El granadino Ramón Gualda (1910-1994) formó parte de uno de los destacamentos de la segunda división blindada de la Francia libre, la compañía formada por republicanos españoles conocida como la Nueve —del III Batallón del Regimiento de Marcha del Chad— que contribuyó a la liberación de París, un episodio histórico del que se cumple hoy 70 años.
El sargento jefe Ramón Gualda conducía la tanqueta «Madrid», uno de los carros de combate que rompió la última resistencia alemana antes de llegar a la capital francesa el 24 de agosto de 1944, aunque su compromiso, al igual que el del resto de republicanos españoles bajo las órdenes del general Leclerc y del mando aliado, no acababa en París. Ni siquiera con la derrota de Alemania.
Los voluntarios españoles aspiraban, una vez superada la guerra mundial, a derrocar a Franco con la ayuda de los aliados. El posterior reconocimiento del régimen franquista por parte de la comunidad internacional fue su peor derrota, su trago más amargo tras ocho años de lucha por la libertad.
«Se sintieron traicionados. Era una espina que tenían clavada todos los que habían estado en la Nueve. Los republicanos españoles tenían un sentido internacionalista de la lucha, de la política, de la libertad…», explica su sobrino Pedro Bonal, quien guarda las fotos de su tío nada más entrar en París, entre ellas la imagen de Ramón posando junto a su blindado «Madrid» en la calle Rívoli, antes del desfile del 26 de agosto de 1944.
Aquella gesta tendría su primer reconocimiento en 1990 cuando los supervivientes de la Nueve, entre ellos Ramón Gualda, fueron nombrados Caballeros de la Legión de Honor Francesa, una de las más altas distinciones que concede el Ministerio de Defensa y que llegaba tras décadas de silencio y olvido. Por aquellos días Ramón recibió la felicitación del entonces alcalde de Granada, Antonio Jara, quien le hizo llegar la Medalla de la Ciudad de Granada. También del presidente del Senado, el socialista Juan Luis Laborda, y del diputado granadino Francisco Valls.
El homenaje quedó recogido en el video que grabó su sobrino y que, por primera vez, se muestra al público con imágenes históricas y fotos inéditas del protagonista de esta historia, coincidiendo con el 70 aniversario de la liberación de París.
Ochos años de guerra
«Mi tío era muy reservado, no contaba muchas cosas de la guerra. A la gente que luchó tanto tiempo le resulta imposible quitarse la tristeza, los sinsabores de la vida», afirma Pedro Bonal.
La reconstrucción de su vida en Granada pasa por el Albaicín, donde residía su familia. Ramón era conductor del autobús que unía Granada con el Fargue. Su militancia anarquista le llevó a tomar partido por el bando republicano en el momento de la sublevación de las tropas franquistas, nueve días antes de cumplir los 26 años.
Junto a su cuñado José Bonal, militante socialista y de UGT, que había permanecido casi 2 años en la cárcel por las protestas que se produjeron con motivo de la revolución de Asturias de 1934, se ocultó en el Albaicín, el único foco de una resistencia muy debilitada por la falta de armas. «La intención de los que allí resistían era tomar la fábrica de pólvora del Fargue pero resultó imposible y huyeron en dirección a la Peza, donde se había establecido un frente republicano», relata Pedro Bonal.
De sus vicisitudes en la guerra, poco se conoce. José Bonal salvó milagrosamente la vida gracias al testimonio de una mujer de Guadix, pero Ramón Gualda optó por salir del país cuando todo estaba perdido para los republicanos. Por los recortes de periódico que guardaba en su vivienda de Perpignan, muy posiblemente embarcó en marzo de 1939 en el puerto de Cartagena, en la nave «La joven María» con dirección a Orán (Argelia) .
«Se quejaba de que Rusia, que pretendía ayudar a la república, sólo libró el armamento a cambio del oro y del dinero al contado. Para colmo la mitad del armamento que entregaban era inutilizable porque era de la guerra de 1914», recuerda desde Francia José Bonal, otro de sus sobrinos.
En su hoja de servicios figura que Ramón Gualda se alistó en la legión extranjera francesa el 18 de junio de 1940, en una de las unidades de los Regimientos de Marcha de Voluntarios Extranjeros. La otra opción era permanecer en uno de los campos de refugiados de Orán en condiciones infrahumanas y afrontando duros trabajos, según relató a la familia.
