Cantabria. Cuando las bibliotecas eran cárceles

Cuando las bibliotecas eran cárceles

La Biblioteca Central, en Castilla Hermida, acogerá este jueves, el día en que el dictador Francisco Franco será sacado del Valle de los Caídos para ir a un cementerio normal, un acto de homenaje a las víctimas de la represión política que se vivió bajo su régimen militar.

Será a las 18.00 horas, en el hall de la Biblioteca, y lo organiza el PSOE, partido que a nivel estatal ha impulsado desde el Gobierno central el costoso proceso de traslado de los restos de Franco.

En el acto, en contexto preelectoral, intervendrán el secretario general del PSOE de Cantabria, Pablo Zuloaga; el candidato al Congreso de los Diputados, Pedro Casares; y la candidata al Senado, Isabel Fernández, junto a Grupos Memoria Histórica

LA CÁRCEL DE TABACALERA

En Tabacalera hay una lápida de piedra en memoria de las víctimas del franquismo en Cantabria, con lo que se convierte en ‘Sitio de Memoria Histórica’.

Porque la Biblioteca Central de Cantabria, antigua sede de Tabacalera y ahora sede del Archivo Histórico y Provincial, albergó una de las principales cárceles franquistas tras la Guerra Civil.

La placa se instaló en 2017 respondiendo a una petición de 13 organizaciones como el PSOE (Grupo Regional de Memoria Histórica), IU, UGT, CC.OO, CNT, Partido Comunista, Asociación Héroes de la República y la Libertad, Asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE) y grupos republicanos.

Durante las tres primeras décadas del siglo pasado este edificio fue un almacén industrial de tabacos, pero a partir del verano del año 1937 pasó a ser una cárcel a la que se entraba por ser considerado enemigo de la dictadura.

REFERENTES ANTIFRANQUISTAS

No fue el único escenario de la represión de las libertades en la Cantabria que fue uno de los últimos bastiones de la resistencia de los maquis, guerrilleros antifranquistas emboscados, como los legendarios Juanín y Bedoya, cuya historia han documentado autores como Isidro Cicero, Antonio Brevers o, más recientemente, Javier Lezaola, de eldiariocantabria.es.

También está reciente el fallecimiento del que fuera su enlace, Manuel de Cos, hermano de Jesús de Cos.

Figuras como Luis Quintanilla, con sus frescos antibelicistas que pueden verse en el Paraninfo de la UC –los otros Gernikas–, el poeta Pío Muriedas, recientemente evocado, o el poeta Pepe Hierro, premio Cervantes, preso por su activismo, o el publicista Eulalio Ferrer, exiliado a México y preso en un campo de concentración en México, pueblan una geografía de lucha contra el franquismo, en los años en que la librería de Saiz Viadero sufría continuos ataques.

Y que incluso tiene un tanque llamado Santander, que entró a liberar París de los nazis de la mano de la compañía La 9, para la que Unidas por Santander ha pedido una calle en la capital, en la que siguen nombres de calles que ensalzan a miembros de la dictadura pese a los mandatos legales en contra y que fue una de las últimas capitales en deshacerse de la estatua ecuestre que Franco se puso a sí mismo y que se retiró con la excusa de unas obras en el aparcamiento, no por verse contradictoria con los principios democráticos.

EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE LA MAGDALENA

Pese a los discursos negacionistas, las caballerizas de la Magdalena sí contaron con un campo de concentración, como recreó este verano La Vorágine en una perfomance.

Fue entre 1937-1939, centrado en los considerados opositores al régimen de Franco. Y fue el primero que se creó en España en esos años, como ha documentado el profesor universitario Alberto Santamaría rescatando documentos oficiales.

También en Santander se diseñó el modelo de campo de concentración para el resto del país debido a que en la franja cantábrica se produjo el llamado ‘frente norte’ -conjunto de operaciones y combates que se produjeron en la franja norte y que enfrentaron a las fuerzas sublevadas y los republicanos- en 1937, una fecha muy tempranera. Como consecuencia de este enfrentamiento llegaron a tener hasta más de 50.000 presos.

Los trabajos forzados eran las principales prácticas que se desarrollaban. Las condiciones de vida eran pésimas y el frío y el hambre eran extremos. En diversos documentos que están expuestos se puede observar, como se afirma, que las condiciones sanitarias y de higiene eran deficientes, con un grado importante de hacinamiento: llegó a haber más de 1.900 prisioneros en un espacio con capacidad para 600 personas.

El objetivo que se perseguía con la creación de estos campos de concentración, y más en concreto con el de La Magdalena, era la anulación por completo del contrario. Pretendían humillarlo, someterlo y maltratarlo.

“Hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulo ni vacilación a todos los que no piensan como nosotros”, tal y como trasladó el General Mola –no hace tanto una calle en Santander le honraba, ahora ensalza al compositor Ataúlfo Argenta– a los encargados y cabezas de los campos de concentración.

Hasta el campo de concentración de La Magdalena llegaron opositores del régimen de todos los rincones de España.
Aparte de los documentos oficiales de la propia dictadura, o de las fotos, están los testimonios de los propios presos, que quedaron recogidos en cartas a sus familiares: “Todos estamos bien, contando el tiempo que nos falta para estar reunidos, que, si Dios quiere y mi Virgen, será pronto. Ten confianza y reza mucho que nosotros también lo hacemos así”, le escribió una mujer a su marido que se encuentra encarcelado en el campo de concentración.

Jaume Anglada Rodellas fue otro prisionero catalán que plasmó a través de distintos versos su experiencia. Allí escribió varios poemas, con versos como

“Potes y platos, relucientes y vacios, pupilas apagadas, pantalones que caen, agua en la boca…Comer con la imaginación… ¡Querer y no poder comer! ¿Será esto un clamor? ¡Es el hambre!”.

En Santander había varios centros de detención: la Plaza de Toros, el Campo del Racing, La Tabacalera, el Seminario de Corbán y Las Oblatas. En el caso concreto de La Plaza de Toros, y el campo de fútbol fueron campos de detención temporal hasta que los llevaban a los permanentes. La Magdalena era uno de los principales, además del de Corbán. Las mujeres eran trasladadas hasta las Oblatas, prisión a cargo de una orden religiosa, en lo que hoy es el barrio de Juan XXIII.

LA LEY CÁNTABRA DE MEMORIA HISTÓRICA

El recuerdo a las víctimas de dictaduras es un mandato de la ONU. En Cantabria, es uno de los objetivos de la Ley de Memoria Histórica que se quedó en el tintero la pasada legislatura. Su ausencia permitió desfiles como el que este verano ensalzó la dictadura por el centro de Santander.

Esta legislatura se cuenta con una dirección específica de Memoria Histórica, que tiene el reto de sacar adelante la Ley en un contexto de salida del armario de la ultraderecha que no esconde sus simpatías por la dictadura franquista, como quedó de manifiesto el fin de semana pasado con los ataques a manifestantes contra el racismo y el fascismo.

La memoria de la represión también afloraba este verano de la mano de la asociación cultural Octubre, con una de sus impactantes performance en Torrelavega.

Más historias de represión que no habían aflorado durante los años en que los representantes de la dictadura se erigían estatuas a sí mismos y se ponían nombres de las calles –porque poner nombre a una calle es ensalzar, como demuestra el hecho de que se les dediquen a escritores, artistas, personajes históricas o víctimas de catástrofes– mientras reiteraban los episodios sufridos por ellos.

Está el listado de asesinados en Limpias, publicado en EL DIARIO MONTAÑÉS, o el estudio del arqueólogo y profesor del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Cantabria Ángel Armendáriz Gutiérrez, que documentó 150 lugares con fosas de personas desaparecidas violentamente durante la Guerra Civil y la represión política posterior,