Diez mil kilómetros para llorar la muerte de Parragués 82 años después

El biznieto de uno de los tres fusilados en Lombillo en 1936 se reencontró ayer con su bisabuelo, los familiares del maestro y el instructor asesinados tras viajar expresamente desde Uruguay.

DIARIO DE LEÓN | MANUEL FÉLIX | PONFERRADA | 31-5-2019

Sereno, sudoroso, bajo un sol limpio achicharrante; con sonido de jilgueros, mirlos y ruiseñores de fondo; con olores de viento frágil de las montañas del Morredero —paralizado por el momento—, Leo Parragués se inclinó sobre la lápida de homenaje a su bisabuelo Tomás. Sin pronunciar palabra, con ojos húmedos tras las gafas —en una atmósfera de silencios cómplices de los que lo acompañaban en ese instante— tomó una piedra del suelo, la apretó fuerte en la mano y retumbó la quietud, la paz.

Fueron unos interminables segundos. Luego, extendió su mano hacia la lápida y volvió a dejar la piedra en el mismo lugar donde estaba.

Leo Parragués, en nombre de su familia, cerraba así ayer tarde una larga herida de verdades y desconocimientos, que se produjo hace ahora más de 82 años en el camino de carros entre Lombillo y Salas de los Barrios (Ponferrada). Un 24 de septiembre de 1936, a los 60 años, Tomás Parragués fue fusilado junto al maestro Enrique Vidal Oviedo (de Médulas, de 47 años, y referente del fallecido académico de la Lengua, Valentín García Yebra) y también el instructor de lectura de analfabetos, Juan García Carballo, de 39 años.

El biznieto de Tomás, Leo Parragués, viajó más de 10.000 kilómetros desde Montevideo (Uruguay) para estar ayer —82 años después— ante la tumba de su bisabuelo y honrar la memoria de los 60 descendientes de familia que ahora mismo tiene y dejó Tomás al otro lado del Atlántico.

Junto a Leo, las emociones ante la lápida de los tres ‘paseados’ se multiplicaron por tres. En este sencillo acto estaban Ángeles Bello Vidal y su hermano Enrique, nietos del maestro Enrique Vidal Oviedo. También Sonia Carrera Capelo, biznieta del igualmente asesinado, Juan García Carballo. Todos se fundieron en un sentido abrazo de reconciliación con la historia del pasado y el presente. Y todos coincidían en manifestar la necesaria justicia social con sus familiares, muertos y abandonados en la cuneta. Sin rencores y sin olvidos, para evitar que se repitan tales desgracias fraticidas. Lo que se dijeron allí en la intimidad es para un tratado de digna humanidad.

La familia de Leo Parragués se enteró por casualidad del trágico final de su bisabuelo. Leo, un hombre del mundo de la cultura, amante del jazz, estaba en Montevideo elaborando el árbol genealógico familiar y al llegar a la línea de sucesión de Tomás Parragués —el bisabuelo del Bierzo— le dio por teclear el nombre en Google. La sorpresa fue mayúscula al enterarse que fue fusilado y que le habían hecho un homenaje en Lombillo con una lápida, gracias a la investigación lúcida y persistente de Santiago Macías, escritor, edil de Ponferrada y fundador de la Asociación para Recuperación de la Memoria Histórica. Diario de León publicaba que un 24 de septiembre de 2016 Tomás había sido homenajeado junto al maestro e instructor de lectores de Lombillo, y al leerlo en Montevideo en el ordenador, la familia Parragués decidió que alguien tenía que volar al Bierzo.

«Cogí la piedra y sentí que era un pedacito de él. Por eso luego, la volví a dejar en el lugar. Esa piedra es lo más cercano que he tenido en la vida con respecto a Tomás. Me la iba a llevar a Montevideo y después de tomarla un rato en la mano, y de sentir que entraba en contacto con él, dije: ‘¡Bueno, si este es tu lugar, aquí se queda!’. Y la deje en el mismo sitio donde la recogí. Fue nada más que eso», confesó Parragués al único periodista presente en el emotivo reencuentro. Samuel Folgueral, ex alcalde de Ponferrada, estuvo allí. Aunque prefirió mostrarse a un lado, hubo quien ayer le vio lágrimas en los ojos.

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