Pedro Vallina Martínez

Guadalcanal
Sevilla

Guadalcanal (Sevilla), 1879 / Veracruz (México), 1970

La trayectoria vital del Dr. Pedro Vallina es un recorrido por la historia política y social de la España modelada en la Restauración del siglo XIX hasta la guerra civil, tras la cual en el definitivo exilio en Méjico reorganizó su vida con la esperanza de regresar algún día a España. Tan intensa y abnegada fue su vida que sólo cuando se encontró mermado de energía, a sus 88 años, pudo dedicarse a escribir sus memorias que es un rico testimonio de la evolución política y social de la España contemporánea.

Su padre asturiano y su madre de Cantillana (Sevilla) se establecieron en Guadalcanal, población serrana de la provincia de Sevilla, de cuya experiencia le quedó la admiración por la belleza campestre, y un temprano sentido crítico de una vida social dominada por el caciquismo y las duras condiciones de la mayoría de la población. Pronto marchó a Sevilla para iniciar sus estudios en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, que combinaba con su propia formación a través de numerosas lecturas, otra constante en su vida.

Posteriormente se trasladó a Cádiz donde comenzó los estudios de Medicina que continuaría en Madrid, pero su compromiso en la vida política (junto a Fermín Salvochea y los círculos ácratas y federalistas) le obligó a su primer exilio, pese a quedar absuelto en el conocido “complot de la coronación”.

En París primero y en Londres después combinó su formación en Medicina, de gran nivel y aplicada, con una intensa actividad política junto a las principales figuras del anarquismo europeo (Faure, Malatesta, Reclus, Rocker…). Una de las actividades más destacadas fue su participación en el movimiento antimilitarista y pacifista que supuso un importante contrapeso a las ideas belicistas que acabó en la 1ª Guerra Mundial.

Con motivo de la gran guerra se declaró en España una amnistía general que le permitió regresar, junto a su compañera Josefina Colbach, luxemburguesa, embarazada de su primer hijo, estableciéndose en Sevilla. Tuvo algunas dificultades para convalidar sus estudios, por razones políticas, que fueron ampliamente superadas por su gran formación en diversas especialidades médicas. Desarrolló su actividad profesional en modestos consultorios que fue frecuentado por la gente más pobre de los barrios sevillanos (San Marcos, Macarena…), y trabajadores, como los de la fábrica de vidrio, mediante el sistema de iguala. Las consultas gratuitas era lo más frecuente, que quedaba compensada con las de pago que se incrementaba por el prestigio que iba alcanzando en la ciudad.

Su conciencia política le llevó a relacionar las causas sociales de algunas de las principales y más extendidas enfermedades. La coincidencia entre el hacinamiento y las condiciones precarias de la vivienda en Sevilla y los numerosos casos de tuberculosis, quedó reflejada en un mapa estableciendo para esta enfermedad una causa social directa, y a cuya erradicación dedicó buena parte de su saber y de su lucha social y política.

Promovió y organizó una huelga de inquilinos para mejorar las condiciones higiénicas de corrales y casas de vecinos, que junto a otros abusos constituía uno de los principales motivos del descontento popular. Llevó a cabo una intensa campaña, en la que contribuyó decisivamente El Liberal, para construir un sanatorio en el que poder tratar adecuadamente una enfermedad que fue una lacra social hasta hace bien poco. El sanatorio fue finalmente construido en Cantillana por iniciativa popular, y con la participación directa de los trabajadores del sindicato CNT, ofreciendo un servicio sanitario moderno y eficaz hasta que fue expresamente destruido en 1936. Poner de manifiesto las causas sociales de algunas enfermedades le deparó muchas hostilidades, incluso entre la propia clase médica, lo cual le ocasionó nuevos problemas con la justicia: su vida estuvo marcada por una permanente vigilancia policial y los continuos destierros.

Por cualquier lugar fue reconocido por su estilo de vida y su personalidad. La pulcritud definiría ambas características, es decir, la condición de esmerado, delicado, limpio, claro y directo. Cualidad que, en su actividad profesional, explica el enorme reconocimiento y admiración que se ganó allí donde ejerció. Un claro exponente de ello es su obstinada lucha contra la ignorancia, causa de tantas miserias, como queda ejemplificado en el caso del carbunco, una enfermedad infecciosa que suele contraerse por contacto con animales; los casos que atendía en Extremadura eran muy numerosos por la costumbre, o la necesidad, de comer carne de animales muertos. Erradicar una enfermedad de este tipo era una cuestión cultural, influyendo en la gente, pero también de la sanidad pública, denunciando la pasividad de las autoridades o construyendo un buen matadero.