La mayor parte de los españoles, incluido Gualda, acabó formando parte de la segunda división blindada que comandaba el general Leclerc. Se trataba de una de las compañías del III Batallón, la Nueve, con 150 hombres a las órdenes del capitán francés Raymond Dronne que en sus diarios describe a los españoles como hombres entregados por la defensa de las libertades: «Tuvieron el valor del soldado. Tuvieron también el valor cívico. La mayor parte de ellos habían sido lanzados muy jóvenes a la guerra civil española. No tenían oficio, solamente sabían pelear. Todos se pusieron al trabajo con ardor y corazón».
El largo camino hacia la libertad exigió de la dureza de los combates en África hasta el embarque de la Nueve con destino a Gran Bretaña, donde permanecerán aproximadamente mes y medio a la espera de la orden de desembarco en Normandía, que se produce el 5 de agosto de 1944. Por los apuntes de Dronne en su diario de guerra se sabe que Gualda, en su camino hacia París, perdió una cadena de su blindado que luego repararon. Dronne reconoce que era uno de los conductores más expertos de la Nueve pese a que en una ocasión se durmió al volante con un cigarrillo en la boca, según consta en las crónicas de la época.
Los brindados, con la bandera republicana pintada en la carrocería al igual que los nombres de las grandes batallas españolas (Madrid, Teruel, Guadalajara, Belchite, Brunete, Guernica y Don Quijote), fueron los primeros en entrar en París poniendo fin a cuatro años de ocupación alemana. Pero, tras su baño de multitudes por las calles de París, reemprendieron su persecución para recuperar los últimos bastiones de los alemanes en Francia: la ciudad de Estrasburgo y las poblaciones de Alsacia. «Los combates con los alemanes eran para mi tío la continuación de la guerra civil española pues no olvidaba la ayuda que habían prestado a Franco», matiza José Bonal.
La Nueve acabó su epopeya en Alemania, en Berghtesgaden, la ciudad santa del nazismo donde Hitler disponía uno de sus refugios, el Nido de Águila (Kehisteinhaus).
El 25 de mayo de 1945, días antes de alcanzar el objetivo, Ramón Gualda recibió un disparo en el hombro siendo evacuado a Toulon, según consta en su hoja de servicios facilitada por su familia. La segunda guerra mundial daba sus últimos coletazos.
Olvido y decepción
La misión de los voluntarios españoles, al servicio de las tropas aliadas, debía acabar en España con el derrocamiento de Franco pero tuvieron que conformarse con presenciar la caída de Alemania pese a su alto precio: treinta y cinco de los ciento cincuenta españoles que integraron la Nueve murieron en combate o fallecieron como consecuencia de las heridas de guerra.
La compañía se disuelve con la derrota de Alemania. La decepción no se hizo esperar. La contribución de los miles republicanos españoles que lucharon contra el fascismo cayó en el olvido […]. En 1946 la recién constituida ONU anulaba la condena al régimen franquista y Francia no tardaría en retomar las relaciones diplomáticas con la dictadura española. Se impuso la lógica de la guerra fría.
El combatiente granadino no aceptó el perdón de Franco a los exiliados españoles. Sólo regresó de forma ocasional a España tras la muerte del dictador y la llegada de la democracia. En Francia, su país de adopción, rehizo su vida junto a su mujer y sus dos hijos que más tarde regresarían a Granada. Trabajó en la reconstrucción de carreteras como experimentado conductor de camiones y más tarde en la fábrica de la Citroen.
Ramón Gualda falleció en Perpignan el 17 de enero de 1994. La Asociación de Caballeros de la Legión Francesa le rindió honores. El féretro fue cubierto con una bandera francesa y despedido con el himno de la Marsellesa. Se cumplió su deseo de que su cuerpo fuera incinerado en el crematorio de Canet en Rousillon, y sus cenizas esparcidas en el Parque del Recuerdo.
Ramón Gualda tenía claro –y así se lo hizo saber al entonces presidente del Senado, Juan José Laborda— que «el mayor homenaje que se les puede rendir a su memoria es que los que dirigen el destino de la Nación preserven la democracia del peligro permanente que siempre la rodea».
Fuente: http://granadaimedia.com/liberacion-paris-la-nueve/