«Saldar cuentas con el pasado pero con un límite»
Es 24 de febrero del 1977. La ley de amnistía no se aprobaría hasta octubre del mismo año y los partidos políticos con más apoyo social se miran con precaución una ley que proponía dejar sin efecto las penas del franquismo contra los perdedores de la Guerra Civil y contra las víctimas de la represión franquista, pero también los verdugos y los responsables del régimen fascista que habían cometido o permitido torturas, vejaciones, expropiaciones, confiscaciones y asesinatos. La conversación es en varias ocasiones con el mismo jefe del SECED, Andrés Cassinello, y su mano derecha, José Faura, así como otros miembros de confianza del jefe del servicio de Información.
En un momento de la conversación, González entra en el debate de la amnistía e insiste a los espías que a veces no se lo ha entendido cuando expone su posicionamiento sobre el perdón o retirada de las responsabilidades penales. En este sentido, tanto pone los represaliados como las víctimas de ETA y defiende que no se puede matar todo el que es graso con la amnistía. Así, entiende que «se tienen que saldar cuentas con el pasado pero hasta un límite». Es decir, no pedir responsabilidades porque precisamente se está viviendo un «momento histórico». De este modo, apunta que si ETA continúa matando durante las negociaciones de la reforma política se lo tiene que perseguir.
Una amnistía para los que tomaron las armas
«En cuanto a la amnistía», relata González según la transcripción de la conversación, «en este país ha habido explicaciones psicológicas y a menudo, incluso, si se quiere, de resistencia que puede llegar a coger las armas. Yo no lo comparto, pero se puede llegar a hacer esto en un momento de opresión». «Pero hay un momento histórico en que esto se ha acabado» -en referencia al terrorismo- «y está claro que el país cambia», puntualiza. «Y en este momento histórico, a mí que me dejen de cachondeos, quién la hace la paga», sentencia.
Una afirmación que justifica con relación a los atentados que puedan hacer organizaciones como ETA o GRAPO, por ejemplo el asesinato de un guardia civil o bien «quién mata en Atocha», en alusión al crimen en que la extrema derecha mató siete abogados laboralistas. Para González estas muertes en un momento histórico hacen la «puñeta» no solo en el «gobierno» sino a todo el mundo, incluso al PSOE y al PCE que dirigía Santiago Carrillo. Por eso, González estaba más a favor de dejar impunes los crímenes de antes del «momento histórico», sobre todo de los responsables del Estado, a través de la amnistía.



