Tras lograr la exhumación de dos familiares fusilados en 1936, lucha por que otros dos no caigan en el olvido
EL PERIÓDICO | MANUEL ARENAS | 29-4-2018
Delphine Crespo (Poissy, Francia, 1973) es nieta de españoles republicanos exiliados en Francia. Su abuelo Julián falleció sin poder exhumar los restos de su madre y su tía, Petra y Lorenza, aunque sí sabía dónde estaban, y sin conocer siquiera el paradero de los restos de su hermano y su primo, Narciso y Antonio, fusilados en el 36 tres días antes que las dos mujeres. La memoria de las cuatro víctimas y el legado de su abuelo cayeron en manos de Delphine el año 2010, cuando su tía abuela, tras años de silencio y herida, decidió hablar.
-¿Qué dijo? Hasta el 2010, sólo conocíamos el lugar de la fosa común de la madre y la tía de mi abuelo. Pero ese año me enteré de que mi tía abuela había hablado tras años sin soltar prenda: contó que le habían explicado que al hermano y al primo de mi abuelo los habían fusilado los falangistas en el barranco de la Bartolina, en Calatayud.
-Ahí cambió su vida. Totalmente. Me puse en contacto con la asociación ARICO-Memoria Aragonesa: les comenté la ubicación que había dicho mi tía abuela y la fecha de los fusilamientos, que la conocí a través de un libro del historiador Nacho Moreno.
-¿Cuáles fueron sus primeras acciones? Lo primero fue informarme: me enteré de que en 1999 el alcalde del PP Martín Minguijón mandó sellar un vertedero sobre la fosa de mi familia. Lo hizo a sabiendas para quitar los huesos de allí, pues toda la comarca sabía que había una fosa: por las noches incluso se iluminaba el fósforo de los huesos. Ahí empezó el problema de búsqueda de restos, que podrían estar en cualquier sitio: en el vertedero, en el Valle de los Caídos o ya descompuestos en la tierra.
-Entiendo que ya no se puede exhumar. Se ve que los operarios, al encontrar los esqueletos, los metieron en bolsas bajo la basura y sellaron. Los expertos dicen que es peligroso abrir porque los residuos tóxicos que desprende la basura cuando se descompone hacen que haya riesgo de que explote. Ahí poca esperanza queda: en el 2012 se pasó un georradar por la zona y no encontraron ni un hueso.
-¿Qué sintió cuando se enteró de lo del vertedero? (Resopla) Fue muy duro: me asusté de mi propia reacción. Pero a su vez fue un punto de inflexión porque me motivó a involucrarme en el activismo de memoria histórica. No siento odio por quienes lo hicieron: mi forma de transformar ese cabreo ha sido actuar.
-¿Ha pensado en un memorial? Esa es nuestra lucha ahora: el PP nos negó un memorial en el barranco, algo que me pareció cruel y poco humano. Posteriormente, cuando ARICO consiguió hacer un memorial en el cementerio de Calatayud, se nos volvió a negar que los nombres de los fusilados en el barranco, que son unos 800, aparecieran.
-¿Qué tiene pensado? De momento no hemos conseguido el memorial para Narciso y Antonio, pero queremos seguir hasta que lo logremos: yo no pienso dejarlo y me gustaría ayudar a otras víctimas. Me he hecho querellante de la ‘querella argentina’: independientemente del partido que seas, es un tema de derechos humanos. Me gustaría que no se nos considerase como una panda de locos: el genocidio existió y un país no puede construir su democracia sin hacer justicia.
-Sí lograron, sin embargo, exhumar e inhumar dignamente a Petra y Lorenza. Exacto: sus casos estaban bastante documentados y gracias a ARICO las conseguimos exhumar en noviembre del 2016. Sus restos nos los entregaron en diciembre del 2017 y los inhumamos. Es algo que no se puede explicar: fue muy respetuoso y emocionante; allí había de todo menos odio, como algunos dicen.
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