
Cuelgamuros seguirá ahí, con su megacruz intocable forever, sus misas cañí y sus monjes benedictinos encargándose de la hospedería y la escolanía como hasta ahora. El Gobierno progresista renuncia a lo que nos había prometido que no iba a renunciar, qué cosa más rara, con lo cumplidores que son, y se pliega a las exigencias religiosas. Ochenta y cinco años después de que comenzara a construirse, el monumento de la vergüenza perpetúa su vigencia con las bendiciones de un gobierno de izquierdas que, una vez más, hinca la rodillas ante las sotanas. Nada nuevo bajo el sol.
El caso es que cuando Carmen Calvo era vicepresidenta con Pedro Sánchez y nos dijo que la presencia de los monjes en el Valle de los Caídos era “incompatible” con los planes para “resignificar” el monumento yo me lo creí; que cuando Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática aseguró que Cuelgamuros “debe ser un centro laico que sirva para explicar la guerra civil y lo que vino después”, también le di crédito igual que me ocurrió cuando, el pasado mes de octubre, tras el último encuentro entre el papa y el presidente español, se nos aseguró que para cumplir con lo previsto en la Ley de memoria democrática “todos” los monjes benedictinos serían desalojados en breve.
Nada nuevo bajo el sol, como decía antes. Las rendiciones socialistas son ya historia de España, comenzaron en 1983, cuando aquellos augustos progresistas llamados Alfonso Guerra y Felipe González aceptaron que la enseñanza concertada consistiera en subvencionar colegios de curas y monjas en lugar de construir institutos públicos. Y ahí siguen sus sucesores, ahora gobernado en coalición con cinco insignes izquierdistas, agachando el lomo y sin dar un solo paso para que el carácter laico que preconiza la Constitución Española (“Ninguna confesión tendrá carácter estatal”, artículo 16.3) se cumpla de una puñetera vez y podamos sacudirnos por fin el punto beato que coloniza sin descanso nuestra convivencia diaria.
Lo de la imposibilidad de desposeer al Valle de los Caídos de su perfil tétrico no es algo anecdótico, resulta desolador constatar la impotencia de un gobierno presuntamente progresista para actuar de manera contundente en este tipo de asuntos. Si en un caso así se bajan los pantalones hasta tal punto, no quiero ni imaginarme cómo serán de profundas las tragaderas de nuestros gobernantes con todo lo que está pasando ahora en el mundo, qué no estarán cediendo en materia de rearme, qué no estarán dispuestos a hacer cada vez que topen con cualquier tipo de resistencia. Si no pueden ganarle un solo pulso a la Conferencia Episcopal, -recordemos que aún no se ha conseguido que paguen el IBI ni tampoco se han derogado los acuerdos con la Santa Sede-, ¿vamos a esperar que en Bruselas no sean tan belicistas como el que más, o que en algún momento le planten cara al gorila que okupa la Casa Blanca cuando nos amenaza?
En 2022, la Ley de memoria democrática declaró extinguida la Fundación del Valle de los Caídos “por resultar incompatibles sus fines con los valores y principios constitucionales” y se anunció la publicación de un decreto que refrendaría esta decisión, ¿qué creen ustedes que pasó? Cierto, lo han adivinado, ese decreto aún estamos esperando que se apruebe.
A este paso, se lo van a dejar todo hecho a las derechas y ultraderechas cuando les toque gobernar. Con lo vagos que son, les vendrá de perlas.



