El maquis leonés que reivindica Esquerra

Tiene 100 años y sigue adelante. Es el último maquis, la memoria, por tanto, de la lucha antifranquista cuyas aspiraciones de libertad terminaron en el exilio o con la muerte. Francisco Martínez López, ‘Quico’, resucita ahora a la actualidad después de que ERC haya pedido en el Congreso su reconocimiento con honores inmediatos y reparación. Esta es su historia

Imagen del guerrillero berciano Francisco Martínez, alias QuicoDL

Cristina Fanjul / LEÓN/
Foto 2: Azulejo en recuerdo de dos guerrilleros (José Rubio y Cipriano Dieguez) fusilados en Alanis (Sevilla)

Entre 5.000 y 6.000 maquis lucharon en la clandestinidad contra el régimen entre 1939 y 1965 —fecha en la que José Castro Veiga, «El Piloto» es asesinado—. A estas cifras «aproximativas», basadas en los muertos y huidos —ya que, obviamente no existe un inventario-, hay que añadir los 22.000 colaboradores de la resistencia o «enlaces» que fueron detenidos en esos años. Los maquis —en su mayoría campesinos, pastores y mineros—, no tuvieron quién los escribiera hasta que Secundino Serrano comenzó a rastrear su historia. Esta batalla contra el olvido — los llamó el pueblo en zapatillas— borró la leyenda negra que el franquismo les había dado. Ahora, casi un siglo después, Esquerra Republicana de Cataluña, quiere equipararles en derechos a los militares para que puedan acceder a indemnizaciones y pensiones en un requerimiento que hacen apelando a la Ley de Memoria Democrática que Sánchez pactó con Bildu.

Pero solo quedan dos. En realidad, uno, leonés de Cabañas Raras que a pesar de todas las desdichas sufridas sigue en pie —ni roto ni doblado— aunque olvidado por la mayoría. La Proposición no de Ley pide el reconocimiento de dos guerrilleros antifranquistas, Francisco Martínez López, Quico, y Esperanza Martínez García, guerrillera de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón. La PNL reivindica «reconocer pública, institucional y jurídicamente, con carácter inmediato, al señor Francisco Martínez López y a la señora Esperanza Martínez García como combatientes por la libertad y la democracia, en el marco de lo dispuesto por la Ley 20/2022, de Memoria Democrática (…) y concederles la máxima distinción civil y honorífica legalmente prevista, en representación de todos los guerrilleros antifranquistas que lucharon contra la dictadura, en un acto público y solemne».

La petición ha levantado ya algunas voces críticas. Y es que el inconsciente colectivo piensa aún hoy en el maquis como en simples bandoleros, cuando no terroristas, resabio del uso semántico que realizó el franquismo para desautorizarles como opositores políticos, reduciéndolos al ámbito de la criminalidad. Y si bien es cierto que algunos de ellos cometieron delitos, graves en ocasiones, la mayoría luchó con la voluntad de cumplir su vocación política.

Es el caso del último con vida, Francisco Martínez López, Quico. La suya, que ya entra en el umbral de la segunda centuria, es un ejemplo claro de los republicanos que convirtieron la montaña de León en el último frente de la lucha antifranquista. Nació el 1 de octubre de 1925 en el seno de una familia campesina del Bierzo con un fuerte compromiso republicano y con menos de 15 años se convirtió en enlace del movimiento guerrillero. A los 22 años pasó a integrarse en la guerrilla armada de la Federación de Guerrillas León-Galicia y participó activamente en la clandestinidad en combates encarnizados contra la Guardia Civil hasta que en 1951 se exilió a Francia tras ser condenado a muerte por el régimen franquista.

Hay vidas sin historia e historias que no caben en las costuras de otras tantas. Porque en el friso de apenas 25, Quico ya había pasado por muchas más tribulaciones de las que pueden apenas imaginar centenares de cuantos hoy habitamos experiencias vicarias forjadas a base de intrigas reales o de ficción. «Yo formaba parte de una guerrilla sin ideología, frente-populista que integraba socialistas, comunistas y anarquistas en una resistencia unida contra el franquismo», rememora mientras relata escenas duras de represión y violencia: «Los cadáveres llenaban las cunetas. Mi padre tuvo que ocultarse». Y sus recuerdos se deslizan en una trenza de imágenes que mantiene viva y al abrigo de cualquier resentimiento.. «Desde niño acogíamos huidos en casa»…

Es esa misma falta de rencor la que ha moldeado un rostro que aún hoy ofrece serenidad y piedad mientras afirma con orgullo que los guerrilleros dormían en casas de la gente. «¿Qué era eso del monte? Era un movimiento del pueblo», resalta para subrayar la red de apoyo civil con la que siempre contó.

Quico representa la continuidad de una resistencia antifranquista activa en una época en que casi todos los otros movimientos habían sido neutralizados. Su vida enlaza directamente con la formación del movimiento guerrillero antes del desarrollo centralizado del PCE y destaca por reivindicar el apoyo civil profundo al movimiento, contrarrestando mitos del «maquis sin base social».

En 1951, al intensificarse la represión, escapó clandestinamente a Francia. Allí obtuvo residencia como refugiado político y continuó su militancia en redes republicanas en el exilio. En el largo exilio comenzó a escribir su historia, una historia que vio la luz en 2001. Lo tituló Guerrillero contra Franco y fue publicada en la colección Breviarios de la Calle del Pez, del Instituto Leonés de Cultura. No es una autobiografía, al menos no una autobiografía al uso. Es la vida de un colectivo —la partida de Girón—, contada por uno de ellos, un testigo directo y protagonista de una de las etapas más oscuras de la reciente historia de España. Sin amargura en sus palabras, lamentaba hace casi un cuarto de siglo que la guerrilla no haya tenido el reconocimiento político ni la resonancia que merecía y considera injusto que «quienes lucharon por la libertad sean ignorados por esta democracia». Para Quico León siempre ha sido su punto de referencia. «Mi identidad». Por esa razón nunca ha querido adoptar la nacionalidad francesa. Miembro activo de la Asociación Archivo Guerra y Exilio, su lucha se centró en rescatar del olvido a la guerrilla antifranquista. Una de sus conquistas llegaba el 16 de mayo de 2001, cuando los maquis dejaban de ser considerados bandoleros para ser oficialmente combatientes por la libertad. Sin embargo, nunca recibieron una indemnización ni una pensión por su lucha y los largos años de exilio. Al frente de la Asociación Argivo Guerra y Exilio, con la llamada «caravana de la memoria», Quico recorrió media España rememorando unos episodios prácticamente desconocidos por las jóvenes generaciones. «Girón era un camarada a toda prueba. Muchos le admiraban. En cuanto a nosotros, sencillamente estábamos orgullosos de él. Para el enemigo, era un bandido temerario; para nosotros, que vivíamos con él, era el símbolo de la fraternidad sin reservas», escribe en Guerrillero contra Franco. Explica que algunas de las vivencias que describe en el libre pueden sorprender. «La fraternidad que había ahora es inconcebible. Aquella era la pureza de la amistad»…

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