Su maletín médico y sus cajas de libros acompañaron a Vallina, junto a su familia, por todos los exilios que vivió e los años veinte y treinta (Marruecos, Portugal, Estella, y, especialmente, los pueblos de la Siberia extremeña y Almadén, donde aún se conserva su biblioteca profesional); símbolos de una forma de entender la vida y una conducta llena de generosidad y de bondad para con la gente del pueblo, lo que no le impidió tener una clara e inteligente visión de las causas que provocan la pobreza, el sufrimiento y la ignorancia. Antes al contrario, una y otra están estrechamente unidas por una concepción ética de la vida que le llevó a combatir las miserias y las cadenas que impiden una sociedad justa y libre desde el ideario anarquista, una corriente del pensamiento de particular arraigo en España

Siguió muy de cerca la evolución política de la República desde su proclamación y luchando para que sus objetivos sociales se vieran cumplidos, aunque no era un ingenuo y sabía de las limitaciones del sistema para ello. Su conocimiento de la llamada “cuestión agraria”, y su reconocimiento entre campesinos y jornaleros tuvo gran influencia en Blas Infante, que se tenían gran amistad, por entonces perteneciente a las comisiones que trataban de implantar la reforma agraria. Algunos amigos sevillanos, sin su conocimiento, creyeron el momento republicano adecuado para que el Dr. Vallina tuviera el nombramiento en la dirección de Sanidad de la capital, pero las ‘fuerzas vivas’ lo impidieron. De hecho, durante la República fue tan perseguido como en los tiempos de la Monarquía, y tuvo que soportar periodos de cárcel que también aprovechó para promover condiciones de higienes más favorables para los centenares de presos que se hacinaban en las prisiones.

El golpe militar de 1936, del que tuvo una clara intuición, le cogió en Almadén (Ciudad Real) y fue uno de los organizadores de su defensa y de su proclamación como municipio libre: se incautaron las minas, se organizó el trabajo, la sanidad (un nuevo sanatorio antituberculoso en una finca próxima), y el apoyo de los mineros a la defensa revolucionaria de toda la comarca. Durante la guerra estuvo en diversos destinos siempre relacionados con los servicios sanitarios, creando hospitales en lugares adecuados con un modelo autogestionario como el de “El Cañizar” en la provincia de Cuenca, o participando en Valencia en la organización de cursos teórico-prácticos contra la guerra química o la cirugía de guerra. Acabó ingresando en el ejército regular, situación que le ocasionó diversos problemas por incompatibilidad con los principios jerárquicos, cuando eran ejercidos por personas incompetentes o faltas de ética. Sus prestaciones en diversos hospitales siguieron la propia evolución del conflicto, acabando en hospitales de Barcelona y Gerona hasta que, finalmente, hubo de cruzar la frontera con tantas otras miles de personas y soportar los campos de prisioneros y vivir el resto de sus días en el exilio.

Tras una breve estancia en Santo Domingo se establece en México, en Loma Bonita, estado de Oaxaca. Su vivir modesto y su contribución a la mejora de las condiciones sanitarias e higiénicas conquistaron el cariño del pueblo y el reconocimiento de las autoridades. El consultorio médico-quirúgico que estableció llevó el nombre de ‘Ricardo Flores Magón’, expresión de su talante integrador en la tierra que lo acogió, y a la que se entregó con la pureza de sus sentimientos humanitarios. Cuando agotado por viejo no pudo ejercer la medicina, y fallecida su mujer Josefina, acabó radicándose en Veracruz en compañía de su hijo Harmodio, su nuera Sara que le cuidó en sus últimos años, y sus cinco nietos. Las memorias que escribiera no se refieren a esta etapa, un tercio de su vida al fin y al cabo, pero no es difícil imaginar que su existencia estuvo dedicada, como siempre, a los más pobres, lo mismo en Siruela que Loma Bonita, por ser su condición: un hombre de ideas sólidas, humanista, solidario y profundamente libertario.

Para recordar a este singular hombre, la CGT organizó una serie de actividades -Oct.99- que concluyeron con la reedición de “Mis memorias”, editadas originalmente por Tierra y Libertad (Caracas 1970, Méjico 1971). La fórmula escogida para esta reedición fue la convocatoria de un maratón de escritura para pasar a soporte electrónico su libro en la que participaron en torno a 120 personas; posteriormente fue maquetado e impreso en coedición (CAL&Libre Pensamiento, Sevilla 2000). Simultáneamente, entre quienes esperaban su turno, se desarrollaba una amplia tertulia en torno a su figura, con la participación de numerosas personas y especialistas que arroparon a Harmodio Vallina, su hijo, en su reencuentro con la ciudad. Finalmente, esta iniciativa concluyó con la aceptación por parte del Ayuntamiento de darle nombre a una calle, no así de las gestiones ante el SAS para denominar, con su nombre, a un centro de salud en un barrio sevillano.

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