Enrique Vega Fernández
20.09.2025
Mujeres. Memoria democrática. Las matuteras
Desde, al menos, mediados del siglo XIX se conoce la existencia de una particular forma de contrabando entre la colonia británica de Gibraltar y las áreas andaluzas circundantes: el llevado a cabo por mujeres, que transportaban “a mano” productos adquiridos en Gibraltar, inexistentes o económicamente inaccesibles en las citadas áreas del sur español. Productos no de lujo, ni de última moda, sino de primera necesidad, para la subsistencia diaria. Se las conocía, y se las sigue conociendo, como “matuteras”, sinónimo un tanto despectivo de “contrabandista”. Una especie de mercado negro de los pobres.
Un fenómeno, éste de las matuteras, que adquirió un volumen y una importancia vital durante los años treinta y cuarenta del pasado siglo como consecuencia de la guerra civil y correspondiente posguerra, debido a que la sublevación de julio del 36 triunfó en las zonas del Campo de Gibraltar y las serranías de Ronda y Málaga casi desde el primer momento, desencadenando una generalizada e indiscriminada represión de la población rural y campesina de la zona, forzando a las mujeres e hijas de los asesinados, desaparecidos, huidos o encarcelados a buscar otros medios de subsistencia que el trabajo de sus maridos y padres, con los que paliar las estrecheces del imperante “racionamiento” impuesto por las fuerzas políticas victoriosas de la guerra civil. Entre ellos “el matuteo”, que se convierte así, en cierta forma, en una especie de versión complementaria “femenina” de la resistencia del maquis en su doble significación de lucha por la libertad y de lucha por la subsistencia [1].
Efectivamente, durante las dos primeras décadas del nuevo régimen impuesto por la sublevación imperó en España un intento de autarquía que pretendía subsistir a través de la autosuficiencia económica. Una de las principales medidas fue la implantación de las “cartillas de racionamiento”, que, emitidas por el Gobierno, contenían cupones para acceder a cantidades limitadas de productos escasos como el pan, el aceite, jabón o el tabaco. Funcionaban mediante la asignación de tiendas específicas para cada consumidor, por lo que rápidamente fomentaron el mercado negro o “estraperlo”, que con Gibraltar a mano aprovecharon las matuteras para vender estos productos limitados por el racionamiento. Casual y curiosamente, las cartillas de racionamiento duraron hasta 1952, fecha en la que el régimen consideró totalmente anulado y exterminado el maquis en España.
Matuteras y guerrilleros, debiendo moverse clandestinamente en parecidos parajes, colaboraron en muchas ocasiones o se ignoraban intencionadamente en un pacto no escrito de no estorbarse cuando sus caminos se cruzaban en el monte. Después de todo, los pueblos, familias y situación en la escala social de los que los unos y las otras procedían eran los mismos.
Los medios de transporte que utilizaban para sus desplazamientos a y desde Gibraltar eran variados en función de su lugar de origen: trenes, autobuses o los barcos a vapor que entonces atravesaban con cierta frecuencia diaria la bahía de Algeciras conectando los puertos algecireño y gibraltareño, siendo esta forma de entrada y salida a y desde Gibraltar la complementaria de la frontera de La Línea. Desplazamientos que, en cualquier caso, siempre tenían que ser complementado con tramos de largas y duras caminatas a pie por carreteras secundarias, caminos, veredas o trochas, con el temor permanente de ser descubiertas por la Guardia Civil o cualquier otro tipo de autoridad local, perder la mercancía transportada, ser sancionadas o, aún peor, ser sometidas a chantajes y vejaciones.
En Gibraltar entraban y salían tratando de confundirse con los numerosos trabajadores que desde y hacia España entraban y salían a diario en la colonia británica, siempre con el miedo de ser descubiertas y/o detenidas por el personal de Aduanas y la Guardia Civil que, todo hay que decirlo, hacía con frecuencia la vista gorda por compasión o por exceso de trabajo.
Para disimular su actividad, vestían ropas holgadas, con bolsillos en el interior de faldas y delantales donde ocultar la mercancía y portaban grandes cestones, canastos y bolsas de tela donde ocultar los artículos de mayor volumen o peso disimulados en su parte alta por cualquier tipo de ropa “inocente”.
En 1940, el régimen había creado la Fiscalía Superior de Tasas, que autorizaba a detener y confiscar cualquier tipo de comercio no reglado como el que llevaban a cabo las matuteras, que así podían ser inspeccionadas y registradas en cualquier momento y lugar en que se sospechara el tipo de actividad que se estaba llevando a cabo, con la consiguiente detención, confiscación y multa si no podía demostrarse, a través de las correspondientes cartillas de racionamiento, la “legalidad” de las viandas y demás artículos que se portaban. O, alternativamente, ser objeto de malos tratos, abusos o el pago de una propina, comisión o “mordida” por hacer la vista gorda.
Aunque el tiempo permitió ir reduciendo esta necesidad de contrabando, que en esa época no se le llamaba así, sino estraperlo, estas actividades duraron hasta que en 1969 se clausuraron la frontera y las relaciones entre Gibraltar y España. Relaciones que se restauraron en 1982 y están actualmente en proceso de evolucionar hacia una apertura total, no se sabe muy bien todavía en qué condiciones, eliminando la función “fronteriza” de la verja situada en 1908 por los británicos entre las poblaciones de La Línea y Gibraltar. Unas negociaciones entre la Unión Europea y el Reino Unido, como entidades superiores a las auténticas partes afectadas, España y Gibraltar, que también forman parte directa de las negociaciones, que se conoce como el Gebrexit, en referencia a cómo el abandono británico de la Unión Europea, el Brexit, debe ser aplicado a la colonia de Gibraltar para paliar los perjuicios que la colonia británica sufre como consecuencia de dicha salida, permitiendo que Gibraltar, sin ser parte de la Unión Europa, pueda beneficiarse de ser parte del Espacio Schengen europeo, sin que ello perjudique a España.
[1] La principal referencia bibliográfica de este artículo es el folleto de la exposición fotográfica “Somos porque ellas fueron” de la Casa de la Memoria La Sauceda de Jimena de la Frontera y el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar.