El alcalde de Castellar se compromete a llevar a pleno la eliminación de las calles franquistas
Adrián Vaca, alcalde socialista de Castellar de la Frontera, se ha commprometido a llevar a pleno el cambio de nomenclatura de calles que se conservan aún en el municipio, en honor al franquismo. En obediencia a la Ley dde Memoria Histórica en vigor, se procederá a acometer esta iniciativa en breve, a petición expresa de Pablo Coca, director del documental «Tras la huía», estrenado en la noche de este viernes, a sala llena.
La película narra el éxodo forzoso del 90 por ciento de la población del Castillo, a finales de agosto de 1936, tras el sangriento Golpe de Estado fascista del 18 de julio de 1936. La fecha del estreno de la película estuvo, por lo tanto, cargada de simbolismo. Como también, el público que asistió a la velada y que participó activamente en la mesa redonda y el coloquio que siguió a su exhibición.
Entre los asistentes, alguno de sus protagonistas: uno de ellos apenas tenía tres años de edad cuando acompañó a su familia en aquella fuga hacia Jimena de la Frontera, primero, y luego hacia Casares, Estepona y Marbella, donde se sucedieron episodios de muerte y desesperación: «Miedo y dignidad», aseguró el escritor Juan José Téllez, moderador del coloquio, en la memoria de todas aquellas familias transterradas del Castillo o de las chozas desperigas en torno a sus vertientes o la finca de La Almoraima.
En la pantalla grande, fueron sucediéndose los testimonios de alguno de los supervivientes de aquellos hechos, o de sus hijos y familiares: Juan Carrillo, Ana Moya, Alfonso Lozano, Juana Barreno y Teodoro Moya, ya fallecido, se unen los de descendientes de víctimas como los nietos Pedro, Isabel y Antonio Moya, Juani Sierra, Victoria González, Juana y Manuela Salas y Juan Miguel León Moriche.
Este último, cuya familia ha logrado recuperar la casa de su bisabuelo, de la que se apropiaron los franquistas, tomó la palabra desde el público para recordar que el fascismo vuelve a tomar cuerpo en la actualidad y que no hay que tolerar que desvirtúe el recuerdo de aquellas víctimas. No en balde, en 2017, el estrenó otra película documental, titulada «La noche más larga», que narra cómo fueron la guerra y la represión en la comarca, en un acto que derivó entonces en una ceremonia cívica al descubrir una placa, junto a la cancela que da acceso al parque del Cerro del Moro, con los nombres de las veinticuatro personas asesinadas y treinta y tres encarceladas, en el municipio: “El pueblo de Castellar de la Frontera, en recuerdo de sus vecinos víctimas del franquismo que fueron asesinados, encarcelados, torturados, empujados al destierro, o pasaron hambre y necesidad. Y en recuerdo de los miles de presos republicanos que trabajaron como esclavos en la construcción de carreteras e instalaciones militares en este municipio”.
Aún se desconoce el paradero de sus restos: detenidos en sus casas y asesinados en los bosques, no será fácil la tarea de recuperar sus huesos y proporcionarles un entierro digno. Sin embargo, Adrián Vaca también anunció que van a realizarse exploraciones mediante georadares, a la búsqueda de esas fosas comunes.
Tras el levantamiento militar del 18 de julio de 1936, los dirigentes sindicales –CNT– y municipales de Castellar se aprestaron a defender la fortaleza con apenas algunas pistolas y escopetas de caza. Sería el 28 de agosto, cuando una columna de Regulares con apoyo artillero, había asentado su base en La Almoraima, disparando obuses comotra las murallas del castillo. Su supremacía militar obligó a la rendición y, tras ella, sobrevino la huida y la represión: por ejemplo, paseos de mujeres rapadas a las que se suministraba aceite de ricino para pasearlas por el pueblo, entre sus propias heces, en una experiencia que les marcaría de por vida.
Fue entonces cuando el Gobierno de Burgos ordenó la devolución de la finca la Almoraima, que había sido expropiada por el pueblo como experiencia agraria colectivista, a sus antiguos dueños, los duques de Medinaceli. A partir de entonces, el municipio tuvo que pelear para que, al menos, se volviera a aceptar el arrendamiento forzoso de la Dehesa Boyal, tal y como venía siendo costumbre antes de la ocupación durante la Segunda República y que fue liberada a favor del municipio en la década de los 80, poco antes de la expropiación de Rumasa el 23 de febrero de 1983.
Ahora, en la película de Pablo Coca, tanto la periodista Maria del Mar Gómez como el también periodista e historiador Fernando Sígler, abundaron en la propiedad de la tierra, como determinante de buena parte de los hechos que ocurrieron en Castellar durante aquel periodo, con la pervivencia de un señorío de matriz feudal que en cierta forma perdura: «Antes, el señorito era el duque y ahora un ejecutivo en coche de lujo», aseguró el alcalde Adrián Vaca, respecto al cambio advertido desde que el mayor latifundio de Europa pasó a Rumasa y de ahí a patrimonio del Estado.
Vaca, que prefiere que la finca sea pública como ocurre en la actualidad, aseguró que el Ayuntamiento lleva años intentando que se admita su presencia en el Consejo Rector de La Almoraima, al igual que el de Algeciras figura en el de la Autoridad Portuaria o los municipios limítrofes a Doñana, en el del Parque Nacional.
Tanto Nieves García Benito como Andrés Rebolledo, de la Casa de la Memoria La Sauceda y del Foro de la Memoria del Campo de Gibraltar, aseguraron que, si en tiempos venideros, los negacionistas de la represión llegaran al gobierno de las instituciones, el único plan B sería el de proseguir con la exigencia de «justicia, memoria y reparación», el lema que mantiene desde antiguo el movimiento memorialista.
Entre los asistentes al estreno de «Tras la huía», no sólo figuraron chisparreros –entre ellos, varios concejales y el anterior alcalde, Francisco Vaca–, sino gente llegada de media Andalucía, desde Granada, Sevilla o Málaga, así como de varios municipios campogibraltareños: Francisco Esteban, primer alcalde democrático de Algeciras; el sindicalista Miguel Alberto Díaz, de CCOO; el ecologista tarifeño Antonio Vegara, el historiador José Luis Gutiérrez Molina, Alfonso Pecino, Inma Gutiérrez o la propia hija del cineasta, Lucía Coca, que en gran medida le asesoró a la hora de realizar el guión del filme.
Pablo Coca agradeció a los participantes en la película –algunos de ellos ocupaban la primera fila del teatro– las facilidades a la hora de realizar este trabajo cinematográfico que viene a sumarse a su filmografía anterior, con películas como «El mapa de Carlos», «Generación Jarcha» o «Cine Andalucía» –sobre la memoria fílmica de su pueblo, Alcalá de los Gazules–. En la comarca, ya realizó con anterioridad un documental de similares características, en Los Barrios.
Coca, en diversos momentos del acto, apeló a la educación para que estos retazos de memoria colectiva pudiese alcanzar a las enseñanzas medias. Nieves García Benito, como profesora, matizó que para ello sería necesario incorporar ese legado a los planes de estudio.
Juan José Téllez sentenció al respecto: «Nos llaman buscadores de huesos, pero no buscamos huesos, sino la identidad que ocultan en su ADN, su memoria de vida, que debemos recuperar para que no se conviertan en simples números. Cuando empezaron a llegar cadáveres a las playas de la comarca, insistíamos en contar la historia que encerraba cada uno de ellos porque corríamos el riesgo de convertirlos en simple estadística, como ocurre con los muertos en accidentes de tráfico, sólo que estos morían en accidentes en las grandes autopistas de la globalización concebia a imagen y semejanza del dinero. Como puede ocurrir en Gaza, si la convierten en un resort sobre las cenizas de sus habitantes». Pablo Coca, por cierto, había colocado a comienzos del acto una bandera palestina sobre el atril.
La película ha sido producida por el Ayuntamiento de Castellar de la Frontera en colaboración con la Diputación de Cádiz, el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar y la Casa de la Memoria La Sauceda. De 43 minutos e duración, sus imágenes relatan las secuelas de la represión franquista a través del testimonio de las víctimas inocentes que sobrevivieron.
José Antonio García Gavira y el cantautor Pedro Pastor, que ha prestado una de sus canciones, también participan en este ejercicio memorialista que sigue a la publicación, por parte del Ayuntamiento de Castellar, del libro especial del Cincuenta Aniversario de la fundación de Castellar Nuevo, en 1972, cuando volvió a vivirse otro éxodo del Castillo. Pero esa es otra historia.