo Justicia, y empedernido lector, entre otros autores, de Vargas Vila, el escritor colombiano autor de numerosas novelas anticlericales y de ambientación social que tenía un gran número de seguidores en los medios obreros libertarios.
El juez ordenó su encarcelamiento y fue trasladado al cañonero Lazaga que lo llevó a la prisión de Huelva. Allí permaneció hasta que en agosto fue devuelto a Sevilla para comparecer en el juzgado por otra causa: el atentado contra un policía en las cercanías del convento de Santa Paula. Su presencia en los juzgados despertó una gran expectación. Numerosos trabajadores se dieron cita en las inmediaciones y la policía cargó para disolverlos. Fue condenado a 5 años de prisión por atentado, tenencia de armas y al pago de una multa de 250 pesetas. Un mes después, el domingo 25 de septiembre, protagonizó un fallido intento de fuga y fue trasladado al penal de El Puerto de Santa María.
A pesar de su declarada militancia faísta, fue sobre todo un activo sindicalista comprometido con la acción revolucionaria de la CNT. Desconocemos como fue puesto en libertad, pero participó, se dice que representó a las juventudes libertarias en el Comité Regional de Defensa en los sucesos revolucionarios de enero y diciembre de 1933. Por ello le fueron abiertos otros procedimientos judiciales por tenencia de explosivos. En julio de 1936 no se encontraba en Sevilla. Por testimonios orales sabemos que estaba por el Levante gestionando la compra de armas para los grupos andaluces. No volvió a Sevilla en donde se encontraba su compañera Rosario embarazada de una niña, Azucena.
Por tierras levantinas cuando se produjo el golpe de Estado, se sumó a las milicias creadas y participó en la toma de Albacete. Poco después se trasladó a Andalucía para entrar a formar parte del Batallón Juan Arcas, llamado así en honor de su hermano Juan, muerto en los combates de Cerro Muriano (Córdoba) en agosto de 1936. A las pocas semanas pasó a formar parte de la llamada Columna Andalucía-Extremadura, integrada principalmente por militantes cenetistas de esas regiones. A su frente estuvieron los hermanos Rodríguez Muñoz, que han pasado a la historia con el nombre de Los Jubiles.
Participó en diversos combates en los frentes cordobés-jienense y antequerano hasta la caída de Málaga. Se retiró hacia Almería. Allí se reorganizó y pasó a formar parte de la 79 Brigada Mixta. Julián y Miguel Arcas se incorporaron a ella como comisario político el primero y comandante del tercer batallón, el 315, el segundo. En marzo de 1938 fue enviada al frente aragonés y, después, pasó a formar parte de las unidades que defendieron la región levantina por la sierra del Maestrazgo. El Boletín Oficial del Ministerio de la Guerra publicó en junio de 1938 su destino, como mayor, en la comandancia del Ejército de Levante.
Desde casi su creación el batallón Juan Arcas publicó, casi de una forma semanal, un boletín llamado El Eco del Combate. De las colaboraciones que Miguel Arcas publicó en esta revista realizó un folleto que tituló Panorama de la guerra. Retazos publicados en El Eco del Combate (Madrid, Gráficas Castilla, 1937), que fue prologado por otro conocido militante cenetista andaluz, Liaño.
La salida al exilio se produjo en una motora, acompañado de su hermano Julián y otros compañeros cenetistas sevillanos, entre ellos Manuel Ramírez Castillo. Pretendían dirigirse a Orán, pero les faltó combustible. A la deriva en alta mar fue recogido por el barco holandés Ulises, que les llevó a Argel. Comenzó entonces un peregrinar por los campos de concentración del gobierno galo y trabajos como «mano de obra inmigrada».
Pronto se integró en la resistencia francesa. Primero en Toulouse y después en Marsella. Más tarde llegó a la región del Langedoc, en el Gard. Con el pseudónimo de Víctor llegó a alcanzar el grado de comandante de las Fuerzas Francesas del Interior. Primero formó parte del grupo Montaigne de la Armee Secrete y en la Brigade Montaigne MOI formada por un militante del PCF excluido por troskista. El grupo de Arcas era Toussaint. Participó en los combates de Le Parade y se salvó de la matanza de Badaroux en Lozere. En 1943 era uno de los instructores de la escuela de maquis de La Picharlarié en las cercanías de Moissac. Perteneció al maquis LaSalle y Bir Hakeim.
Hay autores que aseguran que fue quien elaboró el plan de la emboscada, en la conocida batalla de La Madeleine en Tornac en agosto de 1944. (Fue una de las batallas más importantes de la Resistencia francesa, y fue protagonizada por una treintena de republicanos. Ellos consiguieron, en el verano de 1944, impedir el avance de un millar de alemanes hacia París y obligarles a rendirse. Cuando el jefe alemán, el teniente coronel Konrad A. Nietzche se dio cuenta de que había sido vencido por un grupo de «desarrapados» sacó su pistola y se pegó un tiro). Después participó en la liberación de Limoges. Por la primera de estas acciones recibió por parte del gobierno francés la Cruz de Guerra con estrella de plata.[3]
Después de la liberación continuó en Francia, se casó, tuvo tres hijos. Al parecer regresó clandestinamente a España en diversas ocasiones para realizar tareas de espionaje para los gobiernos británico y norteamericano por la costa de Huelva. Continuó participando en las actividades de la Amical de antiguos guerrilleros españoles en Francia. En 1978, cuando se creó la sección del Gard, fue nombrado su presidente honorífico.
[1] https://todoslosnombres.org/content/biografias/manuel-ramirez-castillo.