El Tánger del Chato Menéndez, periodista asturiano en el exilio

El Tánger del Chato Menéndez, periodista asturiano en el exilio

El salense, uno de los intelectuales más destacados de la España de su tiempo, vivió más de una década en la ciudad marroquí trabajando como redactor del Diario España
Graduado en psicología y ahora periodista entre Asturias y Madrid. Ha publicado artículos en ABC, Atlántica XXII, FronteraD y El Ciervo.
09.04.2023
Como otros miles de personas, el periodista Jaime Menéndez “El Chato” (Cornellana, 1901-Madrid, 1969) llegó a Tánger derrotado y perseguido. La ciudad, todo un mito del siglo XX, fue durante décadas el destino de todos los repudiados del mundo, ya fueran homosexuales de la aristocracia británica, morosos o criminales nazis. Menéndez acababa de pasar cinco años entre cárceles y campos de concentración por su militancia en el Partido Comunista y su condición de masón. El asturiano había sido antes de la guerra uno de los intelectuales más destacados de la España de la época. Sus artículos aparecían en múltiples publicaciones-El Sol, del que llegó a ser director, La Voz, Mundo Obrero- y fue el primer español que escribió en The New York Times. El desconocimiento acerca de su vida y de su obra es una muestra de lo cruel y caprichosa que resulta la memoria colectiva.

 “Él recala en Tánger nada más salir de prisión, donde estuvo entre el 39 y el 44”, cuenta su nieto Chema Menéndez, autor de varios libros que recuperan la figura del periodista salense como “El Chato”, miradas de una época; La epopeya del “Chato” Diario España de Tánger. Al salir en libertad, y gracias a sus contactos, le consiguieron un trabajo en el departamento de prensa de la embajada de Estados Unidos en Madrid. Menéndez seguía militando en una célula clandestina del PCE y la represión franquista acechaba. De este modo, el periodista decide irse junto a su familia a la ciudad marroquí, por entonces un protectorado internacional, para evitar entrar de nuevo en prisión.

“A través de Gregorio Corrochano, que era el director del Diario España de Tánger, le meten como redactor jefe del periódico”, explica el nieto. En un principio, continúa, “no puede firmar, pero poco a poco va haciéndose el jefe, porque tenía una capacidad de trabajo increíble, y recuperó su prestigio como periodista pese a ser un rojo peligroso, como se decía en esa época”. El Diario España de Tánger, fundado en 1938 por un militar africanista, nació como un órgano de expresión franquista en la ciudad norteafricana.

Sin embargo, al poco de su fundación el diario queda en manos del periodista Gregorio Corrochano, que empieza a abrir la mano con la línea editorial y se atreve a contratar a expresos políticos para escribir en el periódico. “Diario España es el origen de lo que yo denomino la transición periodística”, dice Chema Menéndez, “porque fue el primer diario del franquismo en el cual hay unos cuantos antifranquistas que empiezan a hacer una labor de zapa contra la dictadura”. Entre ellos, por supuesto, el propio Chato. Pero también escribían asiduamente en sus páginas otros republicanos asturianos exiliados, como Juan Antonio Cabezas, Aladino Cuetos, Juan Manuel Vega Pico o Fernando García Vela.

“En el periódico había franquistas y falangistas escribiendo soflamas a favor del caudillo, pero también había páginas en las que se criticaba la dictadura, y eso es lo singular de ese periódico”, dice Menéndez. Hojeando las páginas del Diario España, que hoy ocupan varias estanterías en el archivo del Instituto Cervantes de Tánger, cualquier lector atento cae en la cuenta de esta paradoja.

Allí se encuentran titulares como “Nuevas demostraciones de adhesión y cariño al Caudillo en Sevilla” o crónicas cargadas de épica en las que se narra el reencuentro anual en El Escorial de los veteranos del bando franquista en la guerra civil. “Pero también noticias sobre lo que pasaba en el bloque comunista y otras noticias que Franco censuraba”, explica Menéndez, “como el Premio Nobel de Literatura a Juan Ramón Jiménez, que mi abuelo lo sacó en portada. Además, defendía la igualdad de la mujer y era un diario muy avanzado para la época. Para que te hagas una idea, el año 51, mi abuelo escribió un artículo sobre el cambio climático”.

Esto hizo que el Diario España se convirtiese en uno de los más vendidos de la península, pese a que llegaba “de contrabando por Algeciras, con los ejemplares escondidos en una barcaza que cruzaba el estrecho de Gibraltar. Allí esperaban unas camionetas y se repartía por toda España, y llegaba hasta el País Vasco”. El periódico dedicaba sus primeras páginas a la información local de Tánger y alrededores, pero la mayoría del espacio lo ocupaban la crónica internacional, el análisis político y la crítica cultural. Lectores de cualquier punto del país podían encontrar en el Diario España artículos de su interés que iban más allá del relato asfixiante y monolítico de la prensa oficial.

No deja de resultar llamativo, para el lector asturiano, la gran cantidad de referencias a la región que aparecían en el periódico. A lo largo de una lluviosa mañana tangerina curioseando en el archivo de Diario España, picoteando números al azar, pude encontrar un artículo del propio Chato-firmado como Juan Nadie, uno de sus múltiples seudónimos- sobre las brigadas de salvamento minero, uno de Juan Antonio Cabezas sobre Eladio Verde y el teatro rural asturiano, otro del mismo autor acerca de la novela ganadora del Premio Naranco y una crónica de una conferencia pronunciada por el mismo Cabezas en el Centro Asturiano de Madrid.

La primera redacción del diario España estaba situada en el bulevar Pasteur, una calle en la que aún hoy puede paladearse esa elegancia decrépita y colonial tan característica de la ciudad. Uno puede llegar a creerse que está paseando por Chamberí o por los barrios ricos de la vieja Habana. “Mi abuelo pilló la época gloriosa de Tánger”, dice Menéndez con nostalgia, “cuando era una ciudad internacional con mucha libertad. Había grandes fiestas y bacanales, actores de Hollywood, la Beat Generation, y era una de las ciudades de moda. La película Casablanca se tenía que haber llamado Tánger, porque refleja muy bien esa época, de una ciudad muy cosmopolita en la que convivían religiones con una gran tolerancia”.

La geografía sentimental de los trece años que pasó el Chato en Tánger-entre el 44 y el 57-tiene su epicentro en los cafés del Zoco Chico, que Pío Baroja describió como “la Puerta del Sol de Tánger; se charla, se fuma, se toma café y, sobre todo, se miente, como en la famosa plaza madrileña”.

Allí está el Café Fuentes, que fue propiedad de la familia del pintor Antonio Fuentes, el Café Central y el Café Tingis, lugares habituales de tertulia y conspiración. En marzo de 1939, el diario España celebraba que el Zoco Chico al fin “ha dejado de ser rojo”, tras haber sido durante meses “baluarte antiespañol” y “foco de intrigas y laboratorio de maniobras marxistoides”. Aún en los años de posguerra eran habituales las trifulcas, que a veces llegaban a las manos, entre los clientes republicanos y los simpatizantes de la dictadura franquista.

“En una de las fichas policiales se decía de mi abuelo que había que tener cuidado con él, que era un rojo que paraba en el sitio de los rojos: el Café Fuentes”, cuenta con sorna el nieto del Chato. Hoy el Café Fuentes es una covachuela profunda y oscura de la que apenas se ve el fondo del local desde la calle, con contraventanas de madera, mesas avejentadas y árabes tomando té absortos en sus teléfonos móviles.

Esa misma aura de esplendor pretérito y brillo deslucido se encuentra en el Hotel Rembrandt, uno de los más exclusivos del Tánger del Chato, o en el Café París, frente al consulado francés. Mucho más penoso es el aspecto del Teatro Cervantes, un imponente edificio de ribetes modernistas que ha estado durante años al borde de la ruina. Inaugurado en 1913 por Alfonso XIII, el Cervantes fue, como corrobora Menéndez “un lugar por el que pasaron todos los grandes artistas, y no solo españoles: Carmen Sevilla, Lola Flores, Manolo Carocol, Edith Piaf o Juanito Valderrama”.

Desde hace unos meses el teatro se encuentra en obras para ser rehabilitado. También recientemente se ha reabierto al público el Cine Alcázar, uno de los corazones culturales del Tánger que conoció el periodista salense. Hasta 2019 era un auténtico vertedero, con las ventanas rotas y las paredes desconchadas, y hoy luce una fachada impoluta que hace justicia a sus mejores años.

Chema Menéndez lamenta que no pase lo mismo con la memoria de su abuelo: “Al final, se recuerda a los cuatro de siempre y otras figuras que fueron muy importantes, como la de Chato, caen en el olvido”. Tras años de lucha, el nieto del periodista no ha conseguido que el ayuntamiento de Salas le dé su nombre a una calle o al centro cultural del concejo: “He insistido mucho, pero al alcalde no hace más que boicotear todas las iniciativas porque, desgraciadamente, todo es política”. Ni después de muerto se libra el Chato de ser un rojo peligroso que para en los bares de peor reputación de la ciudad